Obama celebrity
En el caso de Obama, su faceta de celebrity se ha impuesto sobre la del presidente de los Estados Unidos, hasta el punto de que todos los que han celebrado el "cambio" en la Casa Blanca, lo que han celebrado es esta frivolización de la vida política.
A propósito de su discurso en El Cario, ya hablamos aquí del Obama papal: aquel que va más allá de sus atribuciones como presidente de una nación para llevar a cabo labores más propias de un líder intelectual o espiritual. Como es lógico, lo hizo mal, y no satisfizo ni a quienes teóricamente se dirigía –los fundamentalistas, que tardaron poco en reprochárselo– ni a quienes esperaban un discurso en defensa de la libertad, demócratas disidentes perseguidos, que se vieron abandonados. No así en Occidente, donde un discurso lleno de inexactitudes, errores y malas intenciones ideológicas triunfó por un mecanismo que aún funciona.
Lo más curioso de estos meses no es que Obama se haya presentado a sí mismo como un líder espiritual que no es ni por formación ni por capacidad, sino el hecho de que la opinión pública occidental lo haya aceptado como tal, con escasa capacidad crítica. No es exagerado hablar de culto cuasi religioso, con un Obama investido de una autoridad moral que para sí la quisiera Benedicto XVI. Durante meses, el muy ilustrado, descreído y sabelotodo mundo occidental pasó a creer fervientemente en un simple ser humano como si fuese casi un mesías.
Durante un tiempo, Obama ha sido el criterio máximo de distinción entre el bien y el mal: lo dicho o hecho por Obama alcanzaba automáticamente la categoría de "bueno". Sólo juzgándose sus palabras, no sus hechos. En el caso de la guerra contra el terrorismo es paradigmático. Resulta sonrojate comprobar cómo los "golpes" de la resistencia afgana e iraquí en tiempos de Bush son ahora atentados fundamentalistas y terroristas talibanes y alqaedistas con Obama. O cómo Guantánamo o los interrogatorios de la CIA eran la maldad absoluta antes, pero no lo son con ahora. Obama cree que hay que seguir interrogando a terroristas, pero ahora bajo su sola dirección, al margen del resto de instituciones federales. Palabra de Obama. Amén.
Paradójicamente, jamás un presidente había sido convertido en una celebrity con tal intensidad. En los medios, su tratamiento es más el de una estrella de Hollywood o de música pop que el del comandante en jefe del ejército de los Estados Unidos. Los logros que de él se cuentan, los méritos que se loan, hacen referencia a aspectos propios del papel couché y no de la política: Obama entrevistado por un niño, Obama tomando cervezas, Obama matando moscas, Obama regalando un perro a sus hijas, Obama jugando al baloncesto. Obama llorando a su abuela. No es que los presidentes americanos no participen del famoseo: todos lo hacen y forma parte de la política hacerlo. Pero en el caso de Obama, su faceta de celebrity se ha impuesto sobre la del presidente de los Estados Unidos, hasta el punto de que todos los que han celebrado el "cambio" en la Casa Blanca, lo que han celebrado es esta frivolización de la vida política.
Pero, ¿le es suficiente a Obama con lo anterior para solventar los problemas de la presidencia? No se puede sobrevivir al Despacho Oval haciendo filosofía de andar por casa, porque los problemas son reales y concretos. Tampoco posando aquí y allá como un actor de moda, porque la responsabilidad del cargo va bastante más allá de las sonrisas y lágrimas. Es verdad que el Obama papal y el ObamaLo más popular
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