He elogiado en numerosos artículos la precisión con que Pilar Rahola describe las lacras de los regímenes totalitarios implantados en otros países, sean de derecha o de izquierda. No les perdona ninguno de sus abusos y arremete contra ellos con implacable rigor. Sus bestias negras son las autocracias que se perpetúan en Venezuela, Argentina, Rusia y, por supuesto, en los feudos islamistas. Pero, al mismo tiempo, siempre he subrayado mi extrañeza por el hecho de que, al denunciar dichos regímenes totalitarios, Rahola no cae en la cuenta de que sus arbitrariedades tienen demasiados puntos en común con las del secesionismo rampante, que defiende con tanta pasión. En el caso de Cataluña, estas arbitrariedades degradan las instituciones, envenenan la atmósfera que respira la sociedad civil y dinamitan la convivencia solidaria entre los ciudadanos.
Sultán autóctono
El último hallazgo de Rahola que se puede aplicar a la realidad catalana, aunque ella no se dé cuenta de las semejanzas, es el que concierne a la derrota del sultanato que Recep Tayyip Erdogan pretendía imponer en Turquía. Cataluña, reflejada en el espejo turco, también se encamina, según todos los pronósticos y extrapolando los resultados de las elecciones municipales, hacia la derrota del Partit del President. Léase "secesionismo" donde Rahola escribe "islamismo" y “Mas” donde escribe “Erdogan” y se aclarará el panorama. Las similitudes son evidentes (LV, 8/6):
A todo ello cabe añadir el doble país, el que vota islamismo en unas zonas y opciones democráticas en las otras, con Ankara y Estambul como emblemas de la Turquía bifurcada. La suma de todo ofrece un rompecabezas de importancia geoestratégica indiscutible cuya derivada es un jeroglífico. (…) Lo cierto es que las elecciones del domingo han dado unos resultados que son especialmente positivos para quienes defienden los valores de la libertad: han frenado las ansias autoritarias de Erdogan, han imposibilitado que la Constitución quede hecha trizas en manos de los islamistas, han dado voz al gran pueblo kurdo, han reforzado las opciones progresistas y han enviado al mundo una idea que es fundamental: que el islamismo político no avanza como pretendía y que Turquía aún no ha caído.
Cegada por sus obsesiones identitarias, la panfletista no se entera de que su texto podría ser el de una crónica del 28-S sobre lo sucedido en Cataluña, bifurcada como Turquía, el 27-S, destacando los buenos resultados para quienes defienden los valores de la libertad, el freno a las ansias autoritarias del aprendiz de sultán autóctono, el fracaso de los secesionistas que pretendían hacer trizas la Constitución y, last but not least, la devolución a los niños del derecho a aprender castellano en las escuelas, derecho este que nos concierne más de cerca que el de los kurdos a hacer oír su voz. El secesionismo tampoco avanzará como pretende y Cataluña no caerá de España ni de la Unión Europea.
Obviamente, Rahola y sus cofrades secesionistas tienen distintas varas de medir para juzgar la realidad turca y la catalana. Sobre todo en lo que respecta al ejercicio de la autoridad y el liderazgo. En Erdogan, Putin, Maduro o Cristina Fernández lo consideran, con razón, un peligro; en Artur Mas lo consideran una virtud. Exige la predicadora a su sultán favorito (LV, 10/6):
El president Mas debe ejercer su liderazgo con la autoridad que le da la credibilidad ganada. Es decir, debe empezar a mover piezas porque la partida está avanzada y la ciudadanía necesita gestos claros y decisiones valientes. (…) Ha llegado el momento de convertir la credibilidad en autoridad y conjugar la parte difícil del verbo liderar.
Cría cuervos
Otro predicador, Francesc-Marc Álvaro, vislumbra la amenaza de que una confabulación de izquierdas, renacida de las cenizas del PSUC, entre a competir con el liderazgo de Artur Mas y consiga echarlo ("Desconectar o echar a Mas", LV, 11/6). Totalitarismo contra totalitarismo. Álvaro acierta cuando enumera los demonios que componen el frente de los insumisos, pero se equivoca -premeditadamente, porque no es tonto- cuando carga las culpas del caos en ciernes sobre esa minoría de revoltosos. La semilla de la insumisión la sembró Jordi Pujol en el tiempo libre que le dejaban sus chanchullos, y la regaron sus herederos secesionistas con Mas a la cabeza.
No fue Ada Colau la primera que levantó la consigna de desobedecer las leyes que a ella y sus secuaces les parecen injustas. La Generalitat y su entorno secesionista convirtieron la desobediencia a la Constitución, a las leyes, a las sentencias judiciales y a las normas más elementales de respeto a la pluralidad y la democracia en el pan nuestro de cada día. El peor desafuero de Artur Mas ha consistido en anunciar que guarda en un cajón la declaración unilateral de independencia para utilizarla como último recurso (LV, 8/6).
