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Agapito Maestre

Un ministro sólido en un mundo líquido

La coherencia es algo más que mantener un criterio. Es justificarlo. Y eso lo hace Cristóbal Montoro como nadie. Tiene algo de lo que carece el resto de ministros fuertes de este Gobierno

El ánimo de muchos intelectuales y analistas políticos, de periodistas y funcionarios, oscila entre el humor y la ironía. No acaban de creerse algunos nombramientos, tampoco tragan con lo del IRPF, y hablan de la falta de coherencia tanto de quienes nombran como de los que aceptan los cargos. Unos se indignan, otros se ríen y, en general, la mayoría observa el espectáculo con distancia dramática. La vida. No pasa nada, amigos, son cosas del institucionalismo político. Siempre fue así y seguirá siéndolo. El espectáculo que ofrecen algunos ministros es reconfortante, sencillamente, porque hablan, dicen y transmiten. Quizá se equivoquen, pero prefiero a éstos que a los que callan. No soporto a los que guardan silencio. Son la negación de la política.

Mientras que el PSOE está a lo suyo y el PP no acaba de arrancar, empezamos a ver cositas y detalles que nos hacen "esto" un poco más agradable. No todo es gris. El Gobierno, dicen algunos, actúa con premiosidad; mientras que otros, los sectarios de la izquierdona antiilustrada y casposa, critican las dosis de entusiasmo  levantadas por los anuncios del  ministro de Justicia y las reformas predicadas por la vicepresidenta del Gobierno en la comparecencia en la Comisión Constitucional. De todas esas comparecencias, que demuestran que la democracia y, sobre todo, el Estado de Derecho no es algo acabado sino algo en permanente construcción, destaco la de Cristóbal Montoro, en la Comisión de Hacienda y Administraciones Públicas. Sobresale por la coherencia del personaje, a pesar de que lo dicho en campaña electoral tuviera que cambiarlo en el primer Consejo de Gobierno. La coherencia es algo más que mantener un criterio. Es justificarlo. Y eso lo hace Montoro como nadie. Además, como espero justificar aquí, Montoro tiene algo de lo que carece el resto de ministros fuertes de este Gobierno.
 
Sí, reconozco que tengo cierta debilidad política por Cristóbal Montoro. Tanto en la oposición como en los gobiernos en los que ha participado, Montoro es un valor seguro. No defrauda. Tampoco ahora, en este comienzo azaroso de legislatura, da señales de perderse en el mundo liquido que pretenden imponerle alguno de sus colegas. Montoro sigue firme. Es uno de los políticos más honestos del sistema democrático.  Podrá hacerlo bien o mal, pero es alguien que tiene muy bien estudiado sus temas.  Es un trabajador infatigable y, además, transmite mejor, mucho mejor, de lo que algunos periodistas le conceden.
 
En pocas palabras, la agenda de Cristóbal Montoro podrá gustar más o menos a los analistas políticos, pero nadie dirá que carece de papeles, planes y medidas. Ayer, en su primera comparecencia en la Comisión de Hacienda y Administraciones Públicas, volvió a demostrar que sabe de lo que habla y hacia dónde se dirige. Más aún, el ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, lejos de ir por libre y dando bandazos, ha dicho lo mismo que el presidente de Gobierno le ha transmitido a la señora Merkel; "Cumpliremos el objetivo del déficit del 4'4 por ciento".  Ya sé, ya sé, que también ha expresado que "ve claro que Europa revisará sus previsiones de crecimiento y modificará los objetivos de déficit planteados". Creo que si Montoro se ha atrevido a hacer esas dos previsiones, aparentemente contradictorias, es porque tiene una agenda, un trabajo bien preparado para prever situaciones de riesgo.
 
Tener papeles preparados es, en efecto, lo que distingue a Montoro de otros miembros del Gobierno.

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