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Javier Ancín

Puente de la Constitución

Para lo que ha quedado, Señora, ay, para que le crucen de un lado a otro sin tocarla, no vayan a tener que cumplirla.

Puente de la Constitución. Para lo que ha quedado, Señora, ay, para que le crucen de un lado a otro sin tocarla, no vayan a tener que cumplirla. Hace frío, pero que no te intimide, ciudadano. Es el de todos los años, pese a que conecten en directo las televisiones con reporteros tiritando. Todo tiene explicación, es casi invierno. Que no te avasallen con cuestiones técnicas tampoco. No te dejes impresionar, por ejemplo, con temas informáticos sobre borrados de copias de seguridad de datos de facturas, archivos o carpetas de discos duros como jetas de sindicalistas. Todo es más sencillo. Lo digital en España se sigue refiriendo al dedo: el que coloca a un familiar, a un amigo o a un conocido y el que decide quién progresa y quién no en la superestructura que es el Estado hoy en día. Y cuando el sistema siente una amenaza le echa la culpa al corrector del móvil, presiona el botón de delete o le da fuego al archivo de papel. Lo mismo da. Vivimos en la caricatura de una realidad que ya ha sucedido, por lo que si tienes un poco de memoria lo entenderás fácil. Y si aun así no lo entiendes, acércate a la biblioteca del abuelo y toma cualquier libro, que te lo explicará con una sencillez sorprendente.  

He abierto el Lazarillo de Tormes y me he puesto a entender lo que ocurre hoy, leyendo como si fuera un periódico de mañana. El ciego y el lazarrillo se reparten un racimo de uvas comiendo por turnos un grano cada uno hasta que el ciego decide coger dos. Su lazarillo, al ver que su amo le está haciendo trampa, comienza a comer de tres en tres. Cuando se termina el presupuesto público del que zampaban los dos, el ciego acusa al chaval de haberle engañado en el reparto. El lazarillo le pregunta por qué le acusa de hacer trampas y el ciego le responde que, si él las estaba haciendo y el otro callaba, eso sólo podía significar que el lazarillo las hacía aun mayores. Cambien los nombres y tendrán un retrato de la España oficial de hoy. Todos callan las trampas de los otros.

Estos días la presidenta andaluza, Susana Díaz, está acusando a la UGT de malversar dinero que la Junta entregaba al sindicato sin aparente control. La Junta de Andalucía... ¿desde cuándo lleva sin enterarse de que ese dinero lo han utilizado los proletarios del jersey de punto gris como les ha dado la gana? Silencio. Quizás un juez descontrolado lo termine descubriendo, pese a sus jefes y a los jefes que nombran a sus jefes; justo un segundo antes de un posible indulto, claro. Y aún nos dirán que es por el bien común, porque indultar políticos es uno de los elementos que vertebran España. Al tiempo.

Cierro el libro y me agacho a sacar una cinta de VHS que guardo en los bajos del mueble del salón para seguir entendiendo: Casablanca. Le doy al play y giro el botón del tracking, como en los viejos tiempos, para ajustar la imagen. Ahí está, difuminado pero reconocible, el capitán Renault, pero con acento como de la cuenca del Guadiana (será el deterioro de este soporte sometido a fricción para reproducirse lo que genera este curioso efecto sonoro), clausurando el café de Rick porque es un escándalo, ha descubierto que ahí se juega, mientras recibe de un camarero sus ganancias. Hay que guardar las apariencias. Y entonces caigo en que quizás Casablanca tiene un título original en español por algo, en que quizás no sea casual. Pero como en España la Navaja de Ockham sólo la utilizamos para lo de siempre, para sacar tajada, me quedo con la duda.

La experiencia me dice que toda la corrupción que se está descubriendo quedará en nada, como siempre. Algún chivo expiatorio pagará por todos, un sacrificado para calmar al populacho a la hora del telediario, y poco más. Las uvas nunca vuelven al racimo. Ya plantará otras el contribuyente para la vendimia política de la fiesta de la Constitución del año que viene.

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