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Francisco Pérez Abellán

¿Por qué mataría una madre a su hija?

El hallazgo de un posible motivo económico cambia todas las cosas. Aleja el móvil de lo sentimental o del arrebato y lo acerca a la fría planificación.

El suceso de Santiago de Compostela ha evolucionado a velocidad desproporcionada, pasando en unas horas de un profundo misterio a un posible asesinato con un motivo económico. El fiscal ha pedido prudencia, y yo estoy de acuerdo. No sabemos si los padres de la niña de 12 años y origen chino, Asunta Basterra, son los culpables de su muerte, aunque sí sabemos que han sido imputados por el juez por un delito de homicidio. Este caso, que se parece algo a la desaparición de la niña inglesa Madeleine McCann, me sugiere una obediencia ciega a la presunción de inocencia.

Hasta que trascendió el dato del posible móvil de la herencia, nos preguntábamos si los investigadores pensaban que estaban ante una madre enloquecida, que había agredido a su hija adoptada, en una crisis de frustración o de ira, o si, por el contrario, habría utilizado el crimen para vengarse de su pareja, de la que se había separado hace dos años, como una Medea rediviva. Todo ello, en el terreno de las hipótesis. Aunque no hemos conseguido visualizar la escena del crimen.

Sobre todo esto, el que tiene la palabra es el juez, que debe dictar un auto cuando termine los interrogatorios detallando los presuntos delitos e indicando quién hizo qué. Por ejemplo, si se acusa a los implicados de haberse repartido el papel de ejecutores o si los dos son inocentes, o uno de ellos un mero encubridor.

Pero el hallazgo de un posible motivo económico cambia todas las cosas. Aleja el móvil de lo sentimental o del arrebato y lo acerca a la fría planificación. Según ha trascendido de los exámenes forenses, la pequeña fue drogada con un medicamento, atada y muerta por sofocación: se le tapó la nariz y la boca.

Por una herencia se puso en Estados Unidos la primera bomba en un avión comercial. El asesino le hizo a su madre un seguro para hacer ese vuelo e hizo explotar la nave para heredarla.

De modo que nos encontramos con una pareja presuntamente feliz, que por motivos que se desconocen no pueden tener hijos y deciden adoptar uno, que resulta ser la primera niña china adoptada en Santiago de Compostela, hace doce años. Desde entonces no pararon de recibir parabienes y declarar lo bien que estaban y se sentían. Ella es una abogada muy conocida, que fue cónsul de Francia en la ciudad. Él era un periodista también muy popular. Los dos participan en la vida social del lugar, pero su universo de felicidad no era tan perfecto.

Primero, porque se separaron, incapaces de seguir la convivencia; segundo porque ella deja de trabajar como letrada y como cónsul; tercero, porque los padres de ella deciden dejar el grueso de la herencia, imagino que menos la hijuela, a la nieta, saltándose a la única hija. ¿Por qué hicieron eso? Todo esto quiere decir algo. Hay una turbulencia oculta de la que tiran los agentes de la Guardia Civil, no menos de treinta, que intervienen en la investigación. Se trata de una gente maravillosa investigada por un crimen cruel.

Como director de un departamento de Criminología universitario, me he relacionado, al más alto nivel, con los más afamados criminalistas, y mi conclusión es que el Instituto Armado ha evolucionado mejor que la propia Policía, en cuanto a investigación se refiere. Alcanzando un alto grado de eficacia y modernidad. He encontrado numerosos agentes haciendo cursos complementarios y carreras universitarias. Los agentes especializados de la Guardia Civil forman parte de la policía de élite. En este caso se han adelantado a los acontecimientos, cosa que achaco a la brillante dirección policial.

A todo esto asistirá, según me informan, el excelente penalista Gonzalo Rodríguez Mourullo, nombrado defensor de Rosario Porto y que es una garantía jurídica.

De seguir las cosas por donde van, es posible que se procese por un delito de asesinato, que es en realidad un homicidio con agravantes. Incluso podría haber algún otro nuevo sospechoso, que podría ser detenido con espanto de todos.

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