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Emilio Campmany

Sanz sucede a Saiz

No sólo practican el nepotismo y faltan a la palabra dada, sino que faltan a la palabra dada para practicar el nepotismo. La combinación provoca lo que hemos padecido durante estos últimos cinco años: un incompetente al frente de una institución clave.

Con los socialistas, ocurre con frecuencia que entregan instituciones clave a personas elegidas con criterios de amistad. Algo de eso hay también en el PP, pero con una diferencia importante. Cuando en el PP se le quiere dar un cargo a alguien porque es amigo o pariente, lo ofrecido es un puesto inofensivo. Los que en el PP mandan hacen a sus amigos y parientes eurodiputados o diputados a secas o diputados autonómicos o concejales de medio ambiente o cosas así. La lista de cargos más o menos irrelevantes es larguísima y llega a incluir a algunos ministerios. El grupo de personas que realmente dirige el Estado es reducido. Lo integran media docena de ministros, una docena de secretarios de Estado y algunos directores generales. Para el resto de puestos pueden nombrarse amigos o parientes casi sin remordimiento porque tendrán poca ocasión de hacer verdadero daño. Les bastará limitarse a hacer lo que toda la vida se ha estado haciendo o, en el caso haber sido colocados en alguna de las muchas cámaras que elegimos, a votar lo que los jefes digan que hay que votar.

Por supuesto, los socialistas también practican el nepotismo con mucho más entusiasmo y dedicación que en el PP. Pero esto no es lo peor. Lo terrible en ellos es que con frecuencia entregan puestos delicadísimos a personas sin más mérito que la relación personal o familiar con el ministro de turno. Saiz pudo ser un magnífico secretario de Estado de Agricultura. Sin embargo, decidieron hacerle director de los servicios de inteligencia sin tener capacidad alguna para desempeñar ese cargo. Encima, para nombrarlo, los socialistas tuvieron que violentar el acuerdo que tenían con el PP según el cual el CNI sólo estaría dirigido por alguien que tuviera el beneplácito de ambos partidos. A este acuerdo se llegó cuando fue el PP el que tuvo la responsabilidad de nombrar. Y naturalmente se rompió cuando volvió a tener que hacerlo el PSOE. Pero aunque rompieran su compromiso para poner a alguien de su cuerda, podían haberlo hecho eligiendo a un tío competente y no a uno sin más mérito que ser amigo de Bono. No sólo practican el nepotismo y faltan a la palabra dada, sino que faltan a la palabra dada para practicar el nepotismo. La combinación provoca lo que hemos padecido durante estos últimos cinco años: un incompetente al frente de una institución clave. 

Nos habían contado que la jefatura del CNI tenía que estar reservada a alguien que gozara de la confianza del Rey. Por eso lo fueron Manglano y Calderón. Luego, cuando llegó el PP al poder, se exigió además el beneplácito del PSOE. Por eso lo fue Dezcallar. Finalmente, cuando volvió el PSOE al poder ya no hizo falta la confianza del Rey ni el consenso del PP, sino que bastó ser amigo de Pepe Bono. Así es el PSOE.

Ahora ponen a Félix Sanz al frente del CNI. Probablemente, el PP no ha sido consultado y tampoco parece que haya dado opinión alguna el Rey, que al parecer sólo se muestra celoso de intervenir cuando gobierna la derecha. Sanz es un militar de brillante carrera y tiene contactos en Washington. Es a todas luces más adecuado que Saiz, pero hay que reconocer que, visto lo visto, cualquiera lo sería. No obstante, la cuestión es, ¿colaborará Sanz como lo hizo Saiz si Zapatero vuelve a negociar con ETA?

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