Luego de que fuera elegido papa nuestro compatriota Jorge Bergoglio, debo reconocer que hubo un poco de confusión entre nosotros, los militantes K. Claro está que era uno de nuestros más acérrimos enemigos antes de alcanzar el papado, y una vez que conocimos la noticia comenzamos a criticarlo y llegamos incluso a acusarlo de haber sido cómplice de la dictadura militar que aterrorizó a nuestro bendito país del 76 al 82. Pero, siguiendo con la línea eclesiástica, debo confesar que los militantes K de todos los ámbitos hemos pecado. Nos precipitamos, pues todavía no había llegado la orden de nuestra Señora Presidenta, que nos guía por el camino de la redención social y nos salva del diablo neoliberal. De pronto Cristina quería al Papa. Lo halagó, le envió sus mejores deseos y prometió visitarlo. No sabíamos qué hacer. Desconcertados tras escribir tanto en los medios y redes sociales en su contra, debíamos cambiar el discurso. Lo hicimos. Y no, no quedamos en ridículo: porque nosotros estamos aquí para servir a la causa de nuestra presidenta. El Papa no es bueno ni malo, es lo que ella diga. Hemos aprendido la lección: la próxima vez debemos aguardar órdenes y no apresurarnos a pensar de forma independiente. No volverá a suceder.
Lo cierto es que este papa argentino nos puede servir de mucho. Nuestra presidenta le pidió que intervenga en el conflicto de Malvinas. Realmente no sé si él podrá hacer algo al respecto, pero debemos atacar por todos los flancos posibles. Por otro lado, nuestro canciller, Héctor Timerman, el del acuerdo con Irán –que seguramente no llevará a los tribunales a ningún sospechoso del atentado contra la AMIA, pero ojalá sirva para que nos salgan más baratas las alfombras persas (hay que ver la mitad del vaso lleno)–, se encuentra en la ONU para reclamar otra vez la soberanía argentina sobre las islas, o por lo menos para retomar el diálogo con el Gobierno británico. La burguesía de derecha neoliberal, neocon y neoantisocial seguirá gritando que es una cortina de humo para tapar los "graves problemas" que al parecer tenemos en este país. Pero es que esa gente está compinchada con el imperio y las corporaciones para desestabilizar a este Gobierno, al que envidian en todo el mundo.
Sin embargo, hay algo que no me deja de llamar la atención. Tras el referéndum realizado en las islas, está más que claro que sus habitantes no quieren ser argentinos, a pesar de que nuestro querido canciller Timerman, ese que nos conseguirá las rebajas en alfombras persas, afirmó que quiere mejorarles la vida. ¿Cómo puede ser que no confíen en las excelentes intenciones del canciller? ¿Acaso no quieren mejorar su vida?
Si yo fuera malvinense, claro que creería a Timerman. Y tengo varias razones para hacerlo:
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Mi moneda pasaría de ser la libra esterlina al peso argentino. Si por cada libra me dieran unos 10 pesos, ¿qué mejor negocio se me presentaría?
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Tendría una presidenta que sabe de ciencia y nos revelaría hallazgos extraordinarios, como cuando afirmó que la diabetes es una enfermedad de gente con alto poder adquisitivo. ¿Y qué mejor que las políticas del Modelo para evitar que los argentinos contraigan dicha enfermedad?
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Tendríamos de secretario de Comercio al mago Moreno, quien con sus mágicas soluciones contra la inflación congelaría los precios y nos daría la fabulosa Supercard con el noble fin de ayudarnos y protegernos, pero sobre todo para enseñarle al mercado quién manda. Precios, oferta, demanda, bla bla bla... Todo eso es palabrerío barato neoliberal, neogorila, neocapitalismo vampiresco. Los subsidios y la emisión infinita pueden continuar sin problema alguno, siempre que haya un Moreno manejando nuestros negocios.
- Es cierto, el recaudador de impuestos Echegaray nos impondría un recargo del 20% si viajáramos al extranjero y usáramos tarjetas de crédito, y nos haría prácticamente imposible comprar moneda extranjera al cambio oficial. Pero, como él mismo nos advirtió, "la felicidad del pueblo argentino no se mide por cuántos dólares tienen en el bolsillo". Además, "preferimos que se queden a veranear en el país".
Es cierto que podría producirse una gran desinversión ¿Pero quién necesita las inversiones de esos capitalistas salvajes, si disfrutáramos del Modelo, caracterizado por la inclusión nacional? El mismo nombre lo dice: todos estaríamos incluidos. Además, siempre contaríamos con los amigos de la organización La Cámpora, siempre dispuesta a copar con sus militantes las oficinas públicas. Militantes a los que, por supuesto, se les subiría el sueldo, por su gran aporte a la causa. Esta noble organización también se especializa en expropiar empresas, que si bien tienen pérdidas millonarias mantienen su carácter nac&pop, que es lo importante en cualquier sociedad progresista que se precie.
Al tratarse de un territorio tan pequeño y estar tan poco poblado, no tengo dudas de que la liga fútbol de las Malvinas es de un nivel bajísimo, y que esta colonia debe de carecer de automovilismo. Sin embargo, si formáramos parte de Argentina, nuestro Gobierno nos daría fútbol y automovilismo de gran nivel para todos, con su excelente y original propaganda oficial, de forma absolutamente gratuita. Es verdad, esta gratuidad tendría un alto costo, pero no lo olviden: Moreno es el que manda, no el mercado. No hay de qué preocuparse. Todo está en buenas manos.
¿Inseguridad? Por favor. Nuestra ministra de Seguridad ya nos aseguró que es "una sensación" y nada más.
¿Manifestantes cortando calles a diario? Una muestra empírica de la libertad de expresión de la que gozamos.
¿Corrupción? ¿Pobreza? Prácticamente inexistente. Mentiras y más mentiras de las que nos desharemos cuando logremos obligar a ciertos medios a desinvertir, para lo cual deberemos primero democratizar a algunos jueces rebeldes. Será entonces cuando podamos gozar de una Argentina con las Islas y sin Clarín.
Estimados isleños: les invito a meditar sobre su decisión y a realizar un segundo referéndum. No dudo de que, tras entender las ventajas de ser argentinos, en el futuro dirán: "Long live the Queen, Cristina!".