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Eduardo Goligorsky

Le crecen los enanos

Al circo del secesionismo le crecen los enanos. La Generalitat convergente los alimentó con tantas concesiones ideológicas y nutrientes presupuestarios que ahora se han convertido en gigantes capaces de intimidarla e imponerle sus caprichos estrafalarios. Recordemos que ERC, ICV-EUiA y Podemos sumaron en Cataluña 977.201 votos contra 548.718 de CiU.

Los Mossos -la policía autonómica- quedaron acéfalos, y continúan acéfalos, en medio de una escalada vandálica porque así lo decidieron los mandamases de ICV-EUiA y ERC, y falta poco para que Barcelona convierta las ruinas de Can Vies en un museo réplica del Born en homenaje al movimiento okupa. Los apaños del alcalde convergente, acojonado por el asedio radical, han dinamitado el derecho de propiedad y la convivencia pacífica entre los vecinos del barrio de Sants.

Ahora, la confederación entre CDC y UDC está a punto de saltar por los aires en medio de polémicas sobre el voto respecto de la abdicación del Rey y la asistencia a la proclamación de Felipe VI. Polémicas que, vista la extensa, ambigua y contradictoria explicación de Duran Lleida sobre su posición y la de su partido (LV, 9/6), deberían convencernos de que en el conglomerado secesionista pueden aparecer matices no desdeñables, pero también de que en el fondo ninguno de sus componentes es de fiar. Si el que siempre definí como un secesionista simpático parece aflojar, bienvenido sea, pero sin entregarle las llaves del tesoro constitucional. Y si dos custodios de la ortodoxia secesionista como son Josep Ramoneda y Pilar Rahola se apresuran a excomulgarlo simultáneamente desde sus respectivos púlpitos (El País y La Vanguardia, 10/6) también habrá que concederle al hereje una cuota de respeto.

Eso sí, no nos dejemos amedrentar por la presencia mayoritaria de radicales chavistas, irredentistas y anticapitalistas dentro del conglomerado secesionista. Aun sumando a los extremistas con los que se autodefinen como moderados, no dejan de ser una minoría. Lo ha vuelto a confirmar el experto en demoscopia Carles Castro (LV, 1/6):

Esquerra y CiU sumaron el domingo un millón largo de votos. Pero ese cómputo aún queda a medio millón de papeletas del total que ambas fuerzas reunieron en el 2012. Y además, supone tan solo el 21 % del censo electoral catalán. No parece suficiente para la compleja aventura de la independencia.

En el cálculo de Carles Castro faltan los comunistas de vieja y nueva estirpe, pero incluyéndolos tampoco superan el 30 % del censo electoral.

La realidad desoladora

Los testimonios de que la campaña secesionista está fracturando a la sociedad catalana en todos los niveles -familiar, económico, cultural, político y ahora también vecinal- nos bombardean a través de los medios de comunicación. Solo los niegan quienes han comprometido su futuro político en la continuidad de este proceso, desentendiéndose de la realidad desoladora. Exclamó Artur Mas (LV, 23/11/2012):

Lo único que me molesta son los gritos de guerra como este de Aznar: "Si quieren romper España, antes tendrían que romper Cataluña".

Una verdad como la copa de un pino. Y es este peligro de ruptura de Cataluña el que empieza a generar invocaciones a la prudencia como las que afloran últimamente en los círculos y los medios hasta ayer nomás encuadrados en la estrategia secesionista. Un ejemplo de ello es la voltereta de Duran Lleida. Otro es el editorial de La Vanguardia (6/6) que criticó la decisión de CiU de abstenerse en la votación de la ley orgánica de Abdicación. Después de subrayar que CiU desairaba por una parte a la monarquía y por otra le pedía ayuda, sentenciaba:

Dejarse llevar por una política de gestos, de corto plazo, y dañar así una relación como la que históricamente ha mantenido CiU con la monarquía sin ganar mucho a cambio (sic) carece de sentido. Los acuerdos -y no digamos las alianzas y los ocasionales apoyos- se logran sobre la base del diálogo, y este se verifica a partir de una buena relación, que acciones como la que nos ocupa no favorecen.

