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Cristina Losada

Un gesto para la galería española

¿En qué quedamos? ¿Han de unirse todos como buenos amigos o han de diferenciarse como buenos rivales?

De la Transición para acá, el consenso ha gozado siempre de un altísimo respaldo ciudadano. Todo el mundo –es un decir– quiere que los partidos olviden sus diferencias y se pongan de acuerdo. ¡Que se dejen de peleas y se junten de una vez!, viene a ser el mensaje. Los sondeos realizados en estos años de crisis económica confirman que el deseo de que estén "todos unidos" no ha perdido fuerza. Al contrario. Es como si a la unidad de los partidos se le atribuyeran los poderes de un talismán. Porque sólo si mediaran poderes sobrenaturales podría transformarse la recesión en crecimiento y el paro en empleo por obra y gracia de un pacto entre partidos.

Quizá el deseo de acuerdos partidarios no esté tan ligado al pensamiento mágico y responda al anhelo de un clima político de menor confrontación. Eso está muy bien, dentro de unos límites. Si lo partidos no disienten nunca, bueno, entonces no son partidos. Serán, tal vez, simulacros de partidos, como aquellos que existieron en los regímenes comunistas que se autodenominaban democracias populares y no eran ni lo uno ni lo otro. Como tampoco es un partido el partido único. Tal como indica su nombre, el partido lleva inherente la condición de ser una parte de un conjunto: presupone la existencia de otras partes.

La sobrevaloración del consenso deriva hoy menos del recuerdo de la Transición, ya un tanto desdibujado, que de un rechazo a los excesos del conflicto político. Sin embargo, también se reprocha a los partidos que se parezcan demasiado y sean, como suele decirse, "todos iguales". ¿En qué quedamos? ¿Han de unirse todos como buenos amigos o han de diferenciarse como buenos rivales? Digamos que la opinión pública oscila. Tanto puede ver el consenso como un bien superior que como un pasteleo execrable.

Así las cosas, no hay manera de saber si el acuerdo que acaban de sellar en La Moncloa el presidente del Gobierno y el líder de la oposición, será recibido con hurras o con abucheos. Los dos grandes partidos han subrayado la transcendencia de llevar una posición común al Consejo Europeo, pero en realidad no es más –ni tampoco menos– que un gesto. Es un gesto para la galería española. Un gesto para aquellos a los que les gusta tanto la música de la unidad que no les importa mucho la letra.

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