Colabora
EDITORIAL

Rajoy no es Cameron

Al carecer de un discurso creíble debido a su evidente ausencia de convicciones, Rajoy es incapaz de cautivar nuevamente a los populares arrepentidos.

Génova confía en remontar la debacle electoral que vaticinan las encuestas apoyándose en la amplia, aunque inesperada, victoria de David Cameron en Reino Unido. Todos los sondeos vaticinaban una pugna muy reñida entre conservadores y laboristas tras el deterioro que, en teoría, había sufrido el primer ministro británico como consecuencia de las reformas y recortes acometidos para salir de la crisis. Sin embargo, lejos de perder, Cameron sorprendió a propios y extraños revalidando su mandato de forma holgada. El PP ve en este ejemplo un posible reflejo de lo que podría suceder en España en las próximas generales. Pero, por mucho que se empeñe, ni Rajoy es Cameron ni, mucho menos, replica su forma de hacer política, basada en la defensa de una serie de principios y convicciones clave para el electorado conservador británico.

La cúpula popular yerra en el diagnóstico y, por tanto, falla en la receta a aplicar para recuperar el inmenso reguero de votos perdido. Rajoy cree, erróneamente, que los escasos e insuficientes recortes acometidos para reducir el déficit público y las tímidas e insulsas reformas aprobadas para impulsar el crecimiento le han podido pasar factura cuando, en realidad, es todo lo contrario. El enfado que muestra una parte muy sustancial de su electorado radica en la brutal subida de impuestos liderada por el Gobierno, incumpliendo una de sus principales promesas electorales, para mantener intacta una estructura estatal elefantiásica e ineficiente a costa de todos los contribuyentes, al tiempo que dejaba en pie buena parte de la aberrante senda política iniciada por su predecesor en el cargo, José Luis Rodríguez Zapatero, en temas tan cruciales como Cataluña o el terrorismo.

Como consecuencia, son muchos los populares que, con razón, se sintieron profundamente traicionados. Y puesto que los presuntos recortes poco o nada tienen que ver con el descalabro del PP, el electoralista aumento del gasto que ahora anuncia a bombo y platillo el Gobierno tampoco le salvarán de la quema. Rajoy y sus asesores todavía no han entendido que los británicos han revalidado la confianza depositada en Cameron porque apostó con firmeza y convicción por las rebajas fiscales, la reducción del gasto público y una mayor flexibilidad económica, cuyos resultados se han traducido en una caída muy sustancial de la tasa de paro. En España, por desgracia, a pesar de que el PIB vuelve a crecer, la recuperación todavía se asienta sobre bases endebles, la tasa de paro sigue superando el intolerable umbral del 20% y el país presenta el mayor déficit público de Europa, excluyendo la rescatada Chipre.

Si a todo ello se añade el profundo problema de corrupción que corroe al partido y, sobre todo, la nula voluntad de enmienda practicada hasta el momento, no es de extrañar que el PP no logre remontar en las encuestas. Rajoy ha perdido la confianza de buena parte de sus votantes tras la traición acometida y, al carecer de un discurso creíble debido a su evidente ausencia de convicciones, es incapaz de cautivar nuevamente a los populares arrepentidos. A Esperanza Aguirre, sin embargo, le ocurre justo lo contrario. La nota discordante del PP remonta en los sondeos y avanza con paso firme hacia la alcaldía de Madrid, gracias a la seria política de austeridad aplicada bajo su presidencia en la Comunidad, a sus numerosas rebajas de impuestos y, muy especialmente, a la defensa acérrima de los principios ideológicos que caracterizaban al PP. No es de extrañar, por tanto, que el entorno de Rajoy recele del terremoto Aguirre. Su fortaleza, al igual que la demostrada por Cameron en Reino Unido, pone en evidencia el endeble liderazgo y el nulo carisma del presidente.

Temas

Ver los comentarios Ocultar los comentarios

Portada

Suscríbete a nuestro boletín diario