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Cristina Losada

Lo inútil del voto útil

El voto útil tiene más sentido en el sistema bipartidista que hemos liquidado que en el fragmentado cuadro actual.   

El voto útil tiene más sentido en el sistema bipartidista que hemos liquidado que en el fragmentado cuadro actual.   
Mariano Rajoy y Pablo Iglesias | EFE

En el sprint de la carrera, el Partido Popular está haciendo un llamamiento al estilo del "agrupémonos todos" de La Internacional. Concéntrese el voto moderado en nosotros, porque si se dispersa van a ganar "los malos", es el mensaje. Traducido, significa que todos los que no quieran favorecer a la coalición Unidos Podemos deben dejar de votar a Ciudadanos y coger la papeleta del PP. El presidente en funciones ha dicho a los periodistas que hay más de veinte provincias en las que el voto a C’s, en diciembre, no sirvió para nada: los de Rivera no sacaron en ellas ni un miserable escaño, pero los pocos miles de votos que fueron a los naranjitos, ¡ay!, perjudicaron al PP.

Si escuchamos a los populares, la batalla final se libra entre el PP y Podemos, y a fin de ganarla para el Bien hay que arrumbar el estorbo que es C's. Si ponemos la oreja donde los podemitas, la madre de todas las batallas tiene a los mismos ejércitos enfrentados, ellos son la alternativa al gobierno del Mal, y el trasto que hay que quitar de en medio, tal vez con cariño, pero sin piedad, es el PSOE. Ambos llaman al voto útil contra el otro. Es la polarización que estaba cantada. Bueno, el intento de polarizar, porque, se pongan como se pongan los polarizadores, no estamos, no todavía, en un bipartidismo alternativo al que quebró el 20-D.

En diciembre, los españoles prácticamente enterramos el bipartidismo, del que se ha dicho que es el sistema que conviene a los pueblos satisfechos, y al cabo de seis meses no parece que la inquietud por la falta de pactos y de Gobierno supere a la insatisfacción que condujo a sepultarlo. Nada indica que el bipartidismo vaya a resucitar ahora modificado, con Podemos ocupando todo el espacio del PSOE y el PP fagocitando la mayoría de los votos de C’s. Los dos partidos que pugnan por el voto útil podrán mejorar sus porcentajes y sus escaños, pero la fragmentación seguirá ahí.

Salvo que en pocos días cambien de opinión millones de votantes, no habrá ningún partido que se acerque a los escaños mínimos con los que aventurarse a un gobierno en solitario. No hablemos ya de mayorías absolutas: nadie sueña despierto con ellas. El PP no podrá gobernar sin el concurso de otro o de otros. Unidos Podemos tampoco asaltará ningún sillón ministerial si el PSOE no le pone una escalerilla. Y no tiene pinta de que los socialistas estén deseando aupar al Gobierno a quienes les cortaron el paso a la investidura hace unos meses. Ojo por ojo, y ojo sin más.

Habrá, de nuevo, cuatro partidos con representación relevante en el Congreso, no dos. Y esto pone límites a la polarización que promueven la campaña del miedo y la campaña del (re)sentimiento. Es innegable que sacarán algún rédito de su estrategia, y alguno tan importante como sobrepasar al PSOE, pero su incitación al voto útil tropieza con la certidumbre de que ninguno de los dos estará en condiciones de gobernar por sí solo. El Gobierno no se juega entre dos, sino entre cuatro. Los dos partidos que queden por debajo tendrán en su mano la llave. Otra vez. El voto útil tiene más sentido en el sistema bipartidista que hemos liquidado, donde concentrar el voto en un partido asegura que gobierne –y que no gobierne el que menos nos gusta–, que en el fragmentado cuadro actual.   

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