El espíritu centrista y conciliador no es suficiente. La predisposición al diálogo tampoco. El nuevo PP, alumbrado contra viento y marea por Rajoy en los congresos de las últimas semanas, no sólo tiene que parecer obediente, tiene que serlo. Zapatero lo tiene claro y se permite indicar a sus adversarios cuál es el camino que deben seguir. Y no anda errado en el tiro. Ha sido el PP y sólo el PP quien ha abierto el melón de la refundación del partido, quien ha iniciado un viaje al centro de la nada desprendiéndose de los principios que marcaron la oposición en la legislatura anterior. Ahora, avergonzados de ser quienes son, suplicando limosnas y reconocimientos que hasta ayer le eran negados, tienen que pasar por el aro y hacer lo que los amos de nuevo régimen crean conveniente.
Para empezar tendrán que cerrar el espinoso asunto del Tribunal Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial. Esa es la primera parte de los deberes que Zapatero reclama impaciente a Rajoy. Desea disponer ya de una nueva mayoría en ambas instituciones, una mayoría, por descontado hecha a medida del Gobierno que le permita hacer y deshacer a su antojo, sin jueces molestos que importunen la tarea de "trasformación social" que se ha propuesto llevar a cabo en PSOE con o sin el permiso de la sociedad española. Mañana ya se verá qué toca. El diálogo según Zapatero significa eso mismo. ¿Qué significa para Rajoy? ¿Hará los deberes?