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Francisco Pérez Abellán

El señor de los indultos

Con Gallardón el Indultador crece la fama del Ministerio de la Injusticia.

Indultos los ha habido siempre porque son cosa de reyes y ahí van leyes, donde quieren reyes. Desde hace un tiempo la monarquía ha hecho gracia de esto al político electo, y es el ministro de Justicia quien dispone. Craso error, puesto que el indulto no es justicia, sino más bien un capricho o, por decirlo finamente, una caridad.

Por tanto, nada del ministro de Justicia. Para un entierro, cualquiera menos el sepulturero. Sería mejor la de Fomento o el de Industria, tal vez la de Sanidad o el de Economía. No tiene por qué saber de leyes, puesto que se indulta contra las leyes o ignorándolas, dado que en esencia es poner en libertad a uno que ha sido condenado en un juicio con garantías.

Ha circulado el rumor de que el Consejo de Ministros se sintió en algún momento molesto por no haber tenido mayor información sobre el indulto del kamikaze. En especial le hubiera gustado saber la casualidad de que el abogado defensor trabaja en el bufete donde también trabaja el hijo del ministro, porque la mujer del César no sólo tiene que ser honrada sino parecerlo. El hecho de este grave azar detectado levanta la sospecha de que la mujer del César parece parienta de izas, rabizas, colipoterras, hurgamanderas y putarazanas.

Para indultar no hay condiciones: se indulta porque sí, porque te sale del moño, por narices, porque te cae simpático el reo, o la esposa. Indultas porque te da la gana, porque te pone, porque a ti nadie te va a decir a quién indultar.

Gobiernos completos del PSOE han indultado con prudencia y sin armarla. Ha tenido que venir uno con mucha potra para indultar sin límite ni medida. Indultar contra el buen gusto, el buen sentido, la razón y Dios bendito. Así crece con Gallardón la fama del Ministerio de la Injusticia.

Ministerio de Gracia, aunque ya no lo pone, seguro que para engañar, para hacer creer a la gente que el indulto es un adorno, cuando por el número y la frecuencia se observa que el indulto es la parte fundamental del Ministerio y la actividad principal del ministro. El señor de los indultos, cuando no está indultando a alguien contra la justicia que él mismo imparte está cabreando a los jueces y llevándolos a la huelga, con tasas y leyes absurdas, cuando no sospechosas de inconstitucionalidad. El caso es que Gallardón cree que se está ganando la designación para la presidencia del Gobierno.

Los indultos deberían quedar para las cofradías de Semana Santa, para la caridad de Nochebuena, para la procesión del silencio. Que los dicten los de Cáritas o un santo como el padre Ángel, y que saque la papeleta una mano blanca, si es que quedan.

Como los indultos que da Gallardón, de esos no ha habido nunca. En un año de Gobierno ha dado 501, ahora 502, el último por vergüenza torera, según informan los noticiarios, extendiendo la absolución a esa vergüenza que le han arrojado los periódicos a la cara de la madre condenada porque compró pañales y comida para sus hijos con una tarjeta que no era suya, y a la que el indultador iba a dejar que metieran en chirona.

El ministro ha perpetrado más de un indulto al día desde que gobierna, y apenas le ha quedado tiempo para ocuparse de la Justicia. Gallardón suele indultar a gente que está bien condenada, con fundamento, como el caso del kamikaze homicida, donde no solo no hay duda del procedimiento, sino que tanto los jueces como el fiscal se declararan en contra de que el reo sea indultado. 

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