Hijo, nieto y bisnieto de banqueros, Emilio Botín no habría tenido grandes dificultades para vivir holgadamente de las rentas en una sociedad en la que no faltan quienes consideran el trabajo una maldición bíblica y el espíritu emprendedor y empresarial un defecto, síntoma de codicia y de un ilegítimo afán de lucro. Sin embargo, dedicó su vida al trabajo, logrando convertir un banco español de tamaño medio en una de las entidades financieras más grandes y prestigiosas del mundo.
Mucho se podría hablar de los más de 1.000 millones de euros destinados por el Banco de Santander a proyectos de colaboración con el mundo universitario, o de su programa de becas, que ha beneficiado a más de 25.000 universitarios. También se podrían dedicar muchas páginas a glosar su mecenazgo cultural y deportivo. Sin embargo, la principal labor social que cabe destacar de Emilio Botín, y que además sustentaba todas las demás, era precisamente aquella que le convirtió en unos de los hombres más ricos e influyentes de España: su actividad profesional, con la que contribuyó decisivamente a la creación de decenas de miles de puestos de trabajo y a enriquecer a innumerables ahorradores y accionistas.
Brindar fiabilidad y solidez a sus depositantes, y crédito a familias y empresas para generar actividad económica y crecimiento, es la principal labor social que cabe reclamar a un banquero, y Botín lo hizo con creces.
En toda vida profesional hay luces y sombras; también en la de Botín: que su apellido, además de haber brillado en los ámbitos financiero, universitario, cultural y deportivo, haya dado nombre a una doctrina más que dudosa en el ámbito judicial es buena prueba de ello, así como muchas de sus tomas políticas de posición. Sin embargo, el haber en la trayectoria profesional del santanderino supera con creces el debe, lo que hace especialmente deleznable la demagógica y mezquina despedida que la extrema izquierda le infligido.
Que Botín fuera un hombre astuto que sabía perfectamente el terreno que pisaba no le hacía responsable de la violación de la división de poderes a manos de los políticos, como tampoco lo era del asfixiante intervencionismo público en el sector financiero. Menos aun lo convierte en culpable de la crisis económica, que tiene su origen en la expansión artificial del crédito orquestada por la banca central. Por cierto, a diferencia de las muy públicas y politizadas cajas de ahorro, el Banco de Santander mantuvo una actitud mucho más prudente, lo que le libró de ser rescatado a cargo del sufrido contribuyente.
Hombres como Emilio Botín contribuyen decisivamente a la prosperidad de las naciones, por mucho que exciten el resentimiento de los envidiosos, los incompetentes y los que tienen por referentes a criminales especializados en arruinar economías antaño prósperas.

