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Agapito Maestre

La agrura de Zapatero

ZP es el gobernante "ideal" para una sociedad vacía. Muerta. No sólo ha conseguido instalar un tinglado político para producir espanto y horror en el ciudadano medio, sino que ha sumado ya a cientos de esclavos "intelectuales" para su esperpéntica causa.

No me había dado cuenta de la profundidad a que habíamos llegado en materia de abyección política, de veras, hasta que no he leído las palabras marrulleras y llenas de malas intenciones de Zapatero contra el presidente de la Conferencia Episcopal Española. Zapatero ha querido ocupar el lugar y la figura de José Blanco. Y lo ha conseguido con creces. Ha arremetido contra Rouco Varela de modo paradigmático al régimen político montando en los últimos años. Ha salido él sólo al ruedo. ¡Es valiente! El marrullero sabe que esta batalla, incluso esta guerra, está a punto de ganarla, entre otros motivos, porque ya ha hecho tragar el polvo al otro "valiente" de su régimen, Rajoy. La fidelidad entre ellos es odiosamente entrañable. Asquerosa.

Los modos suaves utilizados por Zapatero sólo han sido un adorno para amenazar a la Iglesia Católica, en realidad, para amenazar a quien ose enfrentarse a su poder. Zapatero ha amenazado directamente a Rouco Varela en particular, y a todos los cristianos en general, en caso de que no respeten a quienes quieren abrir fosas para enterrar a sus antepasados. Es obvio que esta consideración es mentira. Nadie en España se ha opuesto a que los familiares busquen los restos de sus antepasados y les den la sepultura que crean conveniente... Pero Zapatero compara perversa, totalitaria y demagógicamente, para pisotear cualquier discurso que no salga de su boca. Más aún, Zapatero ha llegado a decir, o peor, sugerir, que los procesos de canonización de los mártires de la Guerra Civil española eran una contestación a su "ley" de "Memoria Histórica", cuando es sabido por cualquier persona que estas causas llevaban abiertas más de cincuenta años.

Pero, independientemente de que estas declaraciones de Zapatero, cuando sean analizadas por un futuro historiador de nuestro presente político, pasarán a formar parte de los anales de la infamia y la tergiversación del sentido común, es menester reconocer su eficacia. De Zapatero espero cualquier cosa, excepto que no sea eficaz para mantenerse en el poder. Es el gobernante "ideal" para una sociedad vacía. Muerta. No sólo ha conseguido instalar un tinglado político para producir espanto y horror en el ciudadano medio, sino que ha sumado ya a cientos de esclavos "intelectuales" para su esperpéntica causa. Periodistas y profesores, jueces y fiscales, decenas de novelistas y poetas y, en fin, todo tipo de gentes de la "cultura enjaulada" trabajan día y noche para Zapatero. Sus eslóganes son repetidos machaconamente por estos siervos voluntarios: Alianza de Civilizaciones, Memoria Histórica, Suicidios Asistidos, Educación para el Socialismo, Aborto Libre, Matrimonios del mismo sexo... Etcétera, etcétera... Nada. Engaños para que el régimen político funcione a pleno rendimiento.

La maquinaría está engrasada para perpetuarse en el mando. Universidades, academias, museos, televisiones, radios, periódicos y miles de agrupaciones falsamente civiles trabajan para el gran timonel de España. Son instituciones muertas. Al servicio del poder. Todas cumplen su función con rigor mortis para que nadie se salga del redil de Zapatero. Todos reciben su soldada puntualmente. Todos son uña y carne de Zapatero. No hay voces discordantes sobre el engaño y la miseria ideológica instalada por el régimen socialista. Zapatero, sin demasiados conocimientos históricos y con un hondo complejo de inferioridad, ha seguido las pautas enanas del "socialismo" anticlerical de la Segunda República. Exige y reclama de sus seguidores no sólo intereses, sino también las conciencias. No se ha atrevido a ningún plan en grande. Le basta con perseguir católicos. Y, ciertamente, está triunfado.

Bastaba con perseguir al ciudadano cristiano para que el resto le siguiese sin rechistar. Bastaba, sí, con marcar de cerca al único ciudadano que hoy tiene valentía y convicción para tener en sus manos a los tibios. Zapatero no ha tenido cuajo para digerir un complicado proceso histórico, el de la Transición y trece años de socialismo en el poder, por un lado, y por otro, un duro golpe a los cimientos de la endeble nación española, el del día 11-M de 2004, y ha optado por el absurdo criminal de arremeter contra lo católico y, sobre todo, contra todo aquello que da continuidad a la cultura política nacional.

Esa opción, además, ha sido exagerada hasta el punto de ocultar todo lo demás. El resto del país no existe, es decir, la vida cotidiana, la vida de lo que queda de nación, han desaparecido, sencillamente, porque Zapatero ha llenado de ruido y basura ideológica todos los espacios públicos. Todo está contaminado de gays y lesbianas, de abortistas, de amigos moros y, en fin, de ataques al sentido común de las creencias y tradiciones de un país más o menos normal.

Todas las continuidades de una "nación" decente y normal han sido borradas, porque el régimen de Zapatero ha conseguido la movilización permanente de toda la ciudadanía hasta degradarla en masa. La plebeyez del discurso político de Zapatero ha conseguido inundar todos los espacios públicos y, seguramente, privados. Lo plebeyo es lo dominante. Nadie se libra. Empezando por el Rey y acabando en el Parlamento. El "gesto agrio" de la vieja y putrefacta República, el gesto de Azaña, ya está aquí otra vez. Ese gesto lo repite cómicamente Zapatero, el valiente come-curas, ante todo su escuadrón de ideólogos mediáticos y turiferarios de una "culturilla" degradada.

La agrura de los socialistas ha conseguido que ya nada sea previsible. Por lo tanto, estamos en una sociedad al borde del suicidio democrático. La garra totalitaria del poder, de la Razón de Estado, nos amenaza a todas horas y por cualquier motivo. Zapatero se ha instalado cómodamente en la tradición de la socialdemocracia negra europea. Nadie, pues, se extrañe de que su discurso sea cada vez más radicalizado y amenazante, especialmente cuando la crisis económica crezca y produzca más desgarros sociales.

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