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Amando de Miguel

Insultos, mentiras y mendacidades

La gente es muy crédula, y confía, por ejemplo, en las teorías conspirativas. Da la impresión de que las mentiras circulan mejor que las verdades.

Aquí hemos comentado algunas veces ese hecho tan llamativo de que la gente sea tan crédula, que confíe, por ejemplo, en las teorías conspirativas. Da la impresión de que las mentiras circulan mejor que las verdades. Chaim (o Jaime) Lerner me cuenta el uso que se hace en la campaña electoral actual de los Estados Unidos sobre la Big Lie (= la gran mentira). La idea es que los votantes poco decididos están dispuestos a creer todas las patrañas que el candidato cuente sobre el oponente. Cuanto más mendaces, mejor. Se dice que la expresión "la gran mentira" procede de Hitler. Un reciente artículo del periodista Michael Moynihan (presumo que debe de ser hijo de Daniel P. Moynihan) sostiene que esa explicación es también una gran mentira. Añado que la cosa viene de lejos.

En los años 50 los detractores del senador McCarthy le acusaron de utilizar la técnica nazi de la gran mentira en su campaña ferozmente anticomunista. Aludían igualmente a las tácticas inquisitoriales. En ambos casos se trataba de alegorías. Muchas veces las

mentiras que se hacen públicas son simplemente una cuestión de significados, de palabras. Es asombrosa la credulidad de la gente. No fue un descubrimiento de Hitler, personaje sobrestimado por sus adversarios. Una gran mentira internacional de nuestro tiempo es que los países musulmanes pueden transitar pacíficamente hacia la democracia.

G. Sánchez confiesa que prefiere "el insulto a la demagogia; o a la mentira". Reconoce el esfuerzo que se hace ahora para que ningún colectivo se sienta insultado. Cita el ejemplo de los gitanos cuando se trata de dar cuenta sobre reyertas en las noticias de la tele. Se nota el esfuerzo que hace el periodista para no citar la palabra gitano, pero es igual, las imágenes recogen un plano con tendederos de ropa en los balcones. El espectador ya sabe que se habla de gitanos.

A propósito del insulto con gracia, Juan Díaz López-Canti recoge la historia de un furibundo lector de periódicos que interpeló a Valle Inclán de esta forma: "¡En su último artículo ha insultado usted a mi padre!". El escritor le contestó impávido: "¿Está usted seguro?". Naturalmente, la gracia estaba en si la duda se podía aplicar al insulto o a la paternidad.

José María Navia-Osorio rebate esa gran mentira que ahora circula sobre que "los hijos de la próxima generación van a vivir peor que sus padres". El de Oviedo considera que ese vaticinio es "tontería". Como yo lo he sostenido alguna vez, me toca defenderme. No es agradable sentir que uno pasa por más tonto de lo que es. Es evidente que la generación de nuestros hijos y nietos va a disfrutar de innúmeras ventajas técnicas. Lo que se discute es si esas ventajas, digamos, objetivas van a compensar otra muchas deficiencias. Lo de vivir mejor o peor hay que hacerlo respecto a las posibilidades y las pretensiones. Reitero mi posición. Muchos jóvenes, incluso con más patrimonio o más estudios que sus padres, van a vivir peor que ellos.

Tiene razón don José María sobre la gran mentira del cambio climático. A veces se echa mano de una pretendida serie histórica que comienza en los años 60 del siglo pasado para demostrar que cada vez llueve menos. Yo me he tomado la molestia de medir la lluvia caída, estación por estación, mes por mes, desde hace más de 150 años. Al menos por ese lado, no hay cambio climático (en España) sino una trayectoria cíclica. Precisamente, los años 60 del pasado siglo fueron muy húmedos. Lo curioso es que los años de sequía coinciden con las fases de crisis económicas.

A don José María le fascina la sarta de mentiras en torno al caso de la concejala libidinosa de un pueblo de La Mancha. No solo no enviaba los vídeos a su marido, sino que ni siquiera conocía personalmente al apuesto futbolista que al final los recibió. Son solo mentirijillas. Es el tipo de mentiras que todo el mundo hace como si se las creyera. Dicen mucho sobre la naturaleza humana. A mí la concejala voluptuosa me da mucha ternura.

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