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Eduardo Goligorsky

El secesionista simpático

Josep Antoni Duran i Lleida es un veleta que quiere quedar bien con Dios y con el diablo.

Josep Antoni Duran i Lleida es un veleta que quiere quedar bien con Dios y con el diablo.

El resultado de la elección del 25-N en Cataluña despejó las últimas dudas que podían quedar sobre la escasa o nula fiabilidad de las encuestas. El error fue de tal magnitud que obliga a sacar la conclusión de que o se manipulan premeditadamente los porcentajes o los consultados toman el pelo a los entrevistadores. Sólo así se puede entender que Josep Antoni Duran Lleida aparezca en los sondeos como una de las figuras políticas con mayor puntaje de aprobación en España. De lo que no cabe duda es de su habilidad para –con perdón de sus creencias religiosas– quedar bien con Dios y con el diablo. Motivo por el cual siempre lo he definido como "el secesionista simpático".

Desfasado y arcaico

En mi libro Por amor a Cataluña. Con el nacionalismo en la picota (Flor del Viento, 2002) reproduje algunos titulares que le dedicó La Vanguardia cuando aún hacía predominar la simpatía sobre el secesionismo:

"Duran considera desfasado y arcaico el discurso del nacionalismo catalán. Cabe preguntarse al acabar el siglo XX, sin manías ni miedos, qué aporta el nacionalismo al bien común" (26/7/96). "Duran pide a [Pere] Esteve que no sacralice la autodeterminación" (22/9/96). "Pujol advierte que un desmarque de Unió en la ley del catalán sería insolidario y muy grave" (23/2/97). "Pujol bordea la ruptura con Duran en la polémica sobre la ley del catalán" (25/2/97). "Duran sostiene que el catalán no debe ser jamás un tributo que pagar para pertenecer a Cataluña" (11/2/98). "Duran dice en Quebec que el futuro de Cataluña no pasa por la independencia" (5/5/2000). "Duran ve un error recrearse en la insuficiencia de autogobierno y buscar enemigos exteriores. El líder de Unió invita a superar el nacionalismo que sólo hace afirmaciones patrióticas. Es un disparate exigir a alguien que deje de ser español para ser catalán" (14/5/2000).

¿Duran Lleida cambió radicalmente de opinión desde entonces? Sus cambios se pueden equiparar, para ser más precisos, a los que se observan en la veleta según la dirección en que sopla el viento.

Adelantándose al frenesí preelectoral, tuvo uno de esos accesos de racionalidad simpática que, según sus críticos talibanes, trasvasaron votos de CiU a ERC, y que según sus simpatizantes oportunistas evitaron una mayor fuga de votos hacia el PP y C's. Según La Vanguardia (3/11):

En su carta web semanal, Duran se reafirmó en las dificultades para que Catalunya continúe dentro de la Unión Europea en el caso de que llegara a ser un Estado independiente y en la necesidad de ser "rigurosos y hacer bien las cosas". (...) Duran sostuvo en declaraciones a ABC Punto Radio que no tendría sentido que la consulta "no sea legal" e incluso manifestó su creencia de que "no hay una gran mayoría de ciudadanos que deseen la independencia", aunque señaló que podría estar equivocado. (...) "Si no se llega a un pacto Catalunya no debe hacer nada que no sea legal", opinó. En cualquier caso, dijo, "es malo que España no tenga a Catalunya, y es malo que Catalunya no tenga a España".

Este tipo de desahogos inflamaron aun más los rencores que los guardianes de la ortodoxia siempre han alimentado contra su voluble compañero de viaje. Uno de ellos, Joan B. Culla i Clará, se extralimitó en los interrogantes (El País, 6/12):

¿Caballo de Troya? ¿Saboteador? ¿Quintacolumnista? ¿Quisling en Barcelona?

Legislación anacrónica

Después del estrepitoso fracaso de la patochada secesionista, que sólo arrastró al 34% del censo electoral, Duran hizo una última tentativa por salvar los muebles. Nuevamente según el somatén mediático (LV, 2/12):

Utilizó el consejo nacional extraordinario que Unió Democràtica celebró ayer para marcar perfil propio y llamar a los cuadros de su partido a "no dejarse arrastrar más" por el independentismo, porque Catalunya va "hacia la división" y su partido no lo puede permitir. El líder de Unió afirmó que, en estos momentos, "el país va hacia la división: unionistas e independentistas, blanco o negro. Unió no puede identificarse con esta división. Se tiene que superar". Durán se mostró convencido de que la federación nacionalista ha dejado "huérfanos a centenares de miles de catalanes no independentistas", y eso, remarcó, "Unió no lo puede permitir".

