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Santiago Navajas

Pedro Sánchez, maestro del suspense

Hay quien sigue minusvalorando a Sánchez. Sin duda, es un hombre sin atributos y un político sin sustancia. Pero no se le puede negar que lo anima una poderosa aunque ciega voluntad de poder.

Hay quien sigue minusvalorando a Sánchez. Sin duda, es un hombre sin atributos y un político sin sustancia. Pero no se le puede negar que lo anima una poderosa aunque ciega voluntad de poder.
Pedro Sánchez. | Libertad Digital

"Es tan guapo", me dice el habitual fan de Pedro Sánchez, que suspira aliviado una vez que su mesías ha resucitado al quinto día de silencio. Finalmente, ha dimitido de dimitir. Lo que llama Sánchez "reflexión" habrá sido más bien un ayuno intermitente de ideas, una inacción de pensar que no le habrá costado demasiado a alguien tan poco aficionado al noble pero cansado arte de pensar.

Sánchez es un político que ha comprendido que en la época actual, el personaje es más importante que el mensaje. Igual que uno no compra una bebida gaseosa, sino una marca comercial vinculada a un diseño y unos mecanismos de seducción, así el PSOE hace mucho que dejó de ser un partido político tradicional, se entiende que un haz de principios políticos y compromisos electorales, para convertirse en la marca personal de Sánchez. Eso no había pasado ni con González ni con Zapatero porque todavía entonces había en el partido militantes con carácter y perfil ideológico, de Almunia a Rubalcaba, de Leguina a Redondo Terreros, de Peces-Barba a Boyer. Pero en la actualidad, el partido que fue un día socialista y ahora es sanchista, no es más que una agencia de colocación de mediocres e incompetentes que saben que deben su nómina mensual al líder supremo, de Patxi López a Adriana Lastra pasando por los comisarios televisivos habituales en cada checa-tertulia.

En un país civilizado, el presidente está pendiente del país. Los ciudadanos se olvidan del presidente para centrarse en sus propios asuntos privados. En una república bananera, el país está pendiente del presidente, el cual se olvida del país para centrarse en sus propios asuntos privados. Ahora bien, hay presidentes bananeros y presidentes plataneros. Los bananeros son vulgares y bocachancleros, hablan a gritos en proclamas tercermundistas que encabritan a sus seguidores, sectarios analfabetos que se inmolarían si el líder supremo se lo ordenase. Fidel Castro y Hugo Chávez son sus modelos. Los plataneros, por el contrario, son más sofisticados y leídos, con un tono de voz de conferencia en el Ateneo, y manipulan a sus fans con técnicas más propias de Joseph Bernays y Alfred Hitchcock.

Pedro Sánchez parece haber analizado en profundidad tanto Propaganda, la obra maestra de Bernays, como Vértigo, probablemente la película hitchcockiana por antonomasia. Bernays explicaba cómo el sofista contemporáneo manipula la mente pública de manera que acepte cualquier idea o producto. En el ejemplar de Sánchez esta frase estará subrayada varias veces:

Pero en lugar de una mente, la alfabetización universal ha brindado al hombre sellos de goma, sellos de goma tintados con eslóganes publicitarios, con artículos de opinión, con publicaciones científicas, con las banalidades de las gacetillas y los tópicos de la historia, pero sin el menor rastro de pensamiento original.

En el lado artístico, Hitchcock es capaz de enseñarnos cómo funciona nuestro cerebro para crearnos emociones impostadas al ritmo de su varita con forma de montaje cinematográfico. Del mismo modo que Hitchcock, Sánchez tiene un conocimiento instintivo sobre la manera en la que nuestro cerebro procesa las emociones. Nos ha tenido cinco días de chácharas y tertulias, incertidumbre y suspense, con el doble propósito de que estemos pendientes de él, y nos olvidemos los conflictos de intereses de su entorno personal, además de convocar a la guardia pretoriana de periodistas, artistas, intelectuales y otros activistas socialistas en los medios de comunicación y las instituciones sociales. De RTVE al Círculo de Bellas Partes pasando por esa entelequia tan española que es "el mundo de la cultura", han cerrado filas para proteger a su líder supremo.

Hay quien sigue minusvalorando a Sánchez. Sin duda, Sánchez es un hombre sin atributos y un político sin sustancia. Pero no se le puede negar que lo anima una poderosa aunque ciega voluntad de poder. Hay que recordar que un tonto con energía llega más lejos que un inteligente flojo. Hay un cuento, de cuyo autor no quiero acordarme, que nos sirve de metáfora:

Había una vez un circo de pulgas en el que el domador amagó con retirarse. Las pulgas estaban desconsoladas, ¿qué sería de ellas sin el domador? Las pulgas estaban bien domadas y ni se les ocurría poder ser libres. Al fin, el domador continuó. Las pulgas saltaron una vez más… hacia el precipicio.

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