El miedo político, el miedo a la libre expresión, el miedo a decir la verdad, el miedo a reunirse, el miedo a asociarse, el miedo a entregar recursos y medios a causas nobles, no debería existir en una democracia sana, limpia y transparente. Cuando se instala el miedo en una sociedad que dice ser democrática es que lo ha dejado de ser o está en trance de dejar de serlo. El miedo, sobre toda las demás cosas, es un sentimiento, muchas veces insuperable, que obliga a hacer la voluntad de otro, no la propia. El miedo, que siempre es personal, individual y propio de un sujeto, es el síntoma del poder de otro sobre uno mismo. El miedo es uno de los medios fundamentales por los que el poderoso logra que la realidad produzca los acontecimientos que desea o que necesita para aumentar o conservar su poder. Pues bien, yo afirmo que en Andalucía tal miedo existe y que el origen de ese miedo es el poder de la oligarquía del Partido Socialista.
No es un miedo "libre" o gratuito. Es un miedo justificado, cierto, certero. Si te enfrentas radicalmente al PSOE andaluz por su degeneración política y moral, a su más que agotada legitimidad de ejercicio, derruida por su voluntad de edificar un régimen despótico monopartidista y por su fracaso evidente a la hora de afrontar el desarrollo económico, social y cultural de Andalucía –la última encuesta sobre medios advierte que menos que de un 10 por ciento de los andaluces se informan por la prensa escrita o digital–, si te enfrentas a él, pueden ocurrirte muchas cosas. Muchas, menos la cárcel previa detención policial al viejo estilo, que eso sólo era posible en el régimen autoritario de Franco. Eso sí, puedes tener problemas en los juzgados si te metes demasiado en harina y el PSOE quiere dar una lección de moral de profesionalidad periodística, por ejemplo. Recuerden el caso de El Mundo, que es reciente.
Si eres periodista, los riesgos son evidentes y los peligros muchos. Veamos. Dada la composición de la profesión en Andalucía, si tu enfrentamiento con el régimen es pertinaz y a pecho descubierto, tendrás difícil acceder a un puesto de trabajo. Valgas lo que valgas, acredites lo que acredites, justifiques lo que justifiques, no entrarás como profesional en ninguno de los medios públicos conocidos que gobierne la oligarquía socialista, ni tampoco serás llamado desde los medios afines al PSOE. Tampoco te requerirán aquellos medios cuya dependencia económico-financiera de las ayudas socialistas es alta. Por ejemplo, hay grupos de prensa en Andalucía supuestamente liberales que, de hecho, cuelgan de la tela de araña socialista (sobre todo en su necesidad de recursos). Por ejemplo, uno de ellos, el grupo Joly, ha financiado su expansión andaluza con un préstamo sindicado de las Cajas de Ahorros Andaluzas de guarismos astronómicos. Paralelamente, se ha visto extender la influencia de opinadores y profesionales ligados al socialismo imperante y formas de titular y enfocar verdaderamente alejadas de aquel primerizo espíritu liberal. O sea, estos tampoco te aceptarán si eres un díscolo.
Es más, tampoco lo harán aquellos periódicos conservadores y/o moderados porque parte de la publicidad institucional que se juegan, que se la juegan, puede depender de que alguien del régimen comente que la "radicalidad" no es bien vista en San Telmo, el palacio de Chaves. Tampoco te aceptarán las productoras "pata negra", aunque escribas como Truman Capote, ni las que aspiran a llegar a serlo, porque, aun cuando seas un Cervantes Saavedra de lo audiovisual, serás una pieza "incómoda". Lo sufrí en mis propias carnes cuando el pequeño Zafra, dueño de la productora ZZJ Producciones, ahora de moda y "pata negra" reciente, me dijo personalmente que no podía contratarme porque si hacía eso dejaban de darle contratos en Canal Sur. Testigos hay de aquello.
Tampoco podrás optar a puestos relacionados con tu profesión en ayuntamientos, diputaciones, fundaciones, organizaciones diversas y empresas públicas dependientes del PSOE. Y así sucesivamente. No vas a ir a la cárcel, como se iba con Franco. Pero tus recursos económicos y tu horizonte profesional menguarán, a veces, hasta la desesperación. Lo sepas o no, estás incluido en una lista negra y no disfrutarás para nada de la democrática igualdad de oportunidades vitales porque tal cosa no existe bajo un régimen despótico. Empezarás a comprender qué significa la famosa frase de Rodríguez de la Borbolla, "fuera del PSOE hace frío". Y no es metáfora, porque cuando no se tiene dinero a fin de mes, calentarse en la vivienda es difícil.
Lo mismo ocurre, no crean, entre los empresarios, profesores universitarios, médicos, profesionales liberales en general, sindicalistas (hace poco informamos acerca de cómo Chaves podía, incluso, censurar el nombre de liberados propuestos por las centrales sindicales, lo que es el colmo de los colmos). También ocurre en las organizaciones no gubernamentales que caen prisioneras de la tela de araña. Acostumbrados al dinero llovido del cielo de la Junta, poco a poco se llega a condicionamiento de las personas que pueden dirigir la organización sin "molestar" a la oligarquía. Y así, sucesivamente.
La pregunta es: ¿Para qué sirvió tanto entusiasmo autonómico de 1977 y 1982 si ahora los andaluces aceptamos la pérdida de la principal de las autonomías, la personal, que se compone de autonomía económica –empleo digno para no besarle los pies nadie–, autonomía social y política, concebida como no dependencia de ningún poder externo a uno mismo y su familia y autonomía espiritual e intelectual para ejercer críticamente las libertades y responsabilidades?
El miedo, sí, el miedo, existe en Andalucía. Pero el miedo, ninguno de ellos, ni siquiera el más extremo, es insuperable. El miedo a la libertad se combate con amor sin límites por la libertad. Y le viene a uno a la memoria el viejo Celaya, que sintió en sí mismo ese amor:
Lo cantamos hace cuarenta años. Lo cantamos de nuevo.Porque vivimos a golpes,
porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser
sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos,
se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía
de quien no toma partido hasta mancharse.

