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Amando de Miguel

Inocentadas y otras bromas amables

Me parece perfectamente plausible que Santi Abascal pudiera poner en su casa el letrero de "Abascal Etxea". No hace falta ser nacionalista vasco para mantener ciertas tradiciones, como por ejemplo, la lengua privativa de los vascos.

Jesús Laínz descubre que la foto de "Abascal Etxea" nada tiene que ver con la casa de Santiago Abascal y que todo era una broma del Día de los Inocentes. Comenta el de Santander: "Ha habido bastantes que os lo habéis tomado en serio, lo cual demuestra o bien que no tenéis sentido del humor o bien que consideráis a Santi capaz de mimetizarse con el entorno nacionalista o incluso tan gilipollas como para señalar a los malos dónde vive". Pues ni una cosa ni la otra. Me parece perfectamente plausible (en los dos sentidos, probable y aplaudible) que Santi Abascal pudiera poner en su casa el letrero de "Abascal Etxea". No hace falta ser nacionalista vasco para mantener ciertas tradiciones, como por ejemplo, la lengua privativa de los vascos. Tampoco creo que sea de gilipollas lo de señalar que uno vive en su casa, pues los terroristas saben de sobra dónde vive don Santiago (entre otras muchas personas). Si carecer de sentido del humor es picar en una inocentada, lo acepto humildemente. ¡Ya quisiera yo tener el sentido del humor de don Jesús! Pertenezco con sumo gusto a la Fundación DENAES (Defensa de la Nación Española) que preside Santiago Abascal, un español ejemplar y un político "para todas las estaciones", como se dijo de Tomás Moro. Precisamente estoy leyendo ahora el combativo libro En defensa de España (Encuentro, 2008), escrito por Santiago Abascal y Gustavo Bueno. Admirable el incansable octogenario, que es don Gustavo, lo que demuestra su tesis de la estupidez que es la jubilación forzosa. Recomiendo vivamente el libro a todos los libertarios, incluyendo a Jesús Laínz, que tiene publicados algunos excelentes textos en la misma editorial. Me gustaría que el presidente de los vascos o de los españoles fuera algún día Santi Abascal.

Alfonso Blanco-Rivas me envía algunos chistecillos sobre idiotas contemporáneos, si se me permite traducir el título, pues vienen en inglés. Supongo que se trata de piezas mesteñas (que no tienen dueño) y así circulan por la internet. Selecciono unos pocos:

  1. Fui con mi hija a un McDonald's de los de llevar la comida. El total de la cuenta era 4,25 dólares. Le di a la camarera un billete de 5 dólares y una pieza de 25 centavos. La chica me dijo: "Me ha dado demasiado dinero". Le contesté: "Ya lo sé, le he dado 5 dólares y 25 centavos para que me dé la vuelta de un dólar". La camarera hizo un gesto con la cabeza y llamó al encargado, quien me obligó a que repitiera lo que yo había dicho. Así lo hice, pero el hombre me devolvió la moneda de 25 centavos con el argumento de que no aceptaban ese tipo de cosas. Después me dio la vuelta de 75 centavos. Moraleja: no traten de confundir a los camareros de McDonald´s.
  2. Sucedió en el aeropuerto de Birmingham, Alabama. Llegué al mostrador para el trámite del embarque y el empleado me preguntó: "¿Alguien ha puesto algo sin su conocimiento en su equipaje?". Repliqué yo: "Si fue sin mi consentimiento, ¿cómo puedo yo saberlo?". El empleado sonrió y me contestó: "Por eso se lo pregunto".
  3. Sucedió en un taller de Ford en Canton, Mississippi. Cuando mi marido y yo llegamos al taller para recoger nuestro coche, nos dijeron que las llaves se habían quedado dentro con el coche cerrado. Efectivamente, un mecánico estaba descerrajando la puerta del lado del conductor. Mientras asistíamos como espectadores a la operación, instintivamente traté de abrir la puerta del otro lado y comprobé que se podía abrir. Dije al mecánico: "Oiga, está abierta". El hombre respondió sin alterarse: "Sí, ya lo comprobé yo antes".
Una vez más, saquemos la lección: la gracia del chiste está en la polisemia.

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