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Daniel Rodríguez Herrera

Demasiado poco, demasiado tarde

Lo que no parece que vaya a suceder es que BlackBerry vuelva a estar en aquella posición envidiable de la que disfrutó antes del iPhone.

Una de las principales tareas de todo gurú que se precie es hacer predicciones sobre su campo, equivocarse casi siempre y publicitar todo lo que pueda las escasísimas ocasiones en que ha acertado. Sin embargo, lo que yo siempre recuerdo es mi fracaso estrepitoso en pronosticar el futuro del Mac, que veía negro zaíno, ingenuo de mí, allá por el 2003. Así nunca haré carrera ni llegaré siquiera a los 5.000 seguidores en Google+. Pero ahora que RIM se llama BlackBerry, como debía haber hecho hace diez años para evitarnos a los periodistas tener que explicar qué narices era eso de Research in Motion, y ha lanzado una revisión total de su sistema operativo para móviles resulta obligado intentar predecir si tendrá éxito.

BlackBerry 10 parece un buen sistema. Como poco, parece estar al nivel de los tiempos, que es mucho más de lo que se podía decir hasta ahora. Los terminales, además, tienen buena pinta, y han hecho bien en mantener la opción del teclado físico, al que aún son adictos sus usuarios. Pero el momento en el que llega y la situación de la compañía tienen elementos que recuerdan a cuando Palm se renovó lanzando Web OS y al momento en que Microsoft decidió sacar Windows Phone 7.

La primera, veterana compañía de agendas personales primero y de teléfonos después, tuvo cierta cuota de mercado que fue perdiendo progresivamente a favor de, entre otros, la propia BlackBerry. Para cuando sacó al mercado un sistema a la altura de las circunstancias no logró convencer a los usuarios ni a los desarrolladores y acabó comprada por HP, que terminó de enterrarla.

En cuanto a Microsoft, fue de los primeros en darse cuenta de la importancia que tendría el móvil, y tuvo mucho éxito en su día con Windows CE. Pero tardó en adaptarse a las pantallas táctiles y, pese al excelente interfaz de usuario de Windows Phone, ha cometido errores graves, como dejar a sus usuarios abandonados y sin actualizaciones muy poco después de aparecer. Eso sí, tiene algo de lo que Palm carecía y BlackBerry sí disfruta: una cierta base desde la que trabajar. Microsoft la tiene en los ordenadores personales y por su acuerdo con Nokia; BlackBerry, con los clientes corporativos que aún usan su sistema.

Tanto Windows Phone 8 como BlackBerry 10 tienen algo que los separa de la competencia. En el primer caso, además del Office, está el hecho de que comparte el núcleo del sistema operativo con Windows 8 y, en breve, Xbox. Microsoft espera que, una vez se haga una aplicación para su sistema operativo de escritorio, el desarrollador también la lance para el teléfono, porque resultará muy fácil adaptarla. En cuanto a BlackBerry, ha mejorado su situación de cara a las empresas con Balance, que permite a los usuarios disponer de su móvil de trabajo para uso personal sin que a los administradores de sistemas les dé un infarto por que instalen el Angry Birds.

El problema es que a estas alturas no creo que sea suficiente. BlackBerry vive de dos mercados: los adolescentes atraídos por el reducido precio tanto de los terminales como de las tarifas de datos y los clientes corporativos. No está claro que los BlackBerry 10 vayan a tener un precio lo suficientemente bajo como para atender a su primera clientela, y la segunda se va reduciendo progresivamente ante la creciente implantación del BYOD ("Bring Your Own Device", o "tráete tu propio cacharro" en español). Cada vez más empresas instalan las aplicaciones corporativas necesarias en los móviles personales de los empleados, y lo que quiere BlackBerry es que hagan lo contrario. A veces nadar contracorriente es la única manera de tener un gran éxito, pero en la mayor parte de las ocasiones es la mejor forma de ahogarse.

En cualquier caso, parece que nos estemos acostumbrando a considerar sólo los escenarios en que el ganador se lo lleva todo, que diría Abba. Y no tiene por qué ser necesariamente así. Podría ser perfectamente posible que Android se convirtiera en el Windows de los móviles, Apple tuviera un nicho amplio en la gama alta, BlackBerry mantuviera unas decenas de millones de clientes corporativos, Microsoft mantuviera una saludable cuota del 10% y todos ellos siguieran haciendo negocios, al menos hasta que llegue la Siguiente Gran Innovación™. Pero lo que no parece que vaya a suceder es que BlackBerry vuelva a estar en aquella posición envidiable de la que disfrutó hasta el lanzamiento del iPhone. Su lucha consiste en conservar lo que tiene.

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