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Amando de Miguel

A vueltas con los escraches

Ahora que los ha justificado el presidente del Tribunal Supremo, los escraches se hacen cada día más odiosos.

Ahora que los ha justificado el presidente del Tribunal Supremo, los escraches se hacen cada día más odiosos. Son una mezcla de acoso y de intromisión en la vida privada de los políticos, de momento solo los del PP. Por eso la izquierda, o simplemente la progresía, los justifica al hacerlos equivalentes a una manifestación. En cuyo caso, en lugar de ser un delito, se convierten en un derecho. No cabe mayor falsificación de los principios morales que deben regir la vida pública.

Armando Navarro Vega cuenta que en Cuba se utilizan los escraches desde el Gobierno como una forma de "intimidación política" para que no prosperen las acciones de los disidentes. En ese país los llaman actos de repudio. Naturalmente, allí se ejercen desde el poder. Don Armando acaba de terminar un libro sobre Cuba y opina lo preocupante que es la aceptación resignada de los escraches en España. Realmente son tácticas que han empleado tanto los fascistas como los comunistas. Esa comparación no gusta a nadie, pero es correcta.

José Antonio Martínez Pons aporta otra versión de la palabreja, asociada al scratch-building o construcción de maquetas con materiales corrientes que hay que rascar y lijar. No creo que ahí esté el origen de los escraches en el sentido político que ahora se maneja. Pero se anota la analogía.

José María Navia-Osorio se irrita por el acto de los diputados del Congreso al suspender la sesión plenaria que estaban celebrando porque coincidió con el aviso de los escrachadores. En ese caso se trataba de la asonada que iban a perpetrar algunos antisistema frente al Congreso de los Diputados. Nada menos que se proponían asaltar el Congreso y obligar a un cambio de régimen. ¡Angelitos! Era una farsa en recuerdo de la toma de la Bastilla en la Revolución Francesa. A mí me recordó más bien una escena de la película La kermés heroica por el ridículo que hicieron los buenos burgueses ante la entrada en la ciudad de los tercios españoles. El juicio de don José María es inmisericorde: los diputados suspendieron la sesión "porque (dijeron) no había temas importantes". El de Oviedo concluye que fue un gesto cobarde. Ante la amenaza de los antisistema "los diputados escapan, los jueces dicen que no es para tanto, la policía no actúa. Fallan los tres poderes del Estado". Concluye con una admonición que nos hace pensar: "Lo que nos está librando de una Guerra Civil es que no hay dos Españas. En realidad no hay ninguna". Y concluye: "Como dice Federico Jiménez Losantos, otra de gambas".

Mi opinión es que los famosos escraches son una nueva forma de acción directa, efectivamente, la que practicaron algunos grupos fascistas o comunistas contra las democracias decadentes. La Historia siempre se repite como farsa, que dijo el clásico. En el fondo late una falsificación de las palabras. Ahora se impone la falsa noción de que las víctimas de una acción violenta solo lo son cuando hay muertos. El daño moral no se interpreta como algo asociado a la violencia. Pero los escraches claro que son una forma de violencia, aunque los jueces no lo entiendan así. La polémica no ha hecho más que empezar. Propongo una serenata nocturna ante el domicilio del presidente del Tribunal Supremo.

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