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Santiago Navajas

Burka y liberalismo

Entre la Escila del multiculturalismo y la Caribdis del etnocentrismo, la perspectiva liberal propone ampliar la libertad de los individuos.

Entre la Escila del multiculturalismo y la Caribdis del etnocentrismo, la perspectiva liberal propone ampliar la libertad de los individuos.

"Siempre que una mayoría está unida detrás de un interés o pasión común, los derechos de la minoría están en peligro" (James Madison).

Según el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, la prohibición del burka en sitios públicos en países como Francia o Bélgica no está en contra de la Convención Europea de Derechos Humanos. El Gobierno francés adujo como razón para la prohibición motivos de seguridad. El TDHE ha declarado que tal justificación sólo es válida en situaciones de extrema urgencia. Pero, sin embargo, ha refrendado la prohibición por motivos de "convivencia".

Hay algunas otras costumbres que se sitúan en el límite de lo aceptable por la mayor parte de los europeos porque no son prácticas comunes dentro de las tradiciones culturales de la mayor parte de la población. Por ejemplo, en el Parlamento alemán se discutió hace poco la prohibición por parte de un tribunal de Colonia de la circuncisión judeo-islámica como un caso de mutilación genital agravado por realizarse en bebés. Finalmente se permitió la circuncisión "por motivos religiosos", aunque una ley establecía las condiciones sanitarias y de información que había que cumplir para que se pudiese realizar.

El caso de la prohibición del burka muestra un peligro latente en la construcción europea: la identificación del sentido común y su corolario, la convivencia, con una práctica cultural genérica y concreta que se interpreta como la estándar a la que se tienen que amoldar el resto. Entre la Escila del multiculturalismo y la Caribdis del etnocentrismo, la perspectiva liberal propone ampliar la libertad de los individuos con el único límite de no afectar la libertad de los demás.

Más que con la prohibición de la mutilación sexual, que afecta a terceros, la demonización del burka se parece a la campaña contra la prostitución. En ambos casos los prohibicionistas tratan de imponer una visión normal de cómo comportarse, ya sea en cuanto a la vestimenta o al sexo, al resto de individuos. Además, muestran una actitud paternalista hacia las mujeres, ya que se considera que no son capaces de elegir estilos de vida por ellas mismas y que por eso llegan a desarrollar comportamientos contrarios a su propia dignidad.

Es posible que, como a mí, estimado lector, no le guste la tradición del burka y la considere una afrenta a la dignidad de las mujeres. Pero es una afrenta mayor no respetar la libertad de las mujeres para que apliquen su propia tradición sobre el decoro y la dignidad de la manera que entiendan más oportuna. Lo que cabe, en nuestra tradición liberal, es tratar de convencerlas, no imponer un punto de vista que quizá sea correcto pero quizá no. Y legislar teniendo en cuenta la separación de Immanuel Kant entre el ámbito público y el privado de la libertad, que lleva a que uno en la calle vista de acuerdo a sus propias modas pero que en el ámbito público, donde estamos obligados a estar todos juntos (colegios, universidades, cola del Inem…), haya que respetar ciertas normas comunes (lo que vale también para pasamontañas o cascos de moto). Como diría Friedrich Hayek, la libertad es esa condición del ser humano por lo que la coacción que algunos ejercen sobre los demás queda reducida en el ámbito social al mínimo. O, dicho de otra manera, la idea de que cada individuo tiene el derecho a practicar sus creencias en la medida en que no haga daño a otras personas es un principio enunciado por John Locke y fundamental en el liberalismo.

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