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EDITORIAL

Lo de Pedro Sánchez no lo arregla ni Dios

Incapaz de ofrecer algo a los españoles que les haga olvidar la funesta etapa de ZP, Sánchez no está haciendo otra cosa que pisar charco tras charco.

Mucho se ha criticado –y con razón– la desorientación y la crisis interna que padece el PP a escasos dos meses de las próximas elecciones generales. Sin embargo, el panorama que ofrece el PSOE de Pedro Sánchez no es en absoluto mejor. Incapaz de ofrecer algo a los españoles que les haga olvidar la funesta etapa de Zapatero, el candidato socialista a la presidencia del Gobierno no está haciendo otra cosa que pisar charco tras charco: primero nombra como número dos de la lista socialista por Madrid a una persona del PSC tan próxima al nacionalismo catalán como Meritxell Batet; a continuación ficha a la diputada de UPyD Irene Lozano, otrora ferviente crítica del PSOE, lo que ha provocado un malestar aun mayor en el seno del PSOE que en la formación magenta. Por si ello fuera poco, el secretario de Acción Política del PSOE, Patxi López, inhabilita políticamente a Albert Rivera y a Pablo Iglesias por haber confesado haber pagado alguna vez en negro, sin recordar que Pedro Sánchez había confesado haber cobrado en negro a finales del pasado año.

Ahora, al líder socialista no se le ha ocurrido nada mejor que desempolvar la siempre recurrente cantinela de denunciar los acuerdos con la Santa Sede y eliminar la religión en colegios tanto públicos como privados. Resulta surrealista que al Partido Socialista siempre le dé por reabrir este debate cada vez que se aproximan unas elecciones generales. Por varios motivos. En primer lugar, porque parecería que los socialistas no han ganado nunca unas elecciones, cuando la realidad es que el PSOE es el partido que más tiempo ha gobernado en España sin haber hecho nunca lo que, en este terreno, cada cuatro años reclama. En segundo lugar, porque ninguno de los innumerables informes y estudios –tanto nacionales como extranjeros– que han analizado nuestro sistema educativo atribuyen ninguna deficiencia del mismo al hecho de que los alumnos cuyos padres así lo deseen puedan recibir clases de religión. En tercer lugar, porque, de materializar sus pulsiones liberticidas, los socialistas tendrían que ignorar o reformar una Constitución que es muy clara no sólo al señalar que los poderes públicos "tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española" y "mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones", también al proclamar: "Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones".

Así las cosas, no es de extrañar que una formación defensora de la separación Iglesia-Estado y de la libertad religiosa como Ciudadanos se declare "cómoda" con el actual modelo y manifieste que escuchar al PSOE hablar de reforma educativa es "revivir el Día de la Marmota".

Y es que resulta evidente que al PSOE no le preocupa la calidad de la enseñanza tanto como dar rienda suelta a sus pulsiones liberticidas como maniobra de distracción ante su absoluta incapacidad de ofrecer nada nuevo y estimulante a los ciudadanos.

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