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Javier Somalo

El bipartidismo en un balancín

Bienvenidos al periodo más inútil para el ciudadano indeciso ante uno de los periodos electorales más importantes de los últimos tiempos

Ciudadanos todavía no hace perder votos al PP; es el PP el que hace ganar votos a Ciudadanos porque la causa es previa al efecto. Ciudadanos –Albert Rivera– nació para ocupar un vacío indiscutible, el del PP en Cataluña. Cuatro millones de firmas, cuatro millones, recabó el PP contra el Estatuto catalán. Fue en el año 2006 desde la oposición, ese lugar donde la derecha española cultiva sus principios hasta que llegan al pudridero del poder.

Ese fue el origen de esta historia, se pongan como se pongan algunos politólogos. Ciudadanos nació en Cataluña pero porque fue ahí donde empezó a jugarse el destino de España con la incomparecencia de los que antaño pedían firmas. La Generalidad catalana pisó el acelerador separatista exhibiendo cada día con más grosería el incumplimiento de la Ley y provocando desde esa ilegalidad a un Gobierno de mayoría absoluta que jamás se dio por aludido.

La inercia hizo el resto. Esa misma sensación de abandono se hizo notar en la política antiterrorista. En este caso el primer paño de lágrimas fue UPyD y, sobre todo, Rosa Díez. La contundencia de la política vasca en el Congreso siempre era inapelable, incisiva y brillante. Pero la caída en desgracia de este partido –tan súbita como el nacimiento de Podemos o el ascenso posterior de Ciudadanos– provocó que al final toda la carga de desengaños fuese a parar poco a poco al partido de Rivera. Sin embargo, el gran ojo seguía pendiente del fenómeno populista ensayado en tiendas de campaña y precocinado bajo los focos de los platós de televisión. Pablo Iglesias podía convertirse en un serio problema. ¿Solución? No mencionarlos para que no existan. Pero existían y crecían y mientras los políticos –del PP, sobre todo– decían chulescos mira cómo tiemblo, en la calle prendía la idea de un "Podemos de derechas" o al menos un contrapeso no populista al trasnochado duopolio.

Para cuando el PP quiso darse cuenta sólo encontró una receta en el cajón: llamémosles Chutatans. No son de aquí, son una formación catalana, ¿qué pretenden? Resultó grotesco escuchar tal argumento a un partido que tuvo que negociar sus gobiernos con Jordi Pujol y que siempre quiso tener un ministro de CiU.

Como las dos tácticas resultaron fallidas, el PP tiró por elevación: Podemos y Chutatans, al mismo saco; los nuevos son un riesgo frente a la estabilidad. Cuenta Julio Feo en un libro de memorias políticas y otras maldades que en la campaña de las generales de 1979 Suárez dijo algo parecido a "yo o el caos, el marxismo o la paz". Según Feo, entonces jefe de campaña del PSOE, cuando Felipe González escuchó el eslogan espetó: "Nos ha jodido un millón de votos". Y, efectivamente, tuvo que esperar al 82. Huelga decir que el buscado maniqueísmo del 79 en boca del actual presidente del Gobierno no surte el mismo efecto.

De un plumazo, todo lo que a Mariano Rajoy se le escapaba de las manos a Rosa Díez se le caía e iba a parar a Albert Rivera.

Después, el caos propio de un crecimiento exponencial ha empezado a mostrar flancos mal cubiertos y contradicciones, algunas graves, que son efectos secundarios del estirón. Pero el simpatizante que todavía duda si escoger la papeleta del "naranjito" –otra pifia bumerán del PP contra Rivera– ya se pregunta por las coordenadas políticas de Ciudadanos: ¿liberales, centro izquierda, centro derecha? O ultraseptentrionales, qué se yo. Pero, ¿se hacen esas mismas preguntas los votantes del PP? Porque es Mariano Rajoy, y sólo él, el que ha borrado toda ideología en su partido pretendiendo volver a la época de Suárez, pero no a la de UCD o a esa campaña del 79 sino a la de aquel primer presidente del Gobierno después de Franco que no tenía todavía partido, sólo poder, porque no lo necesitaba. Y claro, ni son momentos ni personas comparables. Andar deprisa, como hace Rajoy, ni es andar ni es correr. Eso sólo lo hacía Fraga y no era por deporte.