Llamativa coincidencia de este diagnóstico de Duran sobre la división de Cataluña con aquel otro de José María Aznar –"Si quieren romper España, antes tendrían que romper Cataluña"– que sacó de sus casillas a Artur Mas y le hizo exclamar (LV, 23/11):

¡Es imperdonable! Los catalanes tenemos orígenes muy diversos, apellidos diversos, hablas diversas... e intentar dividirnos por ahí, ¡eso me indigna!

Pues la división, que Duran y Aznar denuncian con distinta intención pero idéntica verosimilitud, la provocan precisamente los iluminados retrógrados cuya meta está situada trescientos años atrás, cuando la Inquisición y los déspotas comarcales aniquilaban el mínimo asomo de esa diversidad que Mas simula reivindicar. Y lo hacían con la misma saña con que ahora una legislación anacrónica ahoga el bilingüismo mediante la inmersión monolingüe.

Enormidad discriminatoria

Llegamos así al punto donde el secesionista hasta ayer simpático destapa su otro yo intolerante, ése que le hace decir (LV, 8/12): "Se equivocan quienes buscan diferencias con Mas". Precisamente, el mismo somatén mediático subrayó (13/12) que Duran fue "el más vehemente que descargó su artillería sobre el ministro" Wert en el Congreso de los Diputados. El motivo, "la reforma educativa que pretende imponer el castellano como lengua vehicular en Catalunya en igualdad de condiciones que el catalán". No en sustitución, ni en condiciones de superioridad, sino "en igualdad de condiciones". Frente a tamaña herejía, Duran reaccionó con la cerrazón dogmática propia de los talibanes secesionistas:

Duran arrancó advirtiendo al ministro que "el sistema educativo catalán está tan integrado en la sociedad que no hay Gobierno que lo pueda cambiar" y terminó exponiendo que "la lengua no es negociable" porque "es el nervio principal de nuestra condición de nación".

Como colofón, exhibió un encono chovinista que choca frontalmente con aquella amplitud de miras de la que hizo gala a finales del siglo pasado, cuando todavía ambicionaba ocupar un ministerio en Madrid. En el calor del debate profirió esta enormidad discriminatoria:

Muchas veces la lengua mayoritaria al [sic] patio no es el catalán. Lamentablemente, sí, lamentablemente, subrayo, sigue siendo el español.

Lamentablemente, sí, lamentablemente, esos niños, víctimas de la inmersión monolingüe, terminarán deformando el castellano como lo hace el secesionista que fue simpático, y dirán "al patio" cuando lo correcto es "en el patio".

El dedo en la llaga

Alicia Sánchez Camacho pone el dedo en la llaga cuando denuncia (LV, 22/12)

el fracaso de Josep Antoni Duran Lleida y los trece diputados de Unió en este Parlament, que no han hecho valer la moderación de la que presumen.

Trece diputados que podrían inclinar el fiel de la balanza hacia la racionalidad, pero que obedecen sumisamente las órdenes de los dos amos: Artur Mas y Oriol Junqueras. Ahora, avalan un equipo de gobierno en el que, según El País (28/12), el talibán Francesc Homs se ocupará de:

"Tejer complicidades" en el extranjero sobre el proceso de autodeterminación, optimizando los recursos que ya tiene la Generalitat. Así ha abogado por ahondar en la agenda de contactos internacionales a través del Parlamento Europeo, los ciudadanos catalanes en el extranjero y las oficinas de la Generalitat para trabajar los "potenciales aliados" que, según ha dicho, defienden el proceso soberanista.

Josep Antoni Duran Lleida es presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso de los Diputados. ¿Es compatible este cargo de excepcional responsabilidad con la participación en un Gobierno regional manifiestamente insumiso en los planos institucional, económico, social y cultural, y que para más inri deja explícita su voluntad de internacionalizar los conflictos que mantiene con el Gobierno legítimo de su país para romper la unidad territorial? Me vienen a la mente los calificativos que Joan B. Culla aplicó a su aliado circunstancial, y no los repito para no rebajarme a su nivel.

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