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EDITORIAL

La corrupción en Andalucía no es noticia para el PP

Más escandaloso que su contenido es el escaso eco mediático que ha tenido esta grabación, a causa de la manera en que el PP ha pasado de puntillas.

Pocos documentos reflejan de manera tan descarnada la desorbitada corrupción institucional que impera en Andalucía como el audio en el que una hasta ayer desconocida Irene Sabalete, delegada de Empleo de la Junta en la provincia de Jaén, explica a los funcionarios a sus órdenes cómo deben actuar de cara a las elecciones. Ella misma acotó de manera bien gráfica lo que esperaba de los empleados públicos, al exigirles que hicieran propaganda socialista convertidos en una especie de "testigos de Jehová". A las amenazas de perder su puesto de trabajo, que nos retrotraen a las viejas campañas socialistas en los entornos rurales, en las que se aterrorizaba a los ancianos con la pérdida de la pensión si no ganaba el PSOE, se añade en este caso el agravante de la utilización de funcionarios públicos para realizar labores de partido haciendo uso de su condición de agentes de la Administración.

Pero todavía más escandaloso que su contenido es el escaso eco mediático que ha tenido esta grabación, consecuencia sobre todo de la manera en que el Partido Popular, especialmente el andaluz, ha pasado de puntillas por uno de los asuntos más graves que hemos conocido en la bien nutrida cadena de escándalos protagonizados por el socialismo en Andalucía.

En cualquier otro lugar, el principal partido de la oposición habría denunciado día y noche la obscena utilización partidista de la administración pública y de sus funcionarios que revela dicha grabación. Inmersos en el proceso de investidura de la presidencia regional, y con el partido responsable del escándalo sin mayoría absoluta, cualquier otra formación hubiera cancelado cualquier posibilidad de acuerdo con unas siglas que, además, cuentan por centenares a sus altos cargos imputados en el saqueo sistemático de las arcas públicas.

El Partido Popular, sin embargo, prefiere obviar este auténtico escándalo sin precedentes, a cambio de tener las manos libres para seguir en el poder en los feudos locales que hoy ve amenazados por la emergencia de nuevas formaciones políticas. Ante esta manera tan lamentable de entender la política y el servicio a los ciudadanos, nadie en el PP debería extrañarse del comportamiento electoral que los votantes andaluces vienen mostrando desde hace décadas.

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