Casi mil días han pasado desde la triste jornada de dolor del 11 de marzo de 2004. Durante todo este tiempo el juez del Olmo ha estado instruyendo un sumario muy accidentado en el que no ha ganado para sustos, porque lo que sólo horas después de los atentados parecía claro como el agua ya no lo es tanto. Gracias a las investigaciones periodísticas –que no policiales– de algunos medios de comunicación, la versión oficial de los hechos se encuentra totalmente desautorizada y pendiente de una revisión completa, de principio a fin.
Este martes la Sección Cuarta de lo Penal de la Audiencia Nacional ha acordado abrir el juicio oral contra los 29 procesados del 11-M. La AVT había pedido que el sumario se devolviese al juez instructor si se producían revelaciones inesperadas. No ha sido así, la Audiencia no contempla esa contingencia, pero a cambio abre la posibilidad de que se abran otros sumarios que, eventualmente, podrían llevar a la suspensión del juicio. Esto es de vital importancia dados los descubrimientos que ha realizado la prensa en los últimos meses. Nada hace pensar que esta importantísima labor vaya a detenerse, por lo que es fundamental que el juicio del 11-M no sea un compartimento estanco, impermeable a las nuevas investigaciones.
La Audiencia ha rechazado, asimismo, imputar en la causa al ex presidente del Gobierno José María Aznar, y a sus ministros Ángel Acebes y Federico Trillo. Este extremo, solicitado a través de una acusación particular, pone de manifiesto que Aznar y su Gobierno fueron víctimas de la tragedia y no verdugos, tal y como la mayor parte de la izquierda ha querido hacer ver a lo largo de los dos últimos años. Junto a esto, la Audiencia ha decidido no imputar a los peritos que vincularon a ETA en la masacre a través de un informe. Sus superiores, los que falsificaron el documento, sí lo están, aunque no por la Audiencia Nacional sino por el Juzgado de Instrucción número 35 de Madrid.
Pasando por encima de los detalles jurídicos y del procesamiento de los 29 individuos que serán juzgados por los atentados del 11-M, lo que parece claro es que, pasada la instrucción del sumario, ahora este asunto va muy en serio. Debe darse por concluida la charlatanería y toda la impostura que se ha dado cita durante la instrucción. El tercer poder ha de serlo más que nunca en este juicio abierto a los responsables de la mayor matanza de nuestra historia reciente. La hora de las presiones políticas y de las componendas ha pasado. Es preciso, por justicia, que se llegue hasta el final y los españoles podamos saber finalmente quién ha sido.

