Colabora
Thomas Sowell

Los negros, mascotas de los progres

La idea es contar con caras negras en el campus haciendo el papel de mascotas que simbolizan lo estupendas que son las personas que dirigen la universidad.

Hace años, cuando Jack Greenberg abandonó el Fondo de Defensa Legal de la Asociación Nacional para el Avance de las Personas de Color (NAACP, por sus siglas en inglés) y se convirtió en profesor de la Universidad de Columbia, anunció que se preocuparía por contratar a una secretaria negra como acto simbólico. La consecuencia inevitable es que todos los negros que contrató fueron vistos como eso, símbolos, y no como personas capaces que habían conseguido su empleo por ser competentes en su puesto.

Aquello me recordó la primera vez que visité el despacho de Milton Friedman cuando era estudiante de licenciatura en la Universidad de Chicago, allá por 1960, y vi que tenía una secretaria negra. Esto fue cuatro años antes de la Ley de Derechos Civiles de 1964, cuando no existía nada parecido a la discriminación positiva. Sucedió que décadas más tarde Milton Friedman tuvo otra secretaria negra en la Hoover Institution, una mujer respetada como una de las mejores en su puesto.

Cuando le mencioné a alguien de la Hoover Institution que estaba teniendo dificultades para encontrar una secretaria que pudiera hacer un trabajo difícil en mi ausencia, me dijeron que lo que necesitaba era alguien como la secretaria de Milton Friedman, y que ya no había muchas como ella. En ningún momento en todos aquellos años le escuché decir a Milton Friedman, bien en privado o en público, que tuviera una secretaria negra.

Una vez, durante una cena en su casa, la mujer de William F. Buckley mencionó de pasada que había pasado años trabajando con un colegio de Harlem. Pero nunca se lo escuché decir en público ni a ella ni a su marido. Tampoco los conservadores que participaron en las manifestaciones por los derechos civiles en el Sur cuando hacerlo era peligroso hicieron nunca una montaña de ello. Sin embargo, para la gente de izquierdas los negros son trofeos o mascotas, y por tanto deben exhibirse. En ningún lugar es esto más cierto que en la política.

El problema de ser una mascota es que te conviertes en el símbolo de la virtud o la importancia ajenas. El bienestar real de un símbolo no le importa a nadie. Los progresistas de todo el país no han dudado en destruir barrios negros en nombre de "la renovación urbanística," reemplazando con frecuencia vecindarios de clase trabajadora con residencias de clase alta y restaurantes de lujo, cosas que los antiguos residentes no se pueden permitir.

En la universidad, admitir a estudiantes negros rebajando los criterios impuestos a los demás tiene por objeto que se vea su presencia en el campus. Da lo mismo que la consecuencia sean unas elevadas tasas de abandono al no encajar académicamente en el centro en cuestión. Los estudiantes negros que no logran aprobar son reemplazados por otros, y cuando muchos de ellos no logran aprobar, se buscan más.

La idea es contar con caras negras en el campus haciendo el papel de mascotas que simbolizan lo estupendas que son las personas que dirigen la universidad. Muchos, por no decir la mayoría, de los estudiantes negros que no aprueban en instituciones de renombre y que exigen mucho a sus alumnos son perfectamente aptos para tener éxito en el resto. La mayor parte de los estudiantes blancos también fracasaría si fuera admitida en centros en los que los demás alumnos tuvieran mejor expediente. Pero nadie necesita mascotas blancas. Diversos estudios empíricos han indicado que los negros tienen éxito sobre todo en instituciones en las que hay poca o ninguna diferencia entre sus notas y las de los demás estudiantes. No es algo tan difícil de entender, aunque sorprenden la cantidad de esfuerzo y destreza que se han dedicado a negar lo obvio.

Un estudio del profesor Richard Sander, de la Facultad de Derecho de la Universidad de California en Los Ángeles, sugiere que, como consecuencia de las admisiones "por discriminación positiva" en facultades de derecho para las que los estudiantes admitidos carecen del expediente adecuado, el número de abogados negros podría descender.

Acudir impulsivamente en defensa de criminales negros es una práctica común entre los progresistas que necesitan de mascotas negras. La mayor parte de los delitos cometidos por negros tienen por víctimas a personas de su misma raza. Pero, una vez más, el bienestar real de un símbolo no le importa a nadie. Los políticos que utilizan a los negros como mascotas no dudan en arrojarlos a los lobos en beneficio de los sindicatos de profesores, los ecologistas fanáticos cuyas restricciones encarecen la vivienda o las personas que mantienen alejadas de sus ciudades a las grandes cadenas de hipermercados como Wal-Mart.

Utilizar a seres humanos como mascotas no es idealismo sino autobombo, algo tan desagradable en sí mismo como en sus consecuencias.

Ver los comentarios Ocultar los comentarios

Portada

Suscríbete a nuestro boletín diario