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Miguel del Pino

La guerra del lobo

Hasta el propio Duero, frontera sur natural de la especie, parece haber sido sobrepasado en numerosas ocasiones.

Esta es una batalla que se iniciaba en el Neolítico y que parece que sólo terminará con la extinción del Canis lupus signatus, el lobo ibérico, una joya del patrimonio natural español y por tanto europeo, que no sabemos gestionar de modo adecuado.

Contra los mitos, datos

Éste es uno de los principios en que basa su trabajo la plataforma social "Lobomarley", creada y presidida por el prestigioso naturalista español Luis Miguel Domínguez. Marley era un lobo objeto de seguimiento científico que fue abatido al parecer por quienes tenían la obligación de protegerlo.

El lobo ibérico está rodeado de leyendas y de mitos, alguno de ellos con base real, otros completamente infundados. Los datos de seguimiento y observación de campo son imprescindibles para comprender la verdad sobre el lobo y las medidas necesarias para gestionar de manera adecuada la población relíctica que aún conservamos, y que añoran otros países europeos que ya extinguieron los suyos. Veamos algunos ejemplos.

¿Es el lobo una fiera sanguinaria que mata por placer?

Ante la opinión pública es difícil disculpar al lobo por sus matanzas cuando alcanza un redil de ovejas en sus cacerías nocturnas: estos carnívoros matan con celeridad y aparente saña todo lo que pueden, lo que les acarrea el odio mortal del hombre rural. No es extraño que cuentos y mitologías terminen por asociar al lobo con el mismísimo diablo.

Pero ¿no ha llenado nunca el lector su congelador con más comida de la que puede consumir en un solo día? No vamos a llamarle por ello cruel, sino previsor, del mismo modo que las "lobadas" o matanzas lobunas nos revelan que estamos ante un cazador originario de tierras nórdicas donde puede conservar la carne excedente enterrada en la nieve. Así de sencillo.

¿Ataca el lobo al ser humano?

Por mucho que insistan quienes afirman que el lobo ataca y mata seres humanos y que hay noticias fidedignas de ello, quienes así se expresan, por cierto de manera muy tajante, carecen de datos que lo prueben, sencillamente porque no es cierto. Algunos testimonios, escasísimos, que hablan de lobos que se han acercado a los pueblos acuciados por el hambre, no conducen, afortunadamente, a la muerte de personas.

Los cadáveres de seres humanos parcialmente devorados por lobos durante la Guerra Civil no pueden asimilarse a ataque, sino al encuentro fortuito con los restos de víctimas de la contienda. Nunca mejor dicho "Homo homini lupus".

¿Puede soportar la economía de los ganaderos, especialmente de lanar, la presencia del lobo en sus territorios?

Ahora hemos llegado al punto más delicado de la cuestión: el mantenimiento del lobo como estrella de nuestra fauna no puede recaer sobre la economía de los ganaderos, que, como es lógico, odian en su mayor parte al gran cánido. Hay que reconocer la necesidad de eliminar ejemplares allí donde sus "lobadas" los hacen incompatibles con el ganado extensivo, y sobre todo la necesidad de una política de indemnizaciones justa, instantánea, sin burocracia que retarde el pago de los daños. Sólo así puede empezar a plantearse la paz entre ganaderos y lobos.

¿Controlar, proteger o extinguir?

Ésta no es sólo una cuestión de ecologistas, sino digna de la atención de cualquier persona medianamente culta y sensible. No podemos llegar a ningún acuerdo con quienes pretenden la extinción del lobo. España ha sufrido ya suficiente deterioro en su privilegiada fauna y flora como para que clamemos por el final de tales tropelías. Queremos que se mantenga el lobo, que sea correctamente gestionado, tanto por el Estado como por las Administraciones Autonómicas, y que se tomen medidas de control sólo y exclusivamente en aquellos puntos en qu su presencia resulta conflictiva.

El ejemplo de los osos asturianos

El oso pardo, otra maravilla de la fauna ibérica ha dejado de estar en peligro y el Principado de Asturias puede sentirse orgulloso del resultado de su gestión sobe la especie. El Fondo Asturiano para la protección de la Fauna salvaje, capitaneado por Roberto Hartasánchez tiene buena parte en la excelencia de la gestión de esta especie.

Los que los miembros de FAPAS consiguieron es que el paisano asturiano "quiera" a sus osos, y para ello fue necesario demostrarles que el oso forma parte de su patrimonio natural y que puede generar recursos económicos.

Esta gestión con la economía como punto de vista prioritario no es sencilla, pero desde luego, sí muy eficaz. La salvación de las ballenas no comenzó con la venta de pegatinas ecologistas, sino cuando un genio montó una caseta de tablas con un telescopio instalado en su interior en un paraje de la Costa Pacífica de los Estados Unidos con la siguiente leyenda en la puerta: "Vea una ballena por un dólar". En este momento había nacido el turismo ballenero, o lo que es igual: una ballena viva pasó a valer más que una ballena muerta.

Volvamos al lobo

El lobo ibérico también puede ser motivo de atracción en el floreciente Turismo Rural; su mantenimiento debe ser apoyado por fondos europeos, pero sobre todo es necesario desterrar el odio de las poblaciones rurales hacia esta especie tan adaptable como inteligente.

El seguimiento y el control del lobo no es ni mucho menos sencillo. Como un fantasma del monte puede desplazarse en un radio de doscientos kilómetros al día, de manera que las fronteras naturales de sus familias y clanes son confusas y generan datos muy controvertidos. Hasta el propio Duero, frontera sur natural de la especie, con excepción de algunos grupos familiares en Extremadura, parece haber sido sobrepasado en numerosas ocasiones.

Otra cuestión de importancia es determinar quien debe controlar al lobo: la consideración como pieza de caza muestra notables peligros en cuanto a posibles abusos, especulación o justificación de matanzas insostenibles. La muerte de ejemplares excedentes o conflictivos a cargo de guardas de la Administración tampoco está exenta de problemas y no genera beneficios económicos para las poblaciones que soportan familias lobunas. Recuerdo en este sentido las palabras del biólogo Juan Carlos Blanco en una reunión de trabajo sobre la conservación de esta especie: ¿Guardas o cazadores?, realmente "al lobo le da lo mismo".

Pero la extinción o la reducción excesiva de las reliquias de las poblaciones del lobo ibérico es totalmente inadmisible e incompatible con nuestra sensibilidad y nuestra cultura.

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