El caso de Podemos respecto al PSOE presenta algunas diferencias. El primer voto que capta la formación de Pablo Iglesias es similar al del fatídico 14-M de 2004, es decir, el de los antisistema, que en ese caso favorecieron el ascenso de Zapatero al poder o, mejor dicho, impidieron que ganara el PP. Algunos de esos apoyos se consolidaron como voto socialista, pocos, pero mantuvieron al PSOE en La Moncloa una legislatura más. La debacle socialista, merito indiscutible de Zapatero, hizo que las acampadas de la Puerta del Sol fraguaran como opción de extrema izquierda válidas. Tras la sorpresa europea en la que Pablo Iglesias encarnó esa opción, Podemos exhibió su poderío: plazas a rebosar, dominio absoluto de redes sociales y los medios de comunicación y un mensaje directo e incendiario. Pero en este caso, el estirón asoma ya efectos letales, al menos en las encuestas que muestran una caída tan pronunciada como su auge. Juan Carlos Monedero, Íñigo Errejón, el propio Pablo Iglesias y, desde este viernes también Manuela Carmena pueden ser la puntilla al entusiasmo bolivariano.

Es verdad que los desengañados del PSOE y los decepcionados con Podemos pueden quedarse en casa en unas elecciones generales. Pero hay otro porcentaje de electorado de izquierdas que quizá vuelva al refugio socialista por mucha casta que sea y además recoja por el camino a algún votante sintecho de IU que necesite amparo.

Sigo sin poder imaginar a Pedro Sánchez como candidato a La Moncloa. Nunca, desde que sacó la cabeza, he podido verlo como presidenciable. Es verdad que Zapatero tampoco era un dechado de virtudes pero en ese caso la ruptura era con Felipe González y lo que se presentó fue precisamente el contraste. Supongo que visto el experimento, una y no más. Sin embargo, Andalucía trae novedades que hacen impredecible para el PSOE el supuesto beneficio de la caída de Podemos. Susana Díaz está recalculando la ruta como hacen los navegadores GPS cuando uno no obedece las indicaciones pero da la impresión de que ya no llegará a tiempo a su destino. Algo de razón tiene la baronesa andaluza en funciones cuando califica de "surrealista" la situación ya que cabe la posibilidad de que se formen antes los gobiernos que salgan del 24 de mayo que el suyo. Habrá que estar muy atentos pero si la cosa llegara sin resolverse hasta julio el horizonte del susanismo se pone negro zaino ese mismo mes: primarias del PSOE, salida de cuentas de su embarazo e imposibilidad de convocar nuevas elecciones hasta septiembre por esas cosas que marcan las leyes electorales.

Entre los que apostaban por la andaluza estaban Felipe González, Rubalcaba y, según parece, algún ex ministro del PP. De momento, el ex presidente ya se ha apeado –o eso ha dicho– y es de suponer que Rubalcaba también, pues lo acompañaba en el apeadero o desayuno especulativo celebrado hace unas horas en Madrid. Aún así, me resisto a creer que Pedro Sánchez tenga ahora el plácet imperial socialista. Más bien creo que a mitad de camino entre cualquier postura, siempre alerta pero aparentemente despistado, aparecerá el headhunter socialista por excelencia, José Bono. Hoy, Pedro Sánchez saca pecho pero, como diría Felipe González, es "de hojalata".

El caso es que PP y PSOE están sentados cada uno en su balancín: la caída de Podemos hace subir al PSOE así como la subida de Ciudadanos hace caer al PP aunque en este último caso sea más bien viceversa. Lo del CIS es sólo una encuesta pero los políticos son los primeros en creérselas y tratar de remediarlas o confirmarlas, más aún en el arranque oficial de la campaña electoral.

Bienvenidos pues, al tiempo tasado, al discurso a gritos y posterior afonía; al lenguaje gestual robótico, a las encuestas fugaces y los besuqueos callejeros; a los brazos en alto, las camisas con cerco y las consignas imposibles pero en vaqueros. Bienvenidos al periodo más inútil para el ciudadano indeciso ante uno de los periodos electorales más importantes de los últimos tiempos y que se clausurará con la tradicional e insultante jornada de reflexión. Como siempre, sigamos atentos a las portadas y los telediarios, que el balancín sube y baja también por eso.

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