Cambios cosméticos
Se prevé que entre Claude Allègre, otro tipo imprevisible y socialista. Pero tiene una ventaja: cree aún menos que José María Aznar en la nueva religión medioambiental, algo que en estos momentos de histeria colectiva y ecológica resulta interesante.
Bernard Kouchner esperó al 60 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos para declarar que la creación de una secretaría de Estado para los Derechos Humanos, en el marco del Ministerio de Relaciones Exteriores, fue un error garrafal, porque la diplomacia y los derechos humanos están en contradicción permanente. No se trata de una frase maquiavélica, sino de una confesión torpe de que la política exterior francesa es cínica y embustera y que, por lo tanto, ese organismo se ha convertido en un estorbo; especialmente, añadiría yo, cuando quien ostenta el cargo se toma en serio su responsabilidad, como lo hace Rama Yade.
Kouchner es un tipo imprevisible y contradictorio; durante años apareció en los sondeos como el político mejor valorado por los franceses y se le subió a la cabeza hasta el punto de querer ser candidato en las últimas presidenciales. Su fracaso fue rotundo: ni siquiera su mujer le apoyó, ya que prefería a Sarkozy. Además, Kouchner fue uno de los pocos políticos franceses que justificaron la intervención militar en Irak, aunque desde que le nombraron ministro no da pie con bola. También es cierto que es tradición de la V República que, en realidad, sea el presidente quien conduzca la diplomacia y su ministro, en el mejor de los casos, le sirve sólo de secretario y correveidile. Y así sigue sucediendo con Sarkozy, quien no sólo se ocupa de la política exterior, sino de todo. Ha vuelto a poner de actualidad la célebre frase de Luis XIV: "L'Etat c'est moi".
Rama Yade y Rachida Dati (la ministra de Justicia que tanto irrita a magistrados y abogados), las dos mujeres del Gobierno procedentes de, como dicen aquí, "la diversidad" (en castizo, procedentes de África: una magrebí y otra senegalesa) están sometidas a grandes críticas e incluso se rumorea que podrían tener que saltar con paracaídas en la próxima remodelación del Gobierno que se espera para enero o febrero. En cambio, se prevé que entre Claude Allègre, otro tipo imprevisible y socialista (al menos hasta ayer por la tarde). Pero tiene una ventaja: cree aún menos que José María Aznar en la nueva religión medioambiental, algo que en estos momentos de histeria colectiva y ecológica resulta interesante.
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