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Francisco Pérez Abellán

El hombre lobo era una loba

Un pis agachado de la loba debió ponernos en guardia, porque los lobos mean de pie, como los hombres, y guardan aunque sea una gota para marcar el territorio.

Debido a la ola que estamos haciendo en la Universidad Camilo José Cela con la investigación sobre Prim, surgen aquí y allá trabajos relevantes de Antropología Forense que están tomando una gran dimensión. Por ejemplo, nos llega de Galicia el descubrimiento, por parte de un investigador, de que el hombre lobo gallego, el lobisome, era en realidad una loba.

No había necesidad de confundirlo, ya que, afirma Camilo, el del premio, que los cánidos, como los felinos, tienen los cojones pequeños y pegados a la bolsa del escroto, cosa bien diferente de la hembra, pero que se le pasa sin sentir al poco observador.

Manuel Blanco Romasanta, el hombre lobo de Rebordechao, del que habla Camilo José Cela en su libro El gallego y su cuadrilla, fue inscrito en la parroquia con el nombre de Manuela, y en la matrícula de su sexo, lo que al parecer se creyó un micropene era en realidad un muy crecido clítoris. De tal forma que a sus impulsos asesinos Romasanta debía añadir la confusión sobre su identidad sexual. Según el estudio, era un hermafrodita, y eso explicaría que se llevara tan bien con las mujeres y aprendiera como ninguna a coser, planchar y cocinar, virtudes que en la época eran más bien de las féminas. De la misma cuerda, aprendió a eliminar a las de su mismo sexo en forma de catarata.

Romasanta, el hombre lobo de Allariz, mataba a la gente para quitarle las mantecas o, dicho en gallego, los untos. El sacauntos, que ponía en riesgo a cualquiera y que sufría lo indecible al hacer desaparecer a personas con las que se llevaba muy bien, en vez de un hombre hosco y huidizo sería entonces una mujer reservada y callada, que hacía muy buenas migas en la aldea y que figuraba entre las más atractivas de la localidad, contrariamente a lo que se pensaba. Delicada y meticulosa, preparaba sus salidas al monte con vecinas de su localidad para hacerlas llegar a Santander o más allá.

La señora loba de Allariz se había preocupado de convencer a las vecinas y a sus hijos para que la acompañaran, y una vez comenzado el viaje había quien era atacada o hecha desaparecer por un ser egoísta y ambicioso que pretendía todos los objetos de valor.

La loba de Allariz decía haber comido hombres vanidosos, niños empecinados y señoras pérfidas, sin que nadie pudiera impedirlo, y enterrado los huesos en cuevas con malformaciones del terreno que impiden el paso. La loba sangraba por el tiro de un cazador y se pasaba las tardes meneando el lomo.

La vida de una loba no tiene ni punto de comparación con la del lobisome. El hombre lobo gallego fue quedando sin credibilidad, hasta el punto de que dudaban de que hubiera secuestrado y matado a tantas como decían. Hay quien revisa las cuevas de Allariz, Rebordechao y otras en busca de los huesos de las mujeres y niños que mató. Por desgracia, sin fortuna, porque el campo es muy ancho y no hay quien le ponga puertas.

En noches de luna llena, la persona sufría un síndrome licántropo y se transformaba en un espléndido animal que no era, como creíamos, un lobo de concurso, sino una loba con un par de ovarios, que ya habría disfrutado Cela con contarlo en El gallego y su cuadrilla. Esto confirma a los que pensamos que las mujeres, cuando salen asesinas, son peores que los hombres.

Un pis agachado de la loba debió ponernos en guardia, porque los lobos mean de pie, como los hombres, y guardan aunque sea una gota para marcar el territorio. Así pues, uno de los principales criminales españoles de todos los tiempos resulta que era mujer, y pasó por encima de toda las dificultades.

En lo más bajo del patio de Monipodio, una legión de mujeres se reparten los papeles deperseguidoras del delito. Su antepasada común, licántropa, se ocultó en el cuerpo de una asesina que hoy hasta las bruxas galegas buscan para enterrarle. El hombre lobo gallego es una vindicación de todos nosotros. Un lobo hombre mítico que ha asustado durante generaciones allá en la tierra fría de Galicia.

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