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EDITORIAL

Los partidos no pueden seguir funcionando así

Los partidos saben qué les pasa y qué deben hacer para poner remedio. Pero no quieren. Ese es el gran problema, el verdadero drama.

Hay mar de fondo en el PP a causa del caso Bárcenas, que no pocos quieren utilizar para ajustar cuentas internas. Ahí están los cospedalistas, los arenistas, los sorayistas, tomando posiciones, filtrando, midiendo el terreno, ajustando la veleta. Los partidos políticos pueden parecer bloques homogéneos cuando se trata de comparecer ante la opinión pública o criticar a los rivales, pero no lo son, y a veces las maniobras más arteras o despiadadas se reservan para los enemigos de casa. Sin lugar a dudas, los populares nos van a dar numerosos botones de muestra.

Puede que Mariano Rajoy aproveche el caso Bárcenas para hacer una limpia en profundidad, marcar el terreno y reforzar su liderazgo, como hizo –con mucha más decisión y rapidez– José María Aznar cuando el caso Naseiro. A Aznar le salió bien, y el cambio repercutió positivamente en un PP que estaba dando sus primeros pasos como formación refundada. Los tiempos son muy otros, pero las circunstancias son igualmente propicias para un movimiento de ese tipo.

El caso, el problema es que ese no es el problema. El problema es el funcionamiento interno y la financiación de los partidos: el primero, cualquier cosa menos transparente y democrático; la segunda, signada por una opacidad y una irregularidad intolerables.

Los partidos no pueden seguir funcionando así. Así de sencillo. Los escándalos se vienen sucediendo en todos estos años de democracia: siempre se deben a lo mismo, siempre se genera gran escándalo, nunca se hace nada significativo. Lo peor no es el daño tremendo que causan a los propios partidos, sino el que infligen al sistema, que para su articulación política depende, precisamente, de los partidos.

Los partidos saben qué les pasa y qué deben hacer para poner remedio. Pero no quieren. No quieren ser más responsables, transparentes, abiertos. Modestos. Renunciar a esa suerte de estupefaciente impunidad de la que disfrutan. Ese es el gran problema, el verdadero drama. Pero por esto, por lo verdaderamente importante, no van a enfrentarse los cospedalistas, los arenistas y los sorayistas, ni sus semejantes en el resto de los partidos. De vergüenza.

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