Los movimientos de izquierda radical, los antisistema de distinto pelaje, coquetean a ratos con el secesionismo y a ratos con la conquista del poder hegemónico en toda España (véase en el nº 93 de la New Left Review el escalofriante proyecto de dictadura comunista que firma Pablo Iglesias), pero no son vástagos del difunto PSUC sino de las movilizaciones callejeras secesionistas de los últimos años. Que los cuervos azuzados por los secesionistas quieran sacarles los ojos a sus criadores no hace más que confirmar la sabiduría del viejo adagio.
CUP, Barcelona en Común, ANC, Òmnium, los ayuntamientos independentistas no nacieron y se multiplicaron por generación espontánea, sino porque Mas concertó hojas de ruta con los veteranos agitadores guerracivilistas de ERC y abrió el paraguas y las arcas de la Generalitat para estimular, amparar y subvencionar a los insurgentes.
¿Quién lo echará?
El fino olfato de Francesc-Marc Álvaro capta que a Artur Mas le queda poco tiempo en la cúpula política. Pero ¿quién lo echará? Sin duda los enemigos de la sociedad abierta agrupados bajo distintos rótulos harán todo lo posible por librarse de él como de un kleenex usado después de haber crecido a su sombra. Sin embargo, el golpe de gracia se lo asestarán quienes lo elevaron, equivocadamente, al poder, creyendo que sería un muro de contención contra los insurrectos y no su padrino. A la sociedad civil catalana y a sus sectores productivos y pensantes no les faltan motivos para despedirlo como haría cualquier empresa privada con un gestor tan incompetente.
El principal motivo para echarlo, precisamente, consiste en que dejó la sociedad catalana y sus sectores productivos y pensantes desprotegidos frente a la embestida de los portadores del caos. Demolió el partido clave de la clase media, CiU, hasta dejarlo reducido a escombros. Escombros embargados por sospechas de corrupción, para más inri. Travistió la sigla tradicional de CDC en un Partit del President siguiendo los pasos de Erdogan y Maduro. Desguazó a su socio UDC y convirtió a Josep Antoni Duran Lleida en el pim pam pum del guiñol, despreciado por tirios y troyanos. Fragmentó Cataluña en dos países, tal como Rahola explica que hizo Erdogan en Turquía. Nuevamente, el espejo turco de Cataluña.
Energúmenos iluminados
Dicen que la venganza se sirve fría. Pues en Cataluña se sirve caliente. La jeremiada que el humillado Duran Lleida publicó defendiendo su consulta-galimatías desmonta, con verdades como puños, entre falsos juramentos de lealtad al proceso, el contenido torticero de la hoja de ruta que Mas y Junqueras le clavaron a traición (LV, 12/6):
Todas las decisiones se deben tomar por la mayoría de votos de la ciudadanía y no de escaños: no tiene sentido que para reformar el Estatut, aprobar la ley electoral o designar el Síndic de Greuges se necesiten dos terceras partes de los escaños y que para declarar la independencia sea suficiente con un escaño más a favor.
(…)
¿O no tenemos que cumplir la ley que consideramos injusta, como dice la futura alcaldesa de Barcelona? ¿Quién dirá cuál es justa y cuál no lo es? No estamos de acuerdo con la DUI [Declaración Unilateral de Independencia] y a mí me parece un gravísimo error mencionarla como si fuera el Santo Cristo.
(…)
SÍ a la consulta y SÍ a que nada nos deje fuera de la UE .El presente Tratado nos dejaría fuera a no ser que tuviéramos la unanimidad de los estados miembros. No lo digo yo, sino los artículos 4, 49 y 50 de la ley de leyes europea. ¿Dice lo mismo el gobierno español? Sí, y también el alemán, el francés, el italiano, la Comisión y el Consejo Europeo.
Y Duran Lleida se ensaña con sus inquisidores cuando les espeta:
Y para acabar, ¿sinceramente un partido que tiene en su ADN la defensa de la cohesión social, puede dejar de condicionar las decisiones de futuro a la defensa de "Catalunya, un solo pueblo"? ¿Hemos repasado bien el mapa electoral de las municipales? Dediquemos unos minutos, por favor.
El mártir democristiano ha puesto el dedo en la llaga: la camarilla secesionista no ha allanado el camino hacia la independencia sino que ha convertido lo que era un solo pueblo en dos Cataluñas enfrentadas entre sí. E infectadas, ambas, por un brote de la peor plaga: la de los energúmenos iluminados.