Me he entretenido, por decirlo así, en leer lo que llaman los bolivarianos de verdad, los de Venezuela, el Programa de la Patria 2013-2019 y me he quedado estupefacto. Que en las Cortes de Cádiz se hablara de que los ciudadanos debían ser benéficos es una ingenuidad explicable por el romanticismo de la época y la ausencia total de experiencia política democrática. Pero que en el siglo XXI haya alguien que escriba expresiones como "suprema felicidad" (que da el chavismo y nadie más, naturalmente), o "grandes misiones socialistas", como Amor Mayor o Hijos de Venezuela, para el desarrollo irreversible de la estatalización del conjunto de la economía y la sociedad, produce alarma social y sorpresa intelectual. Al parecer, la historia del comunismo internacional no se ha estudiado lo suficiente y sus hechos sustanciales (las dictaduras más pavorosas de la historia, junto con la nazi, de la que fueron aliadas, por cierto) permanecen ocultos, u ocultados, para muchas conciencias.
Fíjense en el siguiente texto:
Stalin descartó el método de lucha ideológica, reemplazándolo por el sistema de violencia administrativa, persecuciones en masa y terror. Procedió a un ritmo siempre creciente a imponerse a través de los organismos punitivos, violando así con frecuencia todas las normas de la moral y las leyes soviéticas. El comportamiento arbitrario de una persona estimuló la arbitrariedad en otras. Las detenciones y las deportaciones en masa de muchos miles de personas, las ejecuciones sin previo juicio y sin una investigación normal del comportamiento de los acusados, engendraron condiciones de inseguridad, temor y aun de desesperación.
Eran palabras de Nikita Kruschev en el XX Congreso del Partido Comunista de la URSS, en 1956. Fueron 100 millones los muertos originados por el comunismo en diferentes países y épocas. En Cuba, 150.000; y en Venezuela la violencia crece hasta que llegue el estallido final.
Sesenta años después de aquella leve autocrítica, pero autocrítica, sale el camarada andaluz Diego Valderas, nada menos que vicepresidente de la Junta de Andalucía, y sin pedir perdón por nada nunca jamás y pasándose por el forro la crítica intelectual hacia el marxismo, la experiencia histórica, la Constitución, el Estatuto de Andalucía y la democracia en general, aboga por la cooperación directa con Cuba y Venezuela, con los que nos unen, dice, objetivos similares. Y se atreve a mencionar los derechos humanos sin que nadie replique, como si la Cuba de los Castro o la Venezuela de Chávez fueran paraísos.
Si ya es patético el voluntarismo escasamente ilustrado de la Izquierda Unida andaluza, resulta alarmante que el señor Griñán y el PSOE andaluz, claves del arco del PSOE nacional y sustentadores de sus finanzas, sus símbolos y sus decisiones (Griñán es presidente del PSOE nacional), no sólo callen ante estos disparates que identifican en el mundo a Andalucía con lo peor de las dictaduras, aún recordadas por sus víctimas. Es mucho peor que, con el único fin de permanecer en el poder como sea, estén permitiendo la deriva de Andalucía hacia planteamientos aún más encorsetadores y estatalistas que los desarrollados por el régimen socialista de 1982, con un resultado funesto para el bienestar de los ciudadanos. No lo olviden: seguimos a la cola de casi todo 32 años después del comienzo de esta amarga etapa de la historia andaluza.
La reacción de la sociedad contra este frente social-comunista es urgente. Necesitamos una gran alianza contra el incremento de las posiciones totalitarias y contra la persistencia del régimen que las alimenta. El Partido Popular, sobre todo, por su presencia política e institucional, pero asimismo los demás partidos no implicados en el régimen, incluso los socialdemócratas con sentido común, los sindicatos profesionales, las asociaciones y organizaciones sociales y culturales. En definitiva, todos aquellos que queremos una Andalucía democrática, abierta y próspera tenemos que poner en marcha una amplia plataforma por el cambio. Nos va el futuro en ello.

