Ya ha caído Zarzalejos de la dirección de ABC. Lo sustituye Ángel Expósito, un gran profesional, sólido, con nervio y gran conocedor de la carpintería informativa, merced a su larga experiencia al frente de Europa Press.
Primero de nada quiero felicitar a mi entrañable amigo, que tuvo la generosidad de acompañarme como columnista en mi trayectoria como director de Negocio. Expósito, al que le deseo lo mejor en su nueva singladura, es un periodista de los pies a la cabeza, con pulsión suficiente para la tarea a la que ahora se empeña y que, de seguro, le va a costar alguna que otra noche sin dormir: al tiempo.
Lo primero que llama la atención es que Expósito se ocupe de la dirección de ABC justo unas semanas antes de que se celebren las próximas elecciones generales. Unas elecciones especialmente reñidas, en las que el centro-derecha tiene una oportunidad de oro no sólo de desbaratar a Rodríguez Zapatero, sino sobre todo de impregnar la política de un tinte auténticamente liberal que demuestre su eficacia para sacarnos de esta crisis doble que, como bien ha señalado hace un par de días Wall Street Journal, tiene connotaciones inequívocamente autóctonas, en particular los efectos de un crash inmobiliario para el que no nos hemos preparado los últimos años.
ABC no puede ser otra cosa que un diario liberal-conservador. Es más: no puede ser otra cosa que el diario liberal-conservador por excelencia en España. Haber abandonado ese empeño en los últimos años constituye, de una parte, un inmenso error que ha terminado pagando tanto en términos de pérdida de lectores como, sobre todo, de influencia social y política; pero de otra, también es una gran oportunidad, puesto que recuperar el terreno perdido le permite al nuevo director lo que los traders bursátiles llaman "tener recorrido".
El pensamiento liberal conservador en la España actual pasa, ineludiblemente, por afrontar tres grandes retos: el primero, la defensa de una serie de valores naturales frente al excesivo positivismo de la izquierda. El centro derecha español no puede ni debe permitirse el lujo de abandonar la defensa de la tradición, generada de modo espontáneo en la sociedad a lo largo del tiempo, y mucho menos sustituirla por un voluntarismo legislativo que quiere trastocar los fundamentos mismos de la convivencia cívica. La prensa liberal-conservadora tiene ahí un papel importante que jugar.
El segundo, la recuperación del concepto de nación liberal, al modo con que se entendió en la primera constitución española, la de Cádiz de 1812, cuyo bicentenario tenemos a las mismas puertas. Una nación de hombres y mujeres libres y necesariamente iguales desde el punto de vista legal y de oportunidades. No se trata tanto de reclamar un patriotismo constitucional, que en sí mismo es un concepto equívoco y esquivo en la medida en que haría depender la existencia de la Nación de lo que establezca una norma olvidándose de lo que Burke denominaba "contrato de la sociedad eterna"; pero tampoco, ni mucho menos, de vindicar un rancio patriotismo basado en unas supuestas esencias inmutables hasta la eternidad, porque eso es precisamente lo que sustenta a las fuerzas centrífugas que, día a día, perpetran la constante aniquilación de nuestras libertades.
Y en tercer lugar, la lucha por imponer el liberalismo económico tanto en la función de los políticos que nos gobiernan y las instituciones públicas, como entre los empresarios que conforman nuestros mercados particulares. Un liberalismo que supone la promoción de la iniciativa privada, la reducción del intervencionismo del Estado, la independencia de los organismos reguladores respecto de los políticos, la limitación de la presión fiscal y sobre todo, la liberalización de los mercados.
Ese marco para el liberal-conservadurismo en España está aún inexplorado. Y permite no sólo separarse de esa derecha rancia y esencialista, de por sí partidaria del intervencionismo y de un Estado fuerte y omnipresente; sino también articular una amplia coalición social de ciudadanos que aspiran a progresar desde un progresismo distinto al dictado por la izquierda, al pensamiento único del progrevoguesismo imperante.
Por último, los medios liberal-conservadores tienen también ante sí la tarea de no convertirse en seguidistas sin más de la política dictada en la calle Génova. La derecha española está presa de la teoría de la rueda dentada, en terminología de Keith Joseph, porque en muchas ocasiones su labor en el sistema de alternancia política consiste sólo en discutir cuánto de socialismo están dispuestos a transigir, en vez de promover una agenda propia. De suerte que, mientras el PSOE realiza determinadas apuestas durante una legislatura, éstas medidas socialistas sólo quedan consolidadas tras su mantenimiento posterior, una vez se ha producido el acceso del PP al poder. Ustedes podrían pensar, por ejemplo en el aborto; pero hay también, por ejemplo, en el actual sistema fiscal, claramente socialdemócrata desde su adopción en los albores de la Transición, sin que nadie haya querido remover esos cimientos para sustituirlos por otros de corte liberal.
Desde luego hay un amplio y generoso caladero de lectores en este territorio que hemos perfilado. Ahora, querido Ángel, es tu tarea. Suerte.
