Los progres y el lujo
El presidente de los gallegos tenía tres coches. Sin embargo, no contento con el tercero, se acaba de comprar un cuarto. El antojo nos ha costado la friolera de 480.000 euros, o sea, 80.000.000 de pesetas; vamos, un utilitario.
No deja de sorprenderme la afición que tienen los progres al lujo hortera más subido. Evoca mi memoria los casos de dos sinvergüenzas socialistas, ambas pirradas por el lujo garrulo. El primer caso es el de doña Aída Álvarez, a la sazón coordinadora de las finanzas del PSOE. Esta señora era la principal accionista de un grupo de empresas denominado 2020, dedicado al cobro y gestión de comisiones ilegales de cualquier tipo. Entonces, aprovechando tales gestiones, se hizo construir en su casa una habitación-congelador, exclusivamente para guardar abrigos de piel. Vamos, como cualquier beneficiario del 0,7%, muy ecológico y muy solidario.
No le fue a la zaga su compañera de partido y responsable del BOE entre los años 85 y 91, doña Carmen Salanueva. A esta socialista la condenaron en el año 97 a cuatro años de vacaciones en el trullo por un delito de estafa. Y es que, en lugar de darle por los abrigos de piel, la vena del gusto le salió por el arte: se dedicó a comprar cuadros haciéndose pasar por mandataria de la reina y de Carmen Romero. Lamentablemente falleció sin que se hubiera abierto el juicio oral por el fraude en la compra de papel del BOE por el que estaba también encausada.
El ático frente al mar en Villagarcía de Arosa , que ha adquirido Pepe Blanco, es una tontería comparado con el coche que se ha agenciado Emilio Pérez Touriño, presidente de la Xunta de Galicia. Cualquier ciudadano acepta que el presidente de una comunidad autónoma tenga a su disposición un coche oficial, incluso algunos aceptarían que tuviese dos; suponemos que el segundo es por si se estropea el primero. Ahora bien, el presidente de los gallegos, con el dinero procedente de los impuestos de todos los españoles, tenía tres. Sin embargo, no contento con el tercero, se acaba de comprar un cuarto. El antojo nos ha costado la friolera de 480.000 euros, o sea, 80.000.000 de pesetas; vamos, un utilitario. Esta es la versión de la austeridad en tiempos de crisis de los progrepsoes.
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