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Pedro de Tena

Contra la indefensión

Lo que necesitamos no es un partido político. Necesitamos aprender a defendernos de esta democracia pervertida, de los partidos que votamos y de la Administración que nos asfixia.

Lo estuve pensando el otro día mientras la Junta de Andalucía decía, ahora, haberse percatado de que el recibo de la luz en Andalucía es un cachondeo. Lo dejaba caer nada menos que un consejero de Chaves que había comprobado su recibo y había encontrado anomalías inadmisibles que nada tenían que ver con su consumo real de electricidad. Entonces es cuando se me apareció, bajo la forma de escalofrío, la amarga cara de la indefensión. Y no sé cómo, por eso de la asociación de ideas que ya subrayó Hume, me vino a la cabeza el Cristo de la Defensión de Jerez, mi pueblo, una hermosa talla procedente de la Cartuja del mismo nombre que sale el Martes Santo. Hermosa palabra esa: defensión. Y qué terrible experiencia la de la indefensión.

La Constitución Española en su artículo 24.1 expresa que "todas las personas tienen derecho a obtener la tutela efectiva de los jueces y tribunales en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos, sin que, en ningún caso, pueda producirse indefensión". Pero es el sentimiento de horror y vacío que provoca la indefensión el que más tiempo ocupa mi corazón y mi cabeza.

Ramón y Cajal expresó este horror en su El pesimista corregido: "¡Desolador era el espectáculo! ¡Enfrente de los enemigos invisibles, en todas partes, como únicas armas, la desidia, la indiferencia y la indefensión más absolutas! ¡Y pensar que los hombres supieron imaginar pararrayos contra las tempestades y fusiles contra ladrones y forajidos, es decir, contra riesgos y amenazas lejanos, eventualísimos, y no aciertan a inventar nada poderoso a preservarnos de la agresión de esos arteros y microscópicos envenenadores, que nos acechan desde lo invisible, inmolando diariamente en cada nación miles de víctimas!". Y esto lo escribía cuando, mucho antes de La Náusea de Sartre, había comprendido cómo, al besarse, dos señoritas amigas se inocularon recíprocamente los microbios de la erisipela y del escorbuto.

Sí, eso es. Nuestros enemigos se hacen invisibles y provocan en nosotros la desidia, la indiferencia y la indefensión más absolutas. Desde hace unos años, se ha puesto en cuestión la idea de España, de su unidad, de su cohesión solidaria y, por tanto, de su igualdad radical de oportunidades efectivas. Desde hace más años, se desmerece de manera tan sistemática la imagen de España en la historia que los artesanos de la "leyenda negra" buscan trabajo en el INEM. Desde hace años, se promueve la calificación de "fascista" o "extremaderechista" de todo aquel que discrepe de estos disparates.

Nos acostumbramos lentamente a no rechistar domesticados por esa campanilla de Pavlov que es el hedonismo barato impulsado desde el poder. No hay que protestar, no hay que investigar, no hay que informar ni informarse, no hay que enjuiciar, no hay que estudiar, ni entender, ni comprehender, no hay que esforzarse, no hay que sacrificarse (hasta Epicuro admitía que un bien mayor podía exigir el sacrificio del bien menor), no hay que ser críticos, no hay que desarrollar puntos de vista personales, no hay que ser competentes, no hay que ser mejores que lo que hemos conocido, no hay que cambiar... Vamos, no hay que ser personas fines en sí mismas como quería Kant. Hay que ser masa social amorfa, plastilina humana para los gobiernos y partidos, medios humanos para unos fines ajenos. La España de las Autonomías ha dejado fuera la principal de las autonomías, la de la persona de sus ciudadanos.

Por eso, es posible que nos mientan una y otra vez sin que pase nada, que nos desorienten una y otra vez con datos torturados por expertos en marear la perdiz sin que ocurra algo, que nos roben con recibos, con tasas, con impuestos, con cargas, hipotecas y gravámenes, la mayoría desconocidos y ocultos, que nos sustituyan el razonamiento riguroso por la propaganda sin escrúpulos, que nos cambien los valores necesarios para vivir en comunidad y en libertad por banales refritos relativistas, que hayan machacado nuestras ilusiones como las aceitunas aliñadas de mi tierra haciéndonos creer que nada merece ser hecho salvo lo que ellos, este sistema despótico aún no estudiado salvo por la intuición genial de Tocqueville, hacen y dictan.

Pueden subirte el recibo de la luz, obligarte a recibir asignaturas doctrinarias, cargarte el agua con nuevos impuestos tras haberse cargado ellos mismos el Plan Hidrológico, escribir tu nombre en tenebrosas listas negras, succionar tus dineros para financiar un cuerpo de políticos ejecutivos, de liberados sindicales, de funcionarios, de empresas públicas y de ocurrencias, aburrirte con trámites para que no hagas, para que ni digas, para que no toques, escandalizarte con sentencias que tú debes cumplir pero que otros, como Prisa, no cumplen, desesperarte con quienes creías llamados a cambiar esta cochambre y que se manifiestan como insensatos, como imbéciles o como vulgares impostores de tus ideas...

Entonces, como una aparición, se me llenó el pecho de indefensión y comprendí que los más de 46 millones de ciudadanos españoles y algunos más extranjeros que han venido a España invitados a la mesa, tenemos un grave problema. Nos han desarmado y nos han desalmado. Lo que necesitamos no es un partido político. Necesitamos aprender a defendernos de esta democracia pervertida, de los partidos que votamos y de la Administración que nos asfixia. Es decir, necesitamos afrontar una dura batalla contra este Estado que oprime en nombre de la democracia y contra su estado de cosas. O sea, que necesitamos esbozar una Causa que motive un Movimiento que dé lugar a una Organización diferente con centro en las personas corrientes y molientes donde la verdad sea verdad, la mentira mentira, la ley sea la ley, los hechos sean los hechos y las personas sean personas, fines en sí mismas, dotadas de dignidad y respetadas y servidas por las instituciones y no al revés.

O somos capaces de reformar esta democracia que nos ha situado en la indefensión personal o la democracia española no tendrá futuro. Liberales y libertarios españoles, el siglo espera vuestra, nuestra, aportación.

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