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Ignacio Moncada

Contar una historia

El PP dispone de la posibilidad de contar la historia de que, por segunda vez, cuando llegaron al poder encontraron un país arruinado y corrupto, y lo devolvieron a la senda de la prosperidad. Toda un arma política.

La política moderna no premia a los candidatos más preparados, sino a los contadores de historias. Ya no triunfa quien, llegado el periodo electoral, se dedica a enumerar medidas económicas para sacar a su país del fango, ni quien propone grandes reformas políticas para limpiar de corrupción las instituciones. Lo que se lleva ahora es el storytelling, el arte de introducir ideas políticas en un formato narrativo, la capacidad para crear una imagen emotiva en la retina del votante.

Tal vez sea uno de los máximos artífices contemporáneos de esta técnica electoral haya sido Barack Obama. En su pugna con McCain no desgranó un programa político, sino que se dedicó a contar su vida. Hizo de su discurso un relato sobre un hombre proveniente de una familia humilde, que se crió en diversos países, que pudo acceder a la mejor educación americana, y que estaba a punto de ser el primer presidente negro de la primera potencia mundial. Obama tomó la historia de su vida y la esculpió para crear un símbolo del sueño americano. Ofreció a su país la posibilidad de que Estados Unidos siga siendo ese lugar en el que los sueños se hacen realidad sólo con esfuerzo y determinación. Para gobernar no sirve de mucho, pero para ganar unas elecciones la técnica es sumamente eficaz.

En España, el marketing electoral se mueve en otra longitud de onda. Las propuestas políticas se reducen a la demonización del adversario, a insuflar el terror a que los otros lleguen al poder. Sin embargo, es tal el destrozo, tan honda la depresión de la España que deja el PSOE que, sin buscarlo, puede que el PP esté dando con una buena historia que contar. Después de la catarsis electoral del 22-M, el partido de Rajoy va a ocupar el poder en antiguos bastiones de la izquierda, como Castilla-La Mancha o la ciudad de Sevilla. Y lo que el PP va a encontrar amenaza con ser todo un escándalo: cientos de empresas públicas repletas de amiguetes, millones de facturas absurdas o sin pagar y miles de millones de euros en deudas. No en vano, ya han comenzado la 'operación limpieza', una misión acelerada de destrucción masiva de documentación.

El asunto es que, al final, más tarde o más temprano, de la crisis acabaremos saliendo. No por lo que hagan los políticos, sino por el esfuerzo que llevan años haciendo empresarios y trabajadores en su día a día. Y esta salida previsiblemente pillará a Rajoy en La Moncloa, y al PP en general copando el poder en todos los niveles del Estado. Este hecho, adornado con la denuncia de la corrupción institucional heredada, y si se acompañan con los gestos apropiados, como planes serios de austeridad y alguna que otra reforma, puede que terminen confluyendo en una nítida imagen que dé mucha fuerza electoral al PP. La posibilidad de contar la historia de que, por segunda vez, cuando llegaron al poder encontraron un país arruinado y corrupto, y lo devolvieron a la senda de la prosperidad. Toda un arma política.

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