Colabora
Ignacio Cosidó

El sucesor de Bermejo

Rubalcaba se enfrenta en Interior de forma simultánea a un inquietante deterioro de la seguridad ciudadana, una creciente conflictividad interna, cacerías ilegales de inmigrantes y una crispación cada vez mayor en torno suyo. En estas circunstancias, la d

Tras la dimisión del ex ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, el todavía ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, ha ocupado su posición como ministro más conflictivo del Gobierno. Igual que le ocurrió Bermejo en Justicia, Rubalcaba se enfrenta en Interior de forma simultánea a un inquietante deterioro de la seguridad ciudadana, una creciente conflictividad interna, cacerías ilegales de inmigrantes y una crispación cada vez mayor en torno suyo. En estas circunstancias, la dimisión o la salida del actual ministro del Interior es cada vez más probable.

El constante aumento de la criminalidad con el Gobierno de Zapatero parece haberse acelerado en los últimos meses. El propio ministro del Interior tenía que reconocer esta semana en el Congreso un incremento de las tasas de homicidios y asesinatos, de robos con violencia y de robos con fuerza en las cosas cometidos en nuestro país en el último año. Pero en realidad ese aumento es mucho más espectacular de lo que reconoce Rubalcaba y podemos estar ante un aumento histórico de los delitos cometidos en España. Todo indica además que ese deterioro de la seguridad ciudadana irá a más en los próximos meses como consecuencia de la crisis social a la que nos conduce el Gobierno. Pero lo más sorprendente es que mientras se produce este fuerte aumento de la criminalidad, Rubalcaba reduce este año más de un 60% la oferta de empleo para Policía Nacional y Guardia Civil y un 30% las inversiones en la seguridad pública.

Por otro lado, la conflictividad dentro de Interior se está haciendo insoportable. Los sindicatos policiales mantienen abierto de forma unánime un conflicto colectivo desde hace casi un año. En la Guardia Civil hay cada día un mayor descontento ante los reiterados engaños del Gobierno. La única respuesta del ministro ante esta situación de conflicto está siendo las sanciones disciplinarias y el recorte de derechos sindicales. Las movilizaciones de policías se suceden por las calles de Madrid. Rubalcaba ha perdido por completo la confianza de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y se ha convertido, con su prepotencia e incapacidad para el dialogo, como le ocurrió a Bermejo, más en parte del problema que en parte de la solución. Mientras Alfredo Pérez Rubalcaba siga siendo ministro del Interior será muy difícil que pueda solucionar el conflicto que viven las Fuerzas de Seguridad del Estado.

Los problemas del ministro no acaban aquí, porque igual que Bermejo terminó dimitiendo no por su incompetencia ni por su prepotencia, sino por cazar jabalíes sin papeles, Rubalcaba se enfrenta a algo aún mucho más grave: la cacería ilegal de inmigrantes sin papeles decretada en numerosas comisarías de todo el territorio nacional. El ministro ni ha aclarado de donde partieron las órdenes para establecer esos cupos de detenciones ni ha depurado ningún tipo de responsabilidad por esas órdenes ilegales e inaceptables. Rubalcaba está asumiendo así la responsabilidad política de una actuación que ya ha sido denunciada a la Justicia.

Finalmente, la dimisión de Bermejo ha dejado a Rubalcaba solo al frente de la operación de acoso al Partido Popular. El ministro del Interior ha asumido incluso el tono histriónico y crispado del anterior titular de Justicia para poder defenderse de las críticas de la oposición en el Parlamento. Y al igual que le ocurrió a Bermejo, el ministro del Interior se está invalidando día a día con su actuación como un interlocutor válido para abordar con la oposición temas tan sensibles como el terrorismo, que requieren necesariamente un consenso básico de los dos grandes partidos.

Hay sin duda diferencias entre ambos personajes. Rubalcaba es, sin lugar a dudas, bastante más hábil que el anterior titular de Justicia, cuya torpeza le costó en buena medida el puesto. Por eso es previsible que el ministro del Interior tenga la inteligencia de marcharse antes de que lo echen. La duda es si lo hará a su casa o huirá a otro departamento. Lo único cierto es que está acumulando cada vez más papeletas para pasar a la historia como el peor ministro del Interior de la democracia.      

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