No, no es el "amo" sin "odi" de Catulo. Es el Amo de Amo, que así se llamaba Anton Wilhelm , qué cosas crea la realidad, un esclavo negro de Costa de Oro. Deteriorada mi legendaria combatividad por las palabras de Mario, el malvado mago europeo del euro, por el ataque de amnesia de Mario Jiménez, el cantinflas de Griñán, que olvidó mentir por un día y reconoció las patrañas de Zapatero y, sobre todo, por el paro andaluz, dos de cada tres activos y casi 100.000 familias con todos sus miembros desempleados, he decidido que la salvación está en la literatura de redención (que nos redime del dolor de la historia). Y de ahí viene lo de Amo, probablemente de la tribu de los ashanti, que perseguía gozoso en su playa africana una bandada de avestruces sobre el 1700 cuando un buque holandés se abatió sobre él y lo convirtió en esclavo.
Lo sorprendente no es que unos hombres esclavizaran a otros, claro, sino que Amo fue regalado por sus captores al duque de Brunswick que, eso sí que fue un sopetón de humanidad, lo mandó a estudiar a La Haya y a Wurtemberg, Alemania, donde adquirió importantes conocimientos astronómicos y literarios, entre ellos los Principia de Newton. Tanto aprendió el negro de las tierras del polvo de oro que llegó a fundar una cátedra respetada incluso en la Universidad de Jena, ¡Dios, la de Hegel! Al decir de los coetáneos, padeció de cierta fama y fortuna, tanta que el perseguidor africano de corredoras, fue designado Consejero de Estado en Berlín. De las penalidades de su vida amorosa, no sabemos nada por lo que habremos de inventarla otro día. Sin embargo, se enamoró de la filosofía y peleó contra el dualismo cartesiano imperante de las res extensa y la res cogitans.
Lo cierto es que posteriormente y a la muerte de su benefactor, el ya sabio negro desapareció de la Europa de la razón emergente y retornó a la actualidad como ermitaño –qué sería lo que le aterró en Alemania–, en Saba, donde aún estaba el palacio de la reina, cerca de donde se decía reposaban el Arca de la Alianza y las Tablas de la Ley. Pero llevado por un impulso irresistible, no se sabe cuándo, volvió a su Ghana de nacimiento donde seguramente murió en la fortaleza de San Sebastián de Chamah sobre 1753 (otros hablan de 1784), uniendo sus cantos tribales infantiles a la luna con la fórmula de la gravitación universal. Seguramente loco.
¿A que les he distraído de la crisis y de la infamia de lo real? He mencionado esta historia porque pertenece a la clase de las narraciones que nunca escribiré. Les advierto que, a pesar del peliculón que podría hacerse con ella –imaginen secuencias y escenas–, sigue pasando desapercibida quizá por ser tan real como la infamia de Zapatero. Siguiendo a Borges, razón en: Enclopedia Universal Ilustrada Espasa-Calpe, tomo I. Y si lo encuentran, lean su libro Tractatus de Arte Sobrie et Accurate Philosophandi de 1738.

