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Agapito Maestre

Arte catártico

Ispansi es cine a contra corriente. Cine para fantasear, imaginar y, por supuesto, pensar que es posible una nación española.

He asistido a una película sobre el exilio y la comento con los ojos de una exiliada ejemplar. Hizo del exilio una filosofía: María Zambrano. He ido al cine y he salido ligeramente transformado. No he cambiado mi visión de España, pero veo el mundo con otros ojos, incluso he logrado imaginar que España quizá sobreviva como nación. Nación en ruinas, sí, pero nación. He visto con fruición y emoción la película de Carlos Iglesias: Ispansi, que así se dice españoles en la lengua rusa. La película narra un episodio de nuestra Guerra Civil en la Unión Soviética. Muestra las aventuras y desventuras de un grupo niños españoles exiliados en la Unión Soviética antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial. La película comienza con los inicios de la Guerra Civil y termina con la muerte de Franco.

El soporte de la narración es la eterna cuestión: un hombre y una mujer. El amor entre una falangista y un comunista trasciende lo meramente ideológico, partidista y sectario. Se hace arte. La mirada limpia de Carlos Iglesias desciende hasta los ínferos de la tragedia de eso que aún hoy llamamos España. Porque el director, guionista e intérprete contempla sus ruinas con fascinación y nostalgia, consigue transmitir esas emociones al público con sinceridad y belleza. Estamos ante una película abierta. Fantástica. En efecto, si fantasía es apertura, entonces Ispansi es una película fantástica e imaginativa para españoles conscientes de nuestra tragedia actual: el pasado que se fue y que no hicimos aún nos martiriza. Nos duele.

Ese pasado que hicieron otros, y ese hacer ajeno a nosotros es el elemento central de la tragedia de cada español, nos cerca y nos abruma. Pesa. Tanto pesa esa carga que, a veces, algunos se abandona a vivir en su cerco sin querer liberarse de esa fatalidad; prefieren vivir en el pasado de otros que arriesgarse a construir un presente liberador. Si no queremos ser vencidos por ese pasado, no tenemos más remedio que rescatar la esperanza, la libertad, de esa historia que hoy vivimos como tragedia. Eso es exactamente lo que consigue Carlos Iglesias con una excelsa fotografía, un guión ajustado a los tiempos del cine, es decir, al momento, una interpretación creíble de todos los actores y una música decente y a ratos espléndida.

Carlos Iglesias afirma la vida, la libertad, frente a la historia, receptáculo de la fatalidad. Esa es su gran aportación: rescatar la vida, la libertad de ser persona, de un pasado que inexorablemente nos cerca, o peor, es utilizado como azote por verdugos e ideólogos de carácter totalitario. Ispansi rescata la vida, la libertad, de la fatalidad de la historia de España. Ispansi es cine a contra corriente. Cine para fantasear, imaginar y, por supuesto, pensar que es posible una nación española. No es una película, sin embargo, para crear vanas esperanzas derivadas de nostalgias sensibleras. La cinta nos relata la peripecia de una nación en decadencia. Más aún, nos sugiere que contemplemos las ruinas, lo más viviente de un efímero y evanescente pasado, para descubrir su secreto.

De la catharsis de la contemplación de esta película quizá emerja una palabra redentora de todos nuestros males. ¿Por qué poner en cuestión que es posible aún la reconciliación entre españoles de distintas ideas y procedencias? ¡Quién lo sabe! En todo caso, mientras que me quede un poco de libertad, es decir, de esperanza rescatada de la fatalidad, tendré que aceptar que el enigma de las ruinas de España está contenido en la palabra reconciliación. Es algo más que un vocablo utilizado para los días de fiestas por los políticos. Reconciliación es algo más que el emblema de un edificio viejo y destartalado. Reconciliación es la palabra que da acceso a las ruinas de España. Es la única vida que queda de un pasado que renuncia a marcharse.

Ispansi es una lección de arte para construir la democracia en España.

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