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María Clara Ospina

Resultó gallito

No es fácil para el Estado enfrentarse a mafias tan poderosas. Se piensa que el negocio de las drogas aporta a los cárteles más de 7.000 millones de dólares, suficiente para comprar el armamento más sofisticado y moderno.

El recién posesionado presidente de México, Felipe Calderón, ha resultando un "duro"; empezó su gobierno tomando "el toro por los cachos". En sus primeros días de gobierno envió a Michoacán, su provincia natal, a 7.000 hombres del ejército para enfrentarse a los cárteles "dueños" del área. Acuarteló a la policía local, famosa por su corrupción, y le decomisó las armas. Un equipo especial investiga si algunas de esas armas han sido usadas en crímenes. Solo días después envió otro contingente de 3.000 soldados escogidos para que tomaran control de Tijuana, centro de uno de los cárteles más fuertes de México, y el 20 de enero deportó a Estados Unidos once narcotraficantes y cuatro capos, entre ellos a Héctor Palma, "El Güero", del cártel de Sinaloa, y a Osiel Cárdenas, del cártel de Tijuana.

Calderón se enfrenta así a uno de los problemas más graves de México, el control que ejercen tres poderosos cárteles, los del Golfo, Tijuana y Sinaloa, sobre el norte del país. Esta zona se ha visto ensangrentada, durante años, por una violenta guerra entre narcotraficantes. En 2006, cerca de 2.000 personas fueron asesinadas por los cárteles en su lucha para controlar las rutas del millonario tráfico de cocaína, marihuana y opio, como también el tráfico de inmigrantes ilegales hacia Estados Unidos. Se ha vuelto común la moda de torturar y decapitar a sus victimas, para luego dejar sus cabezas a la vista del pueblo, aterrorizando a posibles denunciantes. Uno de los problemas es, precisamente, el miedo que han sembrado en la población. La policía ha resultado incapaz de enfrentarse a los cárteles. Se sabe que la corrupción entre sus miembros es rampante, como también se sabe que la ley de "plata o plomo" es ampliamente usada por los cárteles para garantizar su neutralidad y, cuando es necesario, su ayuda.

No es fácil para el Estado enfrentarse a mafias tan poderosas. Se piensa que el negocio de las drogas aporta a los cárteles más de 7.000 millones de dólares, suficiente para comprar el armamento más sofisticado y moderno, pagar y entrenar ejércitos y sobornar desde poderosos políticos y jueces hasta al humilde policía de la esquina.

Felipe Calderón está dando señales de ser capaz de medírsele a esta pelea. Será dura y difícil. Le puede costar muy caro si, una vez comenzada, la pierde. Le puede costar hasta la vida. En la década de los 80, cuando Colombia se enfrentó a los cárteles con medidas extraordinarias entre las que se encontraba la extradición, tres candidatos a la presidencia, varios ministros e incontables jueces, soldados y policías perdieron la vida. Bogotá y Medellín sufrieron toda clase de atentados, inclusive poderosas bombas que amedrentaron a la población y hoy, décadas después, la guerra aún continúa. Pero si logra su objetivo y derrota a los cárteles, Calderón pasará a la historia como un gran presidente mexicano. Es muy pronto para predecir cual será el resultado.

Calderón trabaja también otros frentes urgentes. Comenzó por reducir su sueldo, el de sus colaboradores y el presupuesto de su oficina, para dedicar ese dinero a obras sociales. Ha ofrecido ayudas inmediatas a los 100 pueblos más pobres del país y está formulando propuestas para aumentar rápidamente la inversión del estado en salud. Para un joven Gobierno de menos de dos meses es mucho lo que ha hecho. ¡Resultó gallito!

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