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Pablo Molina

El experimento sociológico del PP en Murcia

Deben de estar comprobando hasta qué extremos de náusea puede llegar el votante popular sin renunciar a entregarles el voto.

Cuando cayó el primer pedrolo de la Estación Espacial en el noroeste murciano, en noviembre del año pasado, el pastor que encontró el artefacto hizo algo esencial: llamar por teléfono a su cuñado Iván, de profesión community manager. Gracias a los conocimientos del bueno de Iván y a su facilidad para rastrear en las redes sociales, el cuñado del ganadero descubrió que lo que había caído en el campo de Calasparra no era una sonda exploratoria de una civilización extraterrestre, como ya sospechaba el ikerismo, sino un trozo de chatarra espacial.

Viene esto al caso para demostrar que, en Murcia, estamos muy bien posicionados en el manejo profesional de las nuevas tecnologías y la gestión de las redes sociales. ¿Había necesidad, por tanto, de recurrir a unas oscuras empresas intermediarias para algo tan sencillo como promocionar a un político en las redes? Pues al parecer sí. Al menos es lo que hizo uno de los dos delfines del PP murciano que aspiraban a suceder al presidente saliente, hoy imputado en la Audiencia Nacional y, por tanto, con su carrera política tirada a la basura. El otro, Pedro Antonio Sánchez, es el actual presidente de la comunidad autónoma y en estos momentos trata de zafarse de una peculiar acusación, según la cual habría sido durante el mes de octubre de 2014 un "corrupto en grado de tentativa" (¡!). O sea, que pensó en corromperse aunque no llegó a dar el paso.

La escandalera mediática ha sido importante y en el Parlamento murciano la oposición ya afila sus cuchillos. El líder socialista lleva treinta años perdiendo elecciones; el podemita, como corresponde, siente un odio africano por todo lo que huela a PP y en Ciudadanos son de muy buen comer y no le harían ascos a nada. Los tres partidos están que semocionan encima. El de Rivera, también.

La oposición quiere que dimita el presidente de la Región de Murcia, sobre todo una vez que Ferreras ya lo ha declarado culpable en su programa de La Sexta. El motivo es haber destinado dinero público a fines electoralistas. Esa es la acusación esencial del PSOE, apoyada con firmeza por Podemos y C’s, las dos formaciones murcianas que, como se ha confirmado documentalmente, utilizaron la asignación de sus grupos parlamentarios para pagar gastos electorales, algo prohibido taxativamente por la ley. Con la altura ética que les brinda ese pasado impoluto, no es de extrañar que exijan la salida de Pedro Antonio Sánchez del Gobierno, porque igual no se corrompió, pero seguro que pensaba hacerlo.

El delirio en todo este asunto es de tal naturaleza que se utiliza como elemento acusatorio algo tan banal como el hecho de que un político encargue la gestión de su presencia en las redes sociales. Hacerlo con dinero público (¿acaso manejan los partidos dinero que no provenga de nuestro bolsillo?) puede no ser presentable, pero difícilmente un delito penal. Ahora bien, eso no elimina las responsabilidades políticas, por lo que si aparecen transcripciones de conversaciones comprometedoras con los de la trama Púnica el presidente murciano tendrá que irse a su casa y, además, con el baldón de corrupto, aunque sea en grado de tentativa.

Y aquí entra Rajoy, el campeón de la verdad, la independencia y la justicia. Su defensa del presidente murciano, casualmente también del PP, ha consistido en indicarle el camino a la calle en caso de que las sospechas se concreten. En esta ocasión se ha referido al "presidente de Murcia", gesto de deferencia que el aludido tendrá que agradecerle, ya que la última vez que le preguntaron en televisión sobre las acusaciones contra Pedro Antonio Sánchez se refirió a él varias veces como "ese señor". Con presidentes de tu partido como éste no hace falta una oposición podemita.

Y mientras el círculo íntimo del PP deja caer a su presidente murciano (gran aportación también de Soraya a esta defensa numantina, cuando ayer explicó que ella no sabe nada de todo esto), la otra implicada en este asunto, la exalcaldesa de Cartagena, amiga personal de un miembro destacado de la Púnica y su antecesor en la alcaldía por el PSOE, es elegida para ir en las listas electorales como número dos para el Senado.

Cada vez parece más claro que Rajoy y los sorayos están haciendo con los murcianos un experimento sociológico: deben de estar comprobando hasta qué extremos de náusea puede llegar el votante popular sin renunciar a entregarles el voto. En eso estamos.

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