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Fundación Heritage

Saboteando a Colombia

Con un acuerdo comercial fracasado como problema enconado y un desastre diplomático entre manos, las relaciones políticas entre Estados Unidos y Colombia se verán afectadas, haciendo que la cooperación en asuntos de seguridad sea más difícil.

Helle Dale

Con amigos así, ¿quién necesita enemigos? Eso será probablemente lo que se le pasó por la mente a Álvaro Uribe, presidente de Colombia, mientras contemplaba estos días cómo el acuerdo de libre comercio recientemente negociado con Estados Unidos caía víctima del politiqueo electoral americano. En un continente donde la política de hombre fuerte y gobierno autoritario están volviendo con más vehemencia, el liderazgo del Partido Demócrata acaba de infligir un severo golpe a la reputación de Estados Unidos como socio de fiar a nivel internacional y a la política comercial de Estados Unidos en general.

¿Cómo entran las elecciones presidenciales de Estados Unidos en la ecuación de libre comercio con Colombia? Parece ser que los demócratas del Congreso de Estados Unidos tienen miedo de ofender en primer lugar a sus dos candidatos presidenciales, que están haciendo campaña activamente en plataformas anti-libre comercio. En segundo lugar, a su electorado sindical. Algunos han dado a entender que, una vez pasen las elecciones, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, podría superar sus problemas con el acuerdo colombiano y permitir que el Congreso vote el acuerdo en la sesión de pato cojo inmediatamente posterior a las elecciones.

Ésa sería una jugada extraordinariamente cínica y de alto riesgo. El peligro estaría en que, si falla, las consecuencias bien podrían ser que la siguiente administración de Estados Unidos no tuviera tiempo para retomar el asunto del tratado de libre comercio con Colombia en su primer año de mandato (eso suponiendo que la próxima administración en la Casa Blanca estuviera interesada en acuerdos de libre comercio) y Colombia probablemente celebraría sus elecciones presidenciales en 2010 sin haber llegado a un acuerdo con Estados Unidos.

Lo que sucedió en concreto es que el acuerdo de libre comercio colombiano fue negociado bajo los términos de la Autoridad para la Promoción del Comercio de Estados Unidos (Trade Promotion Authority o TPA) que contempla un voto afirmativo o negativo a los acuerdos comerciales sin poder hacerles enmiendas. El TPA ahora ha caducado, pero una de sus cláusulas indicaba que la Cámara de Representantes y el Senado debían votar sobre los acuerdos en el plazo de 90 días desde el día de su firma. El 10 de abril, Pelosi introdujo un cambio procesal en las reglas de la Cámara que se saltaba la disposición de los 90 días, dejando el tratado de libre comercio a merced de las maniobras y caprichos de los grupos de presión y de sus amigos en el Congreso que no están a favor del libre comercio.

Los motivos que ha dado para hacerlo se remontan al turbulento pasado de Colombia, pero esas razones no pasarían el corte hoy en día. Los que se oponen al acuerdo de libre comercio citan con frecuencia la violencia de Colombia a manos de las milicias derechistas y los asesinatos de sindicalistas. El sindicato AFL-CIO cita 2.500 asesinatos de sindicalistas desde 1986, pero no reconoce que la amplia mayoría de estos crímenes sucedieron antes de 2001, justo un año antes de que Uribe llegara al poder. Ya para 2003, el número de asesinatos había bajado a 100 y ha seguido disminuyendo desde entonces. El año pasado fueron 26.

Los temas de seguridad que se podrían ver afectados por la falta de un acuerdo comercial son muy variados. La proliferación a través de Irán es una preocupación constante en toda la región al igual que el contrabando de armas y el tráfico humano. El narcotráfico sigue siendo una batalla constante en Colombia. Y la pobreza hace que amplias capas de población sean vulnerables a los desastres.

Con un acuerdo comercial fracasado como problema enconado y un desastre diplomático entre manos, las relaciones políticas entre Estados Unidos y Colombia se verán afectadas, haciendo que la cooperación en asuntos de seguridad sea más difícil. Por el contrario, el éxito del acuerdo significaría una economía colombiana más fuerte, fortificada con crecientes réditos por el comercio, y podría hacer frente de mejor forma a los muchos desafíos en los asuntos de seguridad del país, a pesar incluso de que el dinero para el plan Colombia se haya acabado ya. En otras palabras, el comercio refuerza la defensa.

Y por supuesto, siempre está el buscapleitos y hombre fuerte de Venezuela Hugo Chávez viendo constantemente la forma de meterse en los asuntos de otros países; el otoño pasado intentó (sin éxito) aparecer como "mediador" entre el Gobierno colombiano y los terroristas de las FARC. Chávez tiene compañía en sus esfuerzos para fomentar el populismo en la región: Daniel Ortega en Nicaragua, Rafael Correa en Ecuador y los Kirchner en Argentina.

El presidente Bush ha desarrollado discretamente una sólida labor a favor de las relaciones comerciales con Iberoamérica al llegar a acuerdos de libre comercio con Chile y Perú, así como el Acuerdo de Libre Comercio con Centroamérica (CAFTA-DR). A través del Plan Colombia, la administración Bush apoyó la lucha de Uribe contra las FARC y el narcoterrorismo que ha sido una ruina para Colombia. Un acuerdo de libre comercio con Colombia sería la guinda.

Sin embargo, a nivel internacional, se critica injustamente a la administración Bush por haber sido unilateralista y arrogante en sus acuerdos con nuestros amigos extranjeros. Pero habrá que mirar bien a quién le viene al pelo esa descripción en la actualidad. 

©2008 The Heritage Foundation
* Traducido por Miryam Lindberg

Helle Dale es directora del Centro Douglas y Sarah Allison para Estudios de Asuntos Exteriores y de Defensa de la Fundación Heritage. Sus artículos se pueden leer en el Wall Street Journal, Washington Times, Policy Review y The Weekly Standard. Además, es comentarista de política nacional e internacional en CNN, MSNBC, Fox News y la BBC.

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