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Javier Somalo

Información y corrupción

En Andalucía empieza a decidirse España y aunque los votos del domingo no resuelvan la incógnita nacional sí permitirán ir despejando valores reales

Pedro de Tena ha reflejado como nadie lo que es Andalucía: un régimen. Esta es la primera realidad que debería asomar cuando se analiza esa parte de España a la que algunos sólo prestan atención si amenaza tormenta electoral.

El régimen andaluz se erige en torno a lealtades forjadas durante más de tres décadas en la fragua de la corrupción, sobre el yunque de los PER, de los cursos fantasma, del negocio privilegiado, del tanto por ciento, del primo colocado por el cuñado del hermano de uno que manda, alumbrado a su vez por otro preboste de distinguido linaje. Familias completas, generación tras generación, han sido partícipes de la construcción de esa Andalucía sobre la que se decide este domingo. Una Andalucía en la que, como ocurre en casi todos los regímenes, se generaliza el crimen para evitar la denuncia.

En el robusto árbol genealógico del régimen andaluz –Pedro de Tena lo ha entendido más acertadamente como una tela de araña– el gen principal lo aporta la gran familia socialista. Son muchos los que tienden a olvidar que la UGT es el sindicato del PSOE, que los ERE fraudulentos, que la gran estafa mafiosa bautizada de mil formas en los mil casos de corrupción ha estado siempre dentro del puño que sujeta la rosa.

En algún descuido del sistema, se nos han enseñado por televisión armarios archivadores sobre carretillas, enormes bolsones de basura cargados de pruebas, mariscadas al peso o trituradoras de papel funcionando a destajo de sol a sol. Porque cuando el régimen concede sensación de impunidad se firman papeles para formalizar los delitos y se presume de llevar las cuentas de las bacanales. Miles de millones robados, un millar largo de imputados, en la actual indefinición del término. Lo dicho, el crimen generalizado.

Pero si esto es así, si todos saben quién es quién y cómo se lo monta, ¿por qué sigue permitiéndose dentro y fuera de Andalucía que el régimen siga en pie? Hay variadas razones pero la primera de ellas es el eficaz y férreo control de los medios de comunicación. Lo que no es de la Junta –Canal Sur y demás plataformas multiprovinciales– es de Prisa y entre la manipulación, el flamenco y los magacines de entretenimiento –nunca más literal–, el espectador andaluz vive tras el telón de acero de Despeñaperros en plena era de internet. Eso no significa que en Andalucía no se informe de los abusos y esta casa es buena prueba de ello. ¿Entonces? Será que el PP, que ganó las pasadas elecciones sin fuerza suficiente para gobernar porque ya se veían haciéndolo, es parte de ese régimen. Lo es porque no denuncia, nunca lo ha hecho, porque arrincona, trata de desacreditar o simplemente desprecia a los que sí investigan. El PP como partido –siempre hay excepciones, también en Andalucía– no sólo se ha negado a desnudar de verdad al régimen sino que ha tratado de que otros no lo hagan. Ahí están algunas recomendaciones a medios de comunicación amigados con La Moncloa para no hacer demasiada sangre con los ERE, o como se diga en genovés. Explicar la corrupción del sistema socialista andaluz no es tarea sencilla, requiere cierto esfuerzo para entender detalles sin los cuales el relato aparece como una exageración, como una simpática chirigota. Pero resulta que el partido más perjudicado por el régimen optó hace mucho tiempo por seguir en su papel secundario y cómplice. Fuera de campaña electoral, ¿han escuchado al PP andaluz denunciar en público y en serio la corrupción? Me refiero a denunciar de verdad, pidiendo hora, convocando a los medios y enseñando papeles o haciendo de altavoz político de los medios que trabajan con esos papeles. Mientras en privado se rasgan las vestiduras y presumen de tener todas las claves para la caída del imperio yo mismo he sido testigo de cómo el actual candidato popular se negaba a ofrecer una simple reacción telefónica a un periodista el mismo día en el que las cabezas de Chaves y Griñán asomaron por el agujerito. El candidato de Moragas no estaba operativo. En política hay cosas que no pueden ser y además son imposibles.

En Andalucía empieza a decidirse España y aunque los votos del domingo no resuelvan la incógnita nacional sí permitirán ir despejando valores reales, los primeros sin encuestas. Veremos cómo respiran de verdad Ciudadanos y Podemos en tierra extraña para ellos y, sobre todo, a qué está dispuesto cada uno para formar o ayudar a formar gobierno. Y quizá alcancemos a vislumbrar cuál será la primera reacción tras la primera acción, a saber, cómo quedará el PSOE de Pedro Sánchez, con o sin primarias y si se consolida o no la jugada de llegar a La Moncloa desde Sevilla.

Desconozco si habrá efecto mariposa, si un cambio mínimo en un lugar provocará uno de mayores dimensiones en otro, pero lo que ya es un hecho innegable es que cada día que pasa de este 2015 electoral se percibe un nuevo movimiento táctico, una portada de escándalo o un titular afincado en Suiza. Me alegra que salgan verdades en titulares pero me inquieta que se guarden a la espera del momento procesal oportuno. Y, sobre todo, me repugna la forma en que unos y otros, delincuentes y perjudicados, han escondido las investigaciones periodísticas sobre la corrupción en Andalucía. La tela de araña es culpa de todos.

Por último, por enésima vez antes de unas elecciones, y con la misma ingenuidad de siempre, me quejaré de la pueril costumbre de dejar un día de reflexión amén del resto de restricciones electorales que no hacen sino castigar al ciudadano con el cerrojazo informativo. Me importa un bledo si Bonilla hace running, si la mamá del chicharito prepara torrijas o si Teresa Rodríguez pasea a un galgo desnutrido. Lo único bueno que saqué de estos fugaces biopics electorales fue ver hace tiempo a Beiras tocando el piano, muy bien, por cierto. Por qué no se dedicaría a la música en vez de a la agitación propia y ajena…

Hasta las casas de apuestas permiten ya jugar con el partido empezado. Pero en política prefieren taparnos los ojos para que pisemos las trampas y que los sociólogos de cabecera puedan observar si la bandada de mirlos hace en el aire el dibujo que ellos habían previsto. En toda España, la información hasta el último momento es útil siempre, también para votar. En Andalucía no hay un minuto que perder.

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