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Carmelo Jordá

No es desesperación, es maldad

Los que matan en tantos puntos del globo no son los hambrientos desesperados, sino los fanáticos descerebrados, que no son pobres, son hijos de puta.

Nueva York, Londres, Jerusalén, París o Bruselas son sólo los escenarios puntuales de una guerra que no es contra Estados Unidos, Gran Bretaña, Israel, Francia o Bélgica o que, mejor dicho, es contra todas estas naciones pero en la medida de que son parte de un todo mayor: los países que vivimos en democracia y que disfrutamos del nivel de vida y de la libertad que nos ha proporcionado el sistema capitalista.

Es un problema religioso, por supuesto, porque casualmente son los fanáticos islamistas y no otros los que asesinan inocentes en los cinco continentes; pero es también un problema de principios que van más allá de la religión: lo que los fanáticos no pueden soportar no es que Europa sea cristiana, sino que sea libre. Otra cosa es que Europa es libre, entre otras cosas, porque es cristiana.

Pero lo que se quiere destruir es más que una religión, es un modo de vida, el nuestro; lo que desean es imponernos una forma como otra cualquiera de opresión, lo que están intentando es que dejemos de ser nosotros mismos, que abandonemos todo aquello que nos define: la religión, los valores, el sistema político y el económico que han hecho de Occidente el gran oasis de paz y prosperidad de la historia del mundo

Tampoco es un problema de desesperación, no es un asunto económico, no son los parias de la tierra ni la famélica legión puesta en pie, no atentan contra aquello que envidian sino contra lo que odian..

A pesar de eso, en breve volveremos a escuchar las estupideces –o, mejor dicho, las maldades- de aquellos que viven en el auto-odio y que usan cualquier cosa para arrimar el ascua a la sardina de su populismo. No quieren ver una realidad que una y otra vez nos enseña que los que matan en tantos puntos del globo no son los hambrientos desesperados, sino los fanáticos descerebrados, que no son pobres, son hijos de puta.

Renunciar al capitalismo que nos hace libres y prósperos sólo es, por tanto, otro camino seguro a la derrota y a una opresión que los demagogos creen que pilotarán ellos, pero que en realidad les pasará por encima.

Por último, hay que decirlo hoy, tampoco es culpa de Israel. Al contrario: el estado judío es nuestro primer y más eficaz muro defensivo contra estos despreciables asesinos. E Israel no es el problema cuando se atenta en Bruselas, obviamente, pero tampoco cuando se mata en Tel Aviv. Por mucho que lo disfracen de otra cosa al estado hebreo se le odia y se le ataca por lo mismo que se odia y se ataca a Bélgica o a España: porque los malvados no quieren que en ningún sitio se viva en paz y, sobre todo, en libertad.

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