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Ignacio Villa

Zapatero sigue sin definirse

En más de tres años de legislatura, Rodríguez Zapatero no ha rectificado absolutamente en nada. Por lo tanto, es difícil pensar que ahora que ha tocado fondo, con la legislatura al límite, vaya a cambiar.

Una semana después del anuncio oficial de la ruptura del alto el fuego "permanente" por parte de los etarras, la nueva situación sigue colocando a Rodríguez Zapatero frente a sus propios interrogantes. El presidente del Gobierno es quien ha puesto en marcha el proceso de rendición y es él quien tiene la obligación de sacarnos de él; es quien tiene en su mano volver al sentido común, a la lucha contra el terrorismo y al acorralamiento legal de todo el entramado etarra.

Zapatero ha estado tres años y medio engañando a los españoles y mareando la perdiz. Ha llevado a cabo una negociación opaca, de la que nada se nos ha dicho, y que ha mantenido tercamente incluso después de los muertos de Barajas. Mientras, reservaba su intransigencia y sus insultos para quienes, dentro del campo de los demócratas, se expresaban en contra de su proceso de rendición, y que sólo defendían la posición común que se había puesto negro sobre blanco en el pacto antiterrorista. Zapatero es el presidente del Gobierno que dejó volar la paloma de Otegi, que abrió los ayuntamientos a la nueva franquicia de ETA-Batasuna y que ha defendido la cesión al chantaje del etarra De Juana Chaos. Ahora tiene la patata caliente entre sus manos y deberá retratarse.

Ya sabemos cómo ha actuado Zapatero en las anteriores entrevistas mantenidas con Mariano Rajoy. Con el presidente del Partido Popular todo son buenas palabras, pero luego llega su guardia pretoriana y deshace con rapidez la impresión que pudiera haberse llevado el político gallego. En más de tres años de legislatura, Rodríguez Zapatero no ha rectificado absolutamente en nada. Por lo tanto, es difícil pensar que ahora que ha tocado fondo, con la legislatura al límite, vaya a cambiar. Por el momento sólo escuchamos hablar de diálogo. Es la palabrería de siempre, calculada y medida para no tener que comprometerse nunca y, por lo tanto, tener la suficiente capacidad de movimiento para terminar haciendo lo que les venga en gana.

El Gobierno ha hablado, tras el encuentro con Rajoy, de un nuevo ambiente, Blanco menciona una "línea caliente" de comunicación con el PP y Rubalcaba alaba las virtudes de la unidad. En éstas ha aparecido Bermejo, sacando de nuevo su amplio y colorido vocabulario, el que usa contra el Partido Popular. Es, en definitiva, un poco lo de siempre. Unos dicen una cosa, otros la contraria. Mientras, Rodríguez Zapatero se mantiene por encima del bien y del mal, sin comprometerse, sin concretar, sin bajar al detalle.

Después de todo lo que ha ocurrido, la clave no está en el diálogo, sino en la reacción política y operativa. Zapatero, si quiere demostrar sus intenciones, no tiene muchas opciones. Tiene que rectificar, cambiar y recuperar el discurso del pacto antiterrorista en la lucha contra ETA. Todo lo demás es una perdida de tiempo, las trampas de siempre. Aquí no hay vuelta de hoja: se quiere o no se quiere. Hace ya una semana que la ruptura real del alto el fuego se ha hecho oficial. Y una semana después, Rodríguez Zapatero no ha cambiado su reacción. Estamos donde estábamos entonces, en la estrategia de la indefinición. Pero eso no puede durar indefinidamente.

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