No tengo ni idea de qué es lo justo en estos casos.
Pero si sigo sus argumentos, todos los presos a la calle.
Pues con todo mi respeto por las opiniones de Cesare Beccaria, Mikel Buesa, los redactores de la Constitución, las concepciones modernas del papel de las penas carcelarias y el Sursum Corda, una de las cosas que me producen satisfacción cuando veo, por ejemplo, la actitud desafiante de gente como Chapote en los juzgados es pensar que pasarán la parte más importante de sus vidas entre rejas y saldrán a la calle ya ancianos.
Y si encima fuese picando piedra, mejor que mejor.
Aparte de eso, no veo qué tiene que ver el acercamiento al País Vasco con el adecuado tratamiento o no de una dolencia médica, incluso si ésta es psiquiátrica. Si le duele el alma por la distancia, que se *oda.
Imagino lo que tiene que sentir Ángeles Pedraza.
y 2
Lo que resulta de ello es que la aplicación de principios humanitarios no pocas veces deviene en la negación misma de cualquier atisbo de justicia. Y entiéndase la referencia a la justicia en este caso como la sanción debida por la lesión o puesta en peligro de un bien jurídico.
Una sociedad se mantiene si en última instancia si las lesiones de los bienes jurídicos que estima valiosos no quedan sin sanción.
Y es que un instrumento más adecuado para atemperar la aplicación de la ley penal y humanizar ciertos resultados indeseables que su automatismo puede provocar mejor vendría por un ejercicio ecuánime de la prerrogativa gubernamental del indulto.
Lo que pasa es que los gobiernos se cuidan muy mucho de jugarse su credibilidad pública en estos asuntos y prefieren endosarlos a la legislación ordinaria para comparecer como meros espectadores y convidados de piedra de un proceso cuyo control se les escapa, para a continuación poder seguir clamando por penas cada vez más duras y por ende de imposible cumplimiento con lo que la sed de venganza siempre latente se sacia en apariencia si bien en el fondo el proceso cada vez más se convierte en farsa.
Disculpe la extensión de este post que tiene a fárrago.
Un placer leerle siempre.
Estando de acuerdo con su planteamiento teórico, que en sí mismo pocas objeciones presenta, el problema sin embargo Sr Buesa, como tantas veces, tiene mucho que ver a mi juicio con los resultados prácticos que su aplicación acarrea.
Por no hablar de etarras, que siempre carga las sensibilidades y por no centrarnos en España, hablemos de Bernard Madoff, condenado de hecho a morir en una prisión de EE.UU por el tocomocho piramidal con que estafó a la beautiful people norteamericana.
Según compruebo en internet, Madoff nació el 29 de Abril de 1.938, por lo que cumplirá en breve, 75 años pese a lo cual deberá seguir en prisión y no tendrá derecho a que se le aplique una ración de humanitarismo penitenciario que le permita eludir la condena y regresar a casa atendida su edad y los inevitables achaques que ello acarrea.
Por contra, nuestro aprendiz de Madoff, nacional, que responde al nombre de José María Ruiz Mateos, y es sólo seis años mayor que el genuino Madoff, se ha apresurado ya a descontar esa aplicación compasiva del régimen penal que le aguarda y no por casualidad anda proclamándose único culpable de las irregularidades y tropelías protagonizadas por Nueva Rumasa.
Ruiz Mateos sabe muy bien que por estos lares, en ningún caso se pisa la prisión cumplidos los 75 años, con lo que su objetivo es lograr de rebote la absolución de sus vástagos si concentra en él las responsabilidades que ahora se están empezando a investigar.
¿Es justo este último resultado?
De su humanitarismo, no albergo dudas, pues la salud del Sr Ruiz Mateos a simple vista se percibe delicada
Conozco el punto de vista de Beccaría y me parece una auténtica boutade. En primer lugar Beccaría no define el concepto de venganza con respecto a su etimología y la etimología, es decir la raíz, es la que da sentido profundo al concepto. El término venganza viene del latín "vis dictum", llamada a la fuerza y la legitimidad del uso de la fuerza no depende del recurso a la fuerza en si si no de su necesidad que es la que avala la legitimidad. El Estado moderno o lo que de otro modo prefiere denominarse Estado de derecho ha sustituido la función gestora o la legitimidad de ejercicio del Estado por un "neolegitimismo" progre en función del cual el monopolio de la violencia por parte del Estado constituría un derecho absoluto y no una delegación subordinada a una función anterior que es hacer justicia y el humanitarismo o buenismo que pretende que el Esatado haga la labor de redentor de almas descarriadas es un sustitución laica de la vocación religiosa pero desprovista de sentido trascendente cuya seña de identidad es sustituir la idea de justicia por la de orden y exigir que las víctimas se comporten como mansos eunucos. Pues bien quien valora la defensa contra el agresor como venganza justifica al delincuente así se llame Becaría, Concepción Arenal, Juan Jacobo Rousseau o toda la caterva correccionalista krausista que infecta nuestras facultades. Quien justifica al delincuente negando el principio de deuda niega la justicia. Y si no hay justicia el llamado Estado de derecho no es más legítimo que una banda de asesinos.