Menú
Juan Gillard López

Sarkozy, Bayrou y el centro

Aquí es donde radica el artificio del fenómeno Bayrou; sus gentes se presentaron en los anteriores comicios como un bloque con los gaullistas, repartiéndose los distritos y compartiendo electorado.

Tuve la suerte de compartir la velada electoral de la primera vuelta en París, con un miembro de los gabinetes de Adolfo Suarez. Ucedista de corazón, se ilusionó con el éxito relativo de François Bayrou, como ejemplo de las virtudes propias de un proyecto centrista. Sin embargo, me sentí obligado a apuntarle los abismos que separan la motivación de la iniciativa desarrollada en la España de los 70 con el descarado y hábil oportunismo del bearnés.

Diferencias que no se entienden si se desconoce el origen histórico del centro francés, más caracterizado por el liderazgo individual de ciertos personajes que por un programa real y diferenciado. Lo cierto es que, en la práctica, el propio gaullismo, con su vocación aglutinadora, fue la formación más centrista. No pocos socialistas fueron ministros del general sin que ello sorprendiera entonces a nadie.

En Francia existe una línea poco conocida para los foráneos, que marcó separaciones imperceptibles, pero decisivas, entre el electorado conservador. La derecha francesa se vio internamente desagarrada por la guerra de Argelia que, para asombro de los observadores, aún sigue en el debate. Numerosos franceses que, por su extracción y circunstancias, podían haber sido seguidores naturales de De Gaulle no lo hicieron por repugnancia a su desastrosa gestión de la descolonización argelina y al abandono a su suerte de casi millón y medio de pieds noirs que pagaron el pato de su imprevisión. A su vez, otro importante sector de su clientela sociológica no perdonaba la intransigencia con la que trató a muchas gentes que quedaron en la Francia ocupada y no tuvieron la posibilidad de destacar en la resistencia gaullista. La liberación en 1944 trajo una auténtica revolución social, creando un nuevo y excluyente establishment formado por veteranos de la "Francia Libre".

Muchos de estos electores, que no podían votar a la izquierda tradicional, pero tampoco a De Gaulle, depositaron su confianza en Lecanuet durante los 60 o en Giscard durante los 70, más por ausencia de alternativas que por convicciones de centro. Muerto el general, nada más fácil y natural que la joint venture entre la UDF y el RPR que tan buenos resultados dio mientras estuvo vigente.

Ahora Bayrou se enfrenta a dilemas de difícil solución, materializados en el apoyo de Giscard a Sarkozy y en la defección de casi todos sus diputados, que no tardaron ni un segundo en pedir el voto para el mismo entre las dos vueltas. Con ello quisieron evitar que, en las próximas legislativas, la UMP presente candidatos en sus circunscripciones. Aquí es donde radica el artificio del fenómeno Bayrou; sus gentes se presentaron en los anteriores comicios como un bloque con los gaullistas, repartiéndose los distritos y compartiendo electorado.

La negativa de Bayrou a pedir el voto para su antiguo compañero de consejo de ministros se debió muy mucho a cálculos de pura ambición personal. Afortunadamente, esta vez no ha tenido los efectos de la trágica irresponsabilidad cometida por Chirac contra Giscard en 1981, que trajo más de una década de socialismo para Francia. Así puede hoy Jean D’Ormesson situar la clave del éxito de Sarkozy en una "derecha reconciliada".

En Internacional

    0
    comentarios