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Antonio Robles

La malicia del ministro de Educación

Si el Gobierno renuncia a aplicar el Estado de Derecho en Cataluña, habremos de ser los ciudadanos los que nos desembaracemos de quienes no cumplen con él.

Si el Gobierno renuncia a aplicar el Estado de Derecho en Cataluña, habremos de ser los ciudadanos los que nos desembaracemos de quienes no cumplen con él.

El ministro de Educación ha renunciado a imponer la ley en Cataluña. El recurso de adelantar el coste de la escolarización en castellano de aquellas familias que lo han solicitado y detraerlo más tarde de las partidas presupuestarias otorgadas por el Estado a la Generalidad es de dudosa legalidad, insuficiente en su aplicación práctica, manifiestamente injusto y, en las formas, malicioso.

Es competencialmente dudoso porque el Consejo de Estado ha dictaminado que podría afectar "al ámbito de decisión de las comunidades autónomas". Es insuficiente porque no puede garantizar el derecho a la escolarización en castellano en todo el territorio catalán. Es injusto porque los únicos colegios que pueden garantizar la enseñanza también en castellano son los colegios privados de élite, y estos, además de ser escasos, están situados en la parte alta de Barcelona y muy lejos de las viviendas habituales de la población con recursos económicos limitados. No olvidemos que las escuelas privadas concertadas tampoco incluyen el castellano como lengua docente. De hacerlo, la Generalidad les retiraría la subvención. Y además la engañifa, el apaño o truco de Wert es malicioso. Ya que su Gobierno no tiene agallas para hacer cumplir las sentencias de los tribunales, que obligan a la Generalidad a garantizar clases también en castellano, ni acepta pagar colegios privados para las familias recurrentes, pretende adelantar el dinero de tales colegios y detraerlo más tarde de sus presupuestos. Mata dos pájaros de un tiro, aparenta garantizar derechos lingüísticos que no garantiza y, de paso, incita subrepticiamente a muchos más padres a pedir enseñanza en castellano a través del reclamo de una escuela de calidad y trilingüe, como son las escuelas privadas de élite a las que quiere primar. No soluciona el problema de derechos, pero hay que reconocer que es la primera vez que un Gobierno español actúa con las mismas armas subterráneas con las que ha actuado siempre el nacionalismo. Y un último problema, en cuanto se den cuenta, todos los padres que ahora llevan a sus hijos a estos colegios pagando se acogerán a la petición de estudiar en castellano para seguir en el mismo colegio de élite sin pagar. En lugar de solucionar un problema, lo complica.

Wert y Rajoy han de saber que la medida ni siquiera sirve para apaciguar a los nacionalistas. Con la misma virulencia de siempre, "Mas llama al catalanismo a unirse contra la Ley Wert". Así lo ha titulado El Periódico de Catalunya y así se ha replicado en todos los medios del régimen. Para dejarlo claro, ha añadido con desprecio clasista: "Esta gente será combatida por vías democráticas hasta las últimas consecuencias". Lluís Corominas, de CDC, lo ha remachado: "La sociedad catalana no va a permitir ni una sola agresión a un elemento fundamental para la cohesión de nuestra sociedad, como es la lengua [catalana]". Y así. Es esperpéntico lo que está pasando en Cataluña, los intransigentes que impiden la libertad de elección lingüística, estimulan el desprecio a la cultura española o incitan al odio a cuenta del expolio fiscal son quienes reparten carnés de demócratas y tachan de fachas a quienes sufren su exclusión. El mundo al revés.

Sin lugar a dudas, si Mas llama al catalanismo a unirse contra la Lomce, los ciudadanos nos habremos de unir para defender la democracia. Porque entre las competencias traspasadas a la Generalidad no consta la de incumplir las sentencias de los tribunales. Si el Gobierno renuncia a aplicar el Estado de Derecho en Cataluña, habremos de ser los ciudadanos los que nos desembaracemos de quienes no cumplen con él y de quienes no lo hacen cumplir.

Por lo demás, la Lomce tiene errores, como tratar de evaluar la fe, la renuncia a tres años de bachillerato o la eliminación de Educación para la Ciudadanía; pero también muchos aciertos, como la FP dual, que tanto éxito ha dado en Alemania, el adelanto de los itinerarios, las pruebas externas, currículos troncales comunes para todos los estudiantes, la imposibilidad de pasar curso con más de dos asignaturas, la recuperación del esfuerzo, etc. Desgraciadamente, el ruido pesa más que la ciencia.

En España

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