Lo curioso es que sea un secesionista acérrimo y blindado contra flaquezas derrotistas, Francesc-Marc Álvaro, quien articula el discurso más sólido para desmontar la fantasía de la Arcadia independiente y de las alianzas contra natura que la sustentan (LV, 5/6):

Hace días que no puedo quitarme de la cabeza, a raíz del conflicto de Can Vies, el impacto que me produce comprobar, una vez más, que en Catalunya hay poco sentido de Estado, lo cual es paradójico en una sociedad una parte importante de la cual se moviliza para conseguir un Estado independiente. Muchos queremos construir un nuevo Estado, mejor del que hoy sostenemos con nuestros impuestos pero, al mismo tiempo, nuestro sentido de Estado es flaco, escaso, débil, vacilante.

(…)

No es propio de quien tiene sentido de Estado que el director general de un cuerpo como los Mossos d´Esquadra deje el cargo en medio de una crisis importante de orden público en la capital catalana.

(…)

No cuadra con un partido presente en el Parlament y en varios ayuntamientos [la CUP] no condenar la violencia vandálica o poner al mismo nivel esta y la utilización de la fuerza legítima por parte del cuerpo de Mossos. (…) Desde el momento en que la CUP se pone al lado de CiU, ERC e ICV en el acuerdo para la fecha y la pregunta de la consulta supongo que asume -lo diga o no- que perderá su pureza original, para contribuir a un objetivo histórico, con verdadero sentido de Estado. La lista que ilustra nuestra falta preocupante de sentido de Estado podría ser más larga y abonaría las tesis de los que consideran la sociedad catalana como una colectividad incapaz de autogobernarse. (…) En este contexto de psicodrama tribal, no me extrañó que el Gobierno desplazara a Catalunya efectivos de la policía estatal.

Junto al artículo donde Álvaro desgrana su jeremiada, Lluís Foix aporta su cuota de sensatez, sin necesidad de sumarse al coro de los arrepentidos de última hora porque no hace más que repetir lo que viene escribiendo desde que empezó el desvarío secesionista:

Respecto a Catalunya, el president Mas ya le ha deseado suerte [al futuro rey] pero que él irá a lo suyo, a la consulta, que se hará aunque ni el propio Mas nos diga qué ocurrirá si el Gobierno Rajoy la prohíbe.

Tanto en la intervención tras la muerte de Adolfo Suárez como en sus declaraciones después de la abdicación, Mas proyecta la idea de que hay un solo tema que le interese de forma obsesiva. La realidad es más variada. Sugiero más poder inteligente y un poco más de cortesía. El Govern exhibe la musculatura del portazo sin calcular las consecuencias.

Cacofonía barriobajera

No es solo la musculatura del portazo. Es también la cacofonía barriobajera. No se trata solo de la infamia del catedrático de economía Xavier Sala i Martin, que hurgó en su estercolero mental para burlarse de una niña de ocho años que resultó ser la heredera del trono, aunque su abyección no habría sido mayor ni menor si se hubiera referido a la hija de un payés del Empordà. Todo esto en la emisora del conde Godó y ante el silencio cómplice del presentador Jordi Basté.

La cacofonía a la que me refiero es la de las palabras agraviantes del portavoz de la Generalitat, Francesc Homs, contra la familia real, que por fin hicieron reaccionar al partido de Duran Lleida con una recriminación categórica: "no puede ser que se exprese como si estuviera en una taberna, al final acaba perjudicando al país". Pero lo que hace el desmadre secesionista no es perjudicar a Cataluña sino inmolarla. La Generalitat, rehén de los enanos trocados en gigantes, está obrando el milagro de fundar un Estado fallido aun antes de haberlo hecho independiente. Desobedece las leyes, subleva a los ayuntamientos, convoca referéndums apócrifos, descabeza a las fuerzas del orden, desconoce el derecho de propiedad y delimita un territorio donde se movilizan impunemente el anarquismo, el anticapitalismo chavista y las mafias rusas y chinas; y donde los yihadistas han instalado su centro de reclutamiento para toda Europa.

Repito el lamento de Francesc-Marc Álvaro: "En este contexto de psicodrama tribal, no me extrañó que el Gobierno desplazara a Catalunya efectivos de la policía estatal". Y también de los servicios de inteligencia españoles, que vienen a coordinarse en Barcelona con los de otras potencias del mundo civilizado, potencias que prestan más atención a los síntomas de desmantelamiento social que a las estrambóticas exhibiciones de castellers en siete capitales europeas (LV, 9/6) y a los balbuceos del costoso Diplocat. Ahora solo falta que la sociedad civil catalana acompañe estas actividades preventivas y reaccione masivamente contra la embestida de los enanos totalitarios transitoriamente trocados en gigantes.

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