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Ketty Garat

Tormenta de verano

Pues así parece que estemos. Esperando a que la tormenta amaine; que escampe el temporal y podamos ver la luz del sol y disfrutar del tiempo libre. "Quiero volver a hablar del tiempo con mi vecina y no de la prima".

Querido Pablo:

Lo de que un periodista nunca duerme supongo que va por esta semana. Y eso que yo soy experta en las curas de sueño a pierna suelta. Llevo una semana tan frenética que la risa nerviosa ha provocado la preocupación de mis compañeros por una edad del pavo tardía. Porque la menopausia espero que no sea... ¿ves? Ya estoy otra vez diciendo tonterías. Yo creo que la excitación viene por la prima de riesgo. Cómo iba a pensar yo hace meses que nos contagiarían el ánimo los mercados financieros. Tan es así que esta semana, cuando ya veíamos los 700 puntos en el horizonte, llegó Mario Draghi y dijo eso que en realidad no dijo y todos suspiramos aliviados, como si nos hubieran dado Prozac. Yo estaba en el Congreso (para no variar), escuchando a Rodrigo Rato. Abrí Libertad Digital y lo comuniqué en alto al pasillo de las radios donde estaba congregada toda la prensa económica: "Draghi dice que hará todo lo posible". "¿En serio?", contestaron muchos desconfiando de la actuación del BCE en la que el Gobierno lleva toda la semana confiando. Al rato, he de confesarte que me emocioné. Supongo que será el exceso de horas y el monotema de la prima, pero volví a abrir nuestro diario y volví a gritar: "¡La prima está en 570!" (Rato seguía largando). Mirando la pantalla del ordenador me sonreí pensando que esto puede quedarse en una tormenta de verano.

Luego relajé la pestaña porque este Draghi es de esos hombres italianos que insinúan pero no prometen; que le da mucho al pico, pero poco a la manivela. Vamos, que mucho lerele, pero poco larala. Con este panorama una se vuelve desconfiada hasta con el tiempo veraniego y piensa en conjuras financieras que podrían llenar de nubes nuestro turismo de sol y playa y, de paso, fastidiarnos el verano a los españolitos que tanto lo merecemos. ¿Por qué vamos a confiar en que una insinuación supondrá que el BCE comprará deuda española? Si los papeles del último Consejo europeo, en los que figuraba la recomendación de que actuara el BCE, se los lleva el viento, no será peor aún con las palabras. Papel mojado, lo primero; sólo palabras, lo segundo.

Sé, por lo que cuentan, la intensa ofensiva del Gobierno; las conversaciones al más alto nivel; la tourné de De Guindos... pero no son menos ciertos los resbalones del Ejecutivo: la nota de Méndez de Vigo, Margallo llamando clandestino al BCE... Y también sé, por lo que me cuentas, los temores y advertencias gubernamentales de que "estaremos aún peor antes de empezar a mejorar" en los mercados. Ahora que me voy de vacaciones –y te echaré de menos, no lo dudes– a mi querido Ferroliño, me acuerdo de ese decálogo de frases del ferrolano con las que bromeamos mis amigos y yo. La número uno refleja la esperanza y el carácter de quien, acostumbrado a un cielo encapotado, confía en la salida del Sol: "Dicen que va a abrir".

Pues así parece que estemos. Esperando a que la tormenta amaine; que escampe el temporal y podamos ver la luz del sol y disfrutar del tiempo libre. "Quiero volver a hablar del tiempo con mi vecina y no de la prima", dije hace poco en Moncloa al alto comisionado para la marca España. Nos reímos con tristeza los periodistas, enfrascados en nuestro particular microclima de frustración y obsesión bursátil que nos contagian los políticos. Es cierto que son los diputados rasos los que más temen porque "el Gobierno no suelta prenda". Por una vez siguen al unísono el argumentario de que la prima "no refleja la realidad de la economía" y en el cántico le acompaña el ministro alemán Wolfgang Schaeuble. En este sentido, me contaron el otro día una historia que viene a confirmar esta idea. En 2002, Montoro –ministro de Hacienda también entonces– llegó a su ministerio emocionado por un dato revelador. Muchos torcieron la boca al escuchar del jefe que por primera vez una tal ‘prima de riesgo’ había cerrado en negativo. "Es importantísimo", dijo Montoro, enfrascado en la revelación e intentando convencer sin éxito a los suyos. Su equipo comenzó a llamar a la prensa para vender la mercancía, presentarles a esa desconocida prima, y conseguir un titular en portada. Pero la cosa no pasó de un triste breve.

Los medios nos dejamos llevar por una alarma lógica que, sin embargo, a veces, carece de realidad. Alertamos sobre la tormenta financiera del mes de agosto y los previsibles 700 puntos, pero se dice poco que es un mes en el que no hay subasta de deuda y, por tanto, no es vinculante ni preocupante. Este dato me lo dieron el jueves tras esa maratoniana jornada de comparecencias sobre Bankia en la que anhelé que algún día Rodrigo Rato vuelva a la primera línea política. Un excelente parlamentario, te lo digo yo, que tengo sobredosis de parlamentarismo. Sobre las 22:30 salía del Congreso –puerta de Cedaceros– y estaba cayendo la de San Quintín. Hacía calor pero parecía el diluvio universal. Me empapé mientras oía los truenos y contemplaba los relámpagos que iluminaban el negro horizonte. En un principio me enfadé. "Lo que me faltaba", pensé entre el ruido, el agua, los charcos y la oscuridad, pero mientras llegaba a casa caí en la cuenta. Es sólo una tormenta veraniega. Mañana saldrá el sol. O como dicen en mi tierra: "Va a abrir".

Un beso Pablo

¡Y buen verano, que nos lo hemos ganao